Monday, October 30, 2017

Dulcr María



Fátima Soto Rodríguez, autora de la novela Pungarabato: Historia de vida y muerte de la que se habló en este blog el 5 de junio, nos ha conmovido nuevamente con una pequeña joya de la narrativa.

Se trata del cuento Dulce María que presentó en el Festival Literario de Tequisqiapan (Querétaro) el 29 de septiembre.

Aquí lo reproduzco gracias a la generosa autorización de la autora, a quien expreso mi agradecimiento.





                                    
                  Dulce María 

Aquella mañana despertó con un solo pensamiento. Sabía que si se hacía la prueba, su sospecha se confirmaría. No tenía ninguna duda. Con el cuerpo dolorido y el alma desgajada, se incorporó de la cama lentamente. La vida sigue y mientras no pase lo que tenga que pasar, hay que darle, pensó en su recorrido al baño.

Con la mirada perdida en el agua que como cascada escurría entre sus dedos, Alma dejó que las lágrimas corrieran por su rostro. ¿Segundos, minutos, acaso eran horas las que llevaba ahí, sumergida en el desconsuelo? No lo sabía, pero su cuerpo le exigió volver a la realidad. 

El dolor en el cuello entumecido por el tiempo sometido a la misma postura, la hizo reaccionar. Levantó la cara lentamente. Se vio en el espejo, derrotada, triste. No se reconoció. Con las manos en forma de cuenco llevó el agua hasta su rostro. Lo enjuagó repetidas veces y de dos manotazos lo secó. Cuando volvió a mirarse sonrió: no tengo ninguna duda.

Recuperada la serenidad y convencida de lo que tendría que hacer si la prueba resultaba positiva, Alma llegó al hospital. 

Todo fue más rápido de lo que pensó… y todo resultó como lo había intuido:

 —Hoy día, comete un error garrafal cualquier médico que se atreva a estigmatizar a la mujer que dada su condición de seropositiva, quiera seguir adelante con su embarazo…

 (A mi también me tocó así nomás, por mala suerte).

 —Y por fortuna, de aquellos años negros de diagnósticos fatales, hoy podemos congratularnos del avance que hemos tenido.

 (Nos inyectaron a todos con la misma jeringa infectada). 

Hoy, la triterapia ha permitido reducir la transmisión del VIH de la madre al niño hasta en menos de uno por ciento.

(No te angusties pequeña, yo voy a cuidarte muy bien)

—Entonces señora, la respuesta la tiene usted. ¿Qué ha decidido?

—Se va a llamar Dulce María.






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