Desde la antigua región momoxca, la Milpa Alta cantada por el poeta sonorense Abigael Bohórquez (1936-1995), Juana Reyes me envía conmovedoras descripciones de su terruño, las cuales incrementan mi nostalgia no solo por esa región de la Ciudad de México colindante con el estado de Morelos que tiene sabor a provincia, sino también por la patria entera.
Así lo dice la mujer que se enorgullece de tener nombre de corrido de la Revolución Mexicana:
"En la tierra momoxca el frío se cuela hasta las nopaleras y besa los nuevos brotes de nopales, lo que hace lento su desarrollo y hiela e impide su crecimiento.
"Este clima tan inusual augura un 2016 diferente. En San Jerónimo Miacatlán, el poblado momoxca donde tienen ustedes su casa, todavía el año pasado soplaba un viento frío y suave, durante casi todo el año, que hacía gemir las ramas de los árboles.
"Pero desde hace apenas dos semanas ha descendido hasta los troncos, para llegar a las raíces, ha barrido las hojas secas que se desprendieron durante el verano y luego, como si se solazase de su ímpetu, se ha introducido hacia el interior de las casas, donde encontró descanso sobre los muebles. Lo más desastroso es que se ha asomado hacia dentro de las páginas de los libros, como si pretendiera descifrar lo allí escrito.
"El polvo se acumula --aún estoy en convalecencia una vez retirado el yeso de mi tobillo-- sin que pueda hacer nada más que mirarlo.
"El año pasado el viento deshojó el nogal. El esqueleto de sus ramas contrastaba con el limonero cargado de azahares que presagiaban una buen cosecha de primavera.
"Acá, en Malacachtepec, el viento es cada vez más rebelde: se alebresta a cualquier hora. Nada menos la semana pasada levantó una lámina de la terracita por quítame estas pajas. Curioso, vuelve una y otra vez al interior de las viviendas y se mete hasta la cocina, literalmente, y prueba el sazón antes que los comensales, si acaso la cocinera ha tenido el mal tino de olvidarse de colocar las tapaderas a las cacerolas. Qué le vamos a hacer: tomaremos las sobras que nos deja, aderezadas con algún penetrante aroma a romero o a toronjil.
"A propósito, debo ir a retirar la ropa del tendedero, el viento puede volver a hacer de las suyas.
"Este invierno, un hermoso tono amarillo adorna el suelo: son los limones que descansan sobre el pasto y que durante el frío amanecer esperan el cálido mediodía para seguir madurando. Así es ahora un día en Miacatlán, Milpa Alta".
La neblina cubre las nopaleras
"Aquí en San Jerónimo los paisajes duermen mientras dan a otros la oportunidad de lucirse. El pasado domingo la neblina cubrió las nopaleras, se elevó hasta llegar a las copas de los árboles más altos y descendió, ya muy tarde, junto con el sol, al atardecer.
"El viento se esmeraba en llevarla lejos, pero ella, terca, se adhirió a las ramas recubiertas de renuevos, apenas pequeños botoncitos de vida que esperan el sol y la lluvia para manifestarse.
"El aire baila, va y viene, se detiene a ratos en las últimas hojas secas del nogal que temerosas no quieren desprenderse del tronco. Vano intento: deben dar paso a los nuevos brotes. Si viera usted cómo se ve cada rama, adornada con abultados bordes donde a partir del mes de junio el delicioso fruto comenzará a tomar forma.
"En San Jerónimo la vida comienza a revelarse. El sol no se da abasto, sus rayos llegan, todavía, tenues".
Popocatépetl e Iztaccíhuatl
"La semana pasada un fuerte viento acompañado de gruesas gotas de agua me despertaron hacia la madrugada. Agradecí infinitamente al Creador por mandarnos a San Jerónimo Miacatlán tanta delicia. Las hojas de los árboles se despojaron del polvo con deleite, luego bebieron, ávidas seguramente, la fresca bendición.
"La arenosa tierra aspiró el líquido hasta saciarse. El viento arreció su velocidad. Las ventanas se agitaban dolorosas ante cada nueva embestida que las descubría de toda suciedad.
