En un pasaje del libro Voces de Chernóbil. Cronica del futuro, de Svetlana Alexiévich, encontramos este elogio del respeto al derecho a la vida:
"Hubo un tiempo en que los indios de México e incluso los hombres de la Rusia precristiana pedían perdón a los animales y a las aves que debían sacrificar para alimentarse. Y en el antiguo Egipto, el animal tenía el derecho a quejarse del hombre".
Recuerdo esta reflexión en momentos de consternación por los actos terroristas que han llenado de luto a París y a la humanidad entera.
En La guerra no tiene rostro de mujer, Alexiévich se pregunta:
"Hace poco tiempo, mi hija me preguntó ´¿Qué es una guerra?´ ¿Cómo responderle?... Quiero que entre en el mundo con el corazón tierno, le explico que no se puede arrancar una flor tal cual, por las buenas. Que da pena matar a una mosca o quitarle un ala a una libélula. Entonces, ¿cómo explicar la guerra a un ser pequeño? ¿Cómo explicar la muerte? ¿Cómo responder por qué unas personas matan a otras? Matan incluso a niños tan pequeños como ella".
Tampoco los adultos y los ancianos, Svetlana querida, podemos explicarlo.
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