En la última entrevista de su vida, concedida por Carlos Pellicer (1897-1977) al periodista Manuel Yrízar, se refirió a José Vasconcelos (1882-1959) con estas palabras:
"Mi convivencia con Vasconcelos tuvo sobre todo la fuerza asombrosa de una conducta: la conducta humana. Pero dentro de la conducta humana varios aspectos del modo y la manera de vivir. Por ejemplo, Vasconcelos llegó a la Universidad y a la Secretaría de Educación Pública manejando fuertes presupuestos. Vasconcelos llegó pobre a la Universidad y a la Secretaría de Educación y regresó a su modesta casa de Tacubaya en la calle de Gelati, sin un centavo, tan pobre como había llegado y había salido.
"Esto en nuestra América, pues vamos a decir que en todas partes, yo creo que la corrupción es algo desgraciadamente (por ahora mientras el mundo no se cristianice) que forma parte de la condición humana: esto que llamamos la corrupción. Vasconcelos es un ejemplo realmente luminoso de cómo manejar el dinero del pueblo sin que en sus manos quede un solo peso. Pero hay otros aspectos de la vida, y en este caso de la vida de Vasconcelos, que para mí fueron un ejemplo, un camino a seguir".
En la última entrevista a José Vasconcelos, publicada por Ernesto Ortiz Paniagua (1939-2015) en la revista Señal de la Ciudad de México el 5 de julio de 1959, cinco días después de la muerte del hombre que había sido nombrado en varios países latinoamericanos Maestro de la Juventud, se recoge esta desconcertante respuesta a la pregunta "¿Qué consejo le daría usted a la juventud?"
--No creo en la juventud. Se empieza a tener conciencia a los treinta años.
En 1924, Vasconcelos había escrito su famoso mensaje intitulado A los estudiantes de Trujillo que se dirigieron a mí en nombre de los estudiantes del Perú.
Sus palabras son dignas de alcanzar la inmortalidad en el corazón de los hombres:
"No hay un solo caso de juventud honrada y resuelta que no se haya hecho heredera del mando. El secreto es perseverar en un propósito noble y levantado. Sean ustedes más firmes, más tenaces que sus enemigos, más sobrios, más claros en el pensar y más resueltos en la acción y el triunfo llegará inesperado y espléndido. Y así que hayan vencido, así que esté en sus manos todo el Perú, vuelvan hacerlo amable, vuelvan a hacerle dulce; pero ante todo, háganlo justo para que la bondad y la dulzura sean verdaderas y perdurables.
"Contra la explotación del hombre por el hombre en la ciudades y en los campos, establezcan la paz que nace de la justicia y la abundancia, y una vez lograda esta victoria, proscriban la violencia, condénenla y maldíganla hasta que no pueda renacer; mátenla con un derroche de bien; paguen la cárcel con la libertad, el destierro con el retorno y el odio con el amor".
Pocas veces en su vida fue Vasconcelos tan contradictorio como en la respuesta dada a Ernesto Ortiz Paniagua. Por si fuera poco, esta sería su última declaración pública.
Hombre de luces y sombras, aquellas son aún más intensas y admirables que estas. Muchos de nosotros haríamos nuestro el testimonio de admiración y agradecimiento por Vasconcelos expresado por Pellicer a Yrízar en la que también sería la última concedida por el egregio poeta mexicano,
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