"Ya por el medio día el sol comenzó una enérgica lucha para dejarse ver entre las nubes envidiosas que cubrían el cielo, yendo y viniendo sin rumbo. Cuando por fin el astro las derrotó, por dos minutos, demostró por qué nuestros antiguos antepasados lo coronaron rey: mi Ciudad se engalanó de norte a oriente con un anillo de siete colores. A través del aguacero lo percibí amoroso, protector.
"El viento continuó abatiendo las copas de los árboles, sus rápidos movimientos convertían las hojas en brillantes esmeraldas bañándose despaciosas.
"El viento arreció. El arrullo húmedo y musical de la lluvia duró toda la noche. El amanecer cubrió los techos de las casas de tonos negros y grises. Desde mi ventana contemplé la lucha entre el esqueleto del nogal que, inútilmente, intentaba sujetar las últimas ocho hojas que se aferraban a su tallo. Al final, vencido, las soltó.
"Luego, como si se hubiera arrepentido de su brusca limpieza, el aire comenzó a acariciar el entorno. Su gemido semejaba un gato en busca de su hembra. El astro rey cantó su melodía al ritmo de las gotas y San Jerónimo se vio abrazado por otro colorido arco iris por quién sabe cuánto tiempo. ¡Qué sensación de pequeñez y al mismo tiempo de grandeza!
"Al día siguiente, el sol alumbró con parsimonia, y presuntuoso, intentó despojar a Iztaccíhuatl, con sus candentes rayos, de su fría vestimenta. Esta vez, Popocatépetl no pudo defenderla. No hubo bocanadas, él, también, estaba vencido por el peso de la nieve".
De la Huasteca Potosina a Milpa Alta
Como Abigael Bohórquez, Juana Reyes dejó su tierra natal para adoptar a Milpa Alta. El poeta llegó de Caborca, Sonora; Juana Reyes, de la Huasteca. Confiesa: "Soy un poco tamaulipeca, un poco momoxca; esos sí, ciento por ciento mexicana".
Precisa: "La Huasteca a que hago mención es la potosina, mis padres son originarios de ese lugar. En realidad yo tengo sangre y rasgos huastecos. Cuando era estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad deMéxico (UACM) escribí un texto que evoca una etapa de mi niñez allá.
"En Milpa Alta se disfruta de un clima fuera de lo común: al amanecer --algunos días-- hay una neblina propia de las regiones altas de la república mexicana (como la Huasteca Potosina, tan añorada) con la diferencia de que nos falta aquella calidez que se adhiere a las plantas de cafeto para proporcionarle a los frutos la debida maduración".
Juana Reyes en la gran ciudad
Como Milpa Alta forma parte de la gigantesca capital de la república, Juana Reyes se siente capitalina aunque no use este gentilicio: "Me gusta autonombrarme chilanga, o defeña. El gentilicio para los radicados, o mejor aún, nacidos en este suelo repleto de historia es muy importante. No podría llamarme ciudadana, por muy citadina que yo sea. No, definitivamente, soy chilanga. Para mí no tiene ninguna connotación peyorativa.
"Extraño el bullicio de esas calles contaminadas del Centro Histórico, el ruido de los automotomotores signo de la vida destrampada de la metrópoli. Añoro disfrutar del café de la calle El Salvador, saborearlo mientras observo el paso rápido de los transeúntes y escucho curiosa las conversaciones de los comensales de las mesas vecinas".
Coda: aquí no pasa nada
"Por lo demás, aquí en Milpa Alta no pasa nada, como decía Bohórquez. Solo ocurre que me han arreglado la lámina que el viento desprendió hace algunos días; sucede que las hojas secas pasean por el jardín hasta cansarse; pasa que los calcinantes rayos del sol invernal dejaron el rosal con las ramas amarillentas; que las semillas de mi próxima siembra de jitomates, tomates, chiles y ajos aguardan el arribo de un mejor clima. El frío en esta montaña ha sido inclemente. Pero los brotes que anuncian ya la primavera son recibidos con gustosa ansiedad en esta antigua región momoxca".
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