Querido Héctor,
Con un nuevo saludo, respondo a tu pregunta sobre mi opinión de la música de Arnold Schoenberg.
Desde luego, te digo que su arte presenta ciertos problemas de comprensión y más aún de disfrute para muchos oyentes. El compositor se quejaba de que se apreciaran algunas de sus obras previas a su incursión en la atonalidad y, sobre todo, en el dodecafosnismo que habría de dar paso al serialismo, y se menospreciaran sus partituras de avanzada.
Me parece que con un poco de paciencia y mentalidad abierta se llega a comprender y aun gozar su música. Pero es de advertir que esto no es privativo del arte de Schoenberg, sino de toda la música con la que no están acostumbrados nuestros oídos (en realidad: nuestro de cerebro), ya sea, cito por ejemplo, el canto gregoriano, la música de pipa china, el minimalismo, el cante jondo y el hip-hop o rap.
Por cierto que próximamente escribiré una anécdota intitulada "La venganza de doña Julia", en la que relataré mis experiencias con el rap durante la audición continua y forzada de este género ocurrida en un largo viaje de ida y vuelta por automóvil desde Soledad, California, hasta Reno, Nevada.
Dijo Silvestre Revueltas (palabras más, palabras menos): "En música hay muchos géneros y estilos; a mí me gustan todos".
Como eres, Héctor, un melófilo de oídos, cerebro y corazón abiertos, te recomendaría que te adentras en el arte de este compositor, si es que no has escuchado aún algunas obras suyas (lo cual me parece improbable) que ahora te recomiendo.
Comenzaría por A Survivor from Warsaw (Un superviviente de Varsovia), cantata para narrador, coro masculino y orquesta, con un texto en inglés escrito por Schoenberg.
Una de las memorables interpretaciones que he escuchado de esta obra conmovedora estuvo a cargo de Ronald Zollman, al frente de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, en la Sala de Concieertos Nezahualcóyotl, de la Ciudad de México, con José María Álvarez de narrador. El concierto comenzó con la Novena sinfonía de Beethoven y tras el último compás de esta obra, sin pausa alguna (attacca) prorrumpió la llamada de la trompeta que dio paso a las nerviosas figuraciones rítmicas y melódicas previas a la voz del narrador de Un superviviente de Varsovia.
"No puedo recordar todo. Debo de haber estado inconsciente la mayor parte del tiempo".
Por supuesto que Zollman y las autoridades de la OFUNAM advirtieron al público que así se enlazarían estas dos obras, por lo que todo resultó bien. El propósito de Zollman fue hermanar estas partituras que concluyen con sendas intervenciones corales. La voz humana en Un superviviente de Varsovia es impresionante cuando estalla el canto de la antigua plegaria del pueblo judío: Shemá Israel, Adonai Elohenu, Adonai Ejad...
("Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es único. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con tu alma y todas tus fuerzas. Guarda en el corazón estas palabras que hoy te digo. Incúlcaselas a tus hijos y háblales de ellas siempre que estés en casa, cuando vayas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes")
*
Otra obra de Schoenberg que quisiera recomendarte es el Cuarteto número 2.
Esta obra propició hace muchos años una de las experiencias musicales más intensas de mi vida. Va de cuento: nos encontrábamos en la casa de Sofía, una amiga ya fallecida mencionada en una anécdota de mi Allegro Molto. Sesenta años de anécdotas y había sintonizado poco tiempo antes de nuestra llegada Radio UNAM y la obra difundida ya se había iniciado. La música resultaba tan cautivadora que la conversación con la anfitriona se redujo a las elementales frases de cortesía y uno que otro comentario. Ignorábamos de qué cuarteto se trataba, pero seguimos atentos durante todo el tiempo. De pronto, la inesperada irrupción de la voz humana tuvo el efecto de una revelación. "¿Un cuarteto con canto?", nos preguntamos.
Cuando concluyó esta obra, escuchamos al locutor de la radiodifusora universitaria: "Cuarteto de cuerdas número 2, con soprano en los dos movimientos finales, en Fa sostenido menor, opus 10, de Arnold Schoenberg".
El primero de los dos poemas de Stefan George; Letanía, es estremecedor, dicho sea esto sin que incurra en hipérbole alguna. Así comienza:
Tief ist die trauer die mich umdüstert,
Ein tret ich wieder, Herr! in dein haus.
(Profunda es la tristeza que cae sombríamente sobre sobre mí. Otra vez llego, Señor, a tu casa).
Tengo entendido, Héctor, que durante su composición, Schoenberg pasaba por una época de angustia debido a los devaneos extraconyugales de su esposa.
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Por último, te sugiero que "le entres" a la ópera expresionisrta, inconclusa y póstuma, Moses und Aron (Moisés y Aarón).
Para hablar de ella, dejo la palabra a George Steiner puesto que a la recomendación de esta magnus opus añado la de su libro de ensayos intitulado Lenguaje y silencio en cuyo capítulo "El lenguaje de las tinieblas" hay un texto estupendo sobre Moisés y Aarón.
A la manera de una coda, te comento que Antero Chávez, percusionista y excelente amigo, está seguro de que alabo Moisés y Aarón por puro snobismo: se niega a creer en la sinceridad de mi admiración por esta ópera.
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