La música de Chaikovski, uno de los mayores creadores de melodías cautivadoras en la historia, dejaron los fríos invernales rusos y se anidaron en la tibia costa central californiana.
En esta forma, los instrumentos de la orquesta sinfónica dejaron su lugar al guitarrón, la vihuela, el arpa, los violines y las trompetas del mariachi. Las danzas transformaron las evoluciones del ballet Cascanueces del compositor ruso, basado en un cuento de hadas europeo, en bailes populares mexicanos, de Chihuahua a las Huastecas, e incluso uno de ellos traspasó la frontera para llegar al extremo sur del continente convertido en tango.
Los arreglos de este Hispanic Nutcracker fueron hechos por María Luisa Colmenares y Rudy Figueroa. El cuerpo de baile que presentó esta versión abreviada y peculiar del famoso ballet omnipresente en tiempo navideño recorrió diversas poblaciones del Valle de Salinas, desde San Ardo, en el sur, hasta la ciudad natal de John Steinbeck, en donde actuaron en uno de los auditorios de Hartnell College el viernes 18 de noviembre.
La irrupción del mariachi en la música de Chaikovski propició que se hiciera una explicación de las características de este conjunto y se mostraran sus potencialidades expresivas en un huapango que incrementó el regocijo del público.
El entusiasmo alcanzó la cima en esa especie de intermedio, cuando interpretaron el Son de la negra, un clásico de la música mexicana que Eduardo Mata (1942-1995) pidió que se tocara en su funeral, deseo que le fue concedido cuando su féretro salía del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México en el que el gran director de orquesta y compositor había recibido el homenaje de cuerpo presente.
Al éxito artístico de tan original función de ballet se añadió el mensaje pedagógico en el cual se habló de la historia y la evolución del mariachi, así como del ballet Cascanueces, que se presentó por vez primera en Estados Unidos el 24 de diciembre de 1944, en San Francisco, California, a solo 200 km al norte de Salinas.
Como quiera que sea, lo más conmovedor de la presentación fue el mensaje dado a los niños presentes en el auditorio del Hartnell College en el sentido de que estuvieran alegres y no se sintieran temerosos; que fueran optimistas y que confiaran en el estudio para obtener sus propósitos. Estoy seguro de que muchos de los padres que los acompañaban regresaron a sus casas con la convicción de que en California sí son bienvenidos lo inmigrantes.
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