Wednesday, October 19, 2016

Septién García: elogio de la mantilla, el rebozo y la tapada limeña

Hoy se cumple el sexagésimo tercer aniversario de la muerte de Carlos Septién García, ocurrida el 19 de octubre de 1953 en el accidente aéreo de la sierra de Mamulique, Nuevo León, en el que no hubo un solo sobreviviente. También se encontraban en el avión sus colegas periodistas Carlos Violante y Francisco de Paula Carriedo, quienes cubrirían como Septién la inauguración de la presa Falcón a cargo de los presidentes Eisenhower, de Estados Unidos, y Ruiz Cortines, de México.

No haré por ahora una semblanza del insigne queretano nacido en 1919, quien es ampliamente conocido y elogiado;  en cariñoso recuerdo del maestro incluiré un breve diamante ensayístico suyo de muchos quilates, publicado en el libro Crónicas de toros, editado por Jus, en la Ciudad de México, hace varios decenios (la segunda edición es de 1978).

                                                                Elogio de la mantilla

 Fue primero envoltura tupida sobre el cuerpo y el rostro de las moras de Oriente; celosía de tela misteriosa, excitante. Porque no fue pudor, sino escondite; ni tampoco recato, sino emboscada de ojos en acecho. Tal el velo pagano de la mahometana, falsa muralla de invitación, cercado del amo y no de la virtud.

Corrió por el desierto y llego España, huyendo de las extremas rigideces sin sentido. Y allí, el velo de la more se volvió cristiano. Ya no fue entonces tapujo falso de pasiones, ni hipocresía de apetitos;  fue acortando sus taimados rigores y escogió como sede el noble oficio de cubrir las airosas cabezas que se inclinen en el templo. Dejó de ser espeso y se volvió gracias sutil de bordado y filigrana; ventana de rosas para la cara fresca en vez de torturante celosía; leve llovizna de encajes sobre el recato de una fresca arrogancia femenina.



El velo del Oriente se había convertido en mantilla a la española. Y fue desde entonces --con la peineta-- suave corona de las mujeres el estirpe; de la española y de la criolla, lo mismo en el Perú que en la Nueve España. En la iglesia fue majestad que se humilla; en la calle, cresta de gracia encastada; en la plaza de toros, giralda de encaje sobre tumulto de cabelleras negras. Y todavía, en América, engendró la airosa modestia del rebozo mexicano y la pícara reservar de la tapada limeña.

                             Tapada limeña

¡Qué bonita se vio la reaparición de la mantilla en la corrida de Covadonga! Veladas lejanías de moras, sonrisas luminosas de cristianas; altivo desenfado de españolas; tierna cadencia de mexicanas. Que como criollas legítimas, las reinas de la corrida nos supieron a vello, mantilla y rebozo.

(Fragmento de la crónica de la corrida de Covadonga, Ciudad de México, 15 de marzo de 1945)





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