Cartas a Hugo desde Soledad
Soledad, California, 16 de marzo del 2018
Querido Hugo,
Mi nostalgia por las campanas se acrecienta con frecuencia en las salas de concierto o frente a la pantalla del iPad al escuchar interpretaciones no convincentes por parte de orquestas de diversos países, las cuales se encuentra disponibles en las aplicaciones de YouTube y Spotify.
Esto se debe a que, contrario a las indicaciones del compositor, en obras en que deben resonar campanas genuina, muchas orquestas siguen el camino fácil de sustituirlas por campanas tubulares.
Hace muchos años, cuando Enrique Barrios programó con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México la Sinfonía número 11, denominada El año 1905, de Dmtri Shostakóvich (1906-1975), le recomendé que el pasaje conclusivo de esta obra, un estrepitoso rebato, estuviera a cargo de verdaderas campanas. Me respondió que sería necesario contar con campanas afinadas de acuerdo con determinadas especificaciones, lo cual no era fácil de conseguir en México.
Debí haber refutado al maestro Barrios esta afirmación, puesto que la fabricación de campanas es una industria prestigiosa en México, pero opté por guardar silencio. Entonces recurrí a la percusionista Gabriela Jiménez para preguntarle si acaso no consideraba conveniente que las campanas tubulares que utilizarían en la interpretación de ese memorable pasaje se colocaran enfrente del proscenio, con lo cual se lograría un protagonismo mayor de este instrumento. Me respondió tajante que las campanas tubulares y otros instrumentos de percusión siempre deben colocarse al fondo de la orquesta.
Ciertamente, en la parte posterior de la Orquesta Sinfónica Nacional de Gales están colocadas las campanas del final de la Undécima de Shostakóvich; pero es preciso escuchar cómo estalla ese rebato en la versión ofrecida en el concierto de los Proms de Londres 2013 que también se encuentra en YouTube.
Este pasaje estremecedor disipa mi desencanto por las campanas enclenques de aquella versión de la Filarmónica de la Ciudad de México. Por favor, corre a tu computadora para que la veas y la escuches.
Por supuesto que también me decepciona que en la Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz (1803-1869) los acordes del piano imiten a las campanas, por más que el compositor haya prescrito en la partitura que se optara de ser necesario por esta sustitución. ¿Acaso por esta circunstancia dejaríamos de extrañar los repiques auténticos?
Mi nostalgia por las campanas en una obra sinfónica donde estas deben resonar con enjundia se acrecienta en la mayoría de las interpretaciones que conozco de la Sinfonía número 9 de Gustav Mahler (1860-1911), en las que suelen ser tan débiles, que incluso llegan a pasar inadvertidas. En este caso se encuentra por ejemplo la versión de Daniel Barenboim al frente de la Staatskapelle de Berlin, disponible en YouTube .
En la partitura de la Novena, las campanas está marcadas en alemán tiefe Glocken; es decir: campanas profundas. Una excepción al descuido con el que se aborda este pasaje tan conmovedor del primer movimiento de esta sinfonía es la versión del italiano Fabio Luisi (nacido en 1959), director principal de la Orquesta Sinfónica de Dinamarca, quien en esta ocasión estuvo al frente de la Orquesta de la Radio Danesa.
El timbre sobrecogedor de las camoanas profundas de esta versión se apega estrictamente a lo dispuesto por el compositor para el pasaje marcado en la partitura "Como una solemne procesión fúnebre". Qué razón tiene Leonard Bernstein (1918-1990) cuando afirmó que con esta sinfonía no solo dijo Mahler todo lo que tenía que decir, sino que constituye su más sentido adiós a la existencia.
En mi próximo mensaje hablaré de las campanas funerarias que resuenan en la Sinfonía número 1 (1988) de John Corigliano, compositor estadounidense de ascendencia italiana nacido en 1938.
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