Sin que aparentemente viniera al caso, recordé entonces el soneto La despedida, del jalisciense Enrique González Martínez (1871-1952) que transcribo aquí:
La despedida
No ha de besarme en la angustiada hora
de mi trance mortal y será en vano
que busque la caricia de su mano
con el afán con que la busco ahora.
Será el morir como distante aurora
perdida en sueños; sentiré cercano
el leve soplo de un suspiro hermano
o la filial desolación que llora.
Su beso, no... La trágica amargura
de su último mirar en mí perdura
cada vez más tenaz y más adentro...
Aquellos ojos de paloma herida
sellaron la suprema despedida
por si no hay otro viaje y otro encuentro.
Sentí entonces que no era mujer alguna, sino mi ya lejana Ciudad de México la que me veía con ojos de paloma herida... por si no hay otro viaje y otro encuentro.
Maestro, quiero contactarlo.
ReplyDeleteÁngel Roldán.
Ángel, lo saludo con afecto. Por favor, escríbame por correo electrónico. Mi esposa le dio la direccion. Tenemos mucho que platicar.
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