Friday, March 30, 2018

Dos Valses Capricho


Soledad, California, 30 de marzo del 2018 

Querida Carmen,

Con mucho gusto hago este Viernes Santo una pausa en la audición de la Pasión según San Mateo de Bach para acceder a tu petición de que comente la pregunta que has formulado al maestro Fernando Díez de Urdanivia  en relación con la posible fuente de inspiración del Vals capricho de Ricardo Castro: el Vals capricho Pastel de Bodas de Camille Saint-Saëns.

No dudo de que haya podido conocer el compositor duranguense esa obra, pero evidentemente esto no pudo haber sido en París, puesto que el gobierno mexicano no lo mandó a perfeccionar sus estudios a aquella ciudad hasta 1903. Por cierto que permaneció en París hasta 1906, un año antes de su muerte, ocurrida por causa de una pulmonía.

El Vals capricho de Ricardo Castro tiene el Opus uno y la versión para piano y orquesta es el Opus dos; es decir: fueron terminados antes de la conclusión de sus estudios, en su temprana juventud.

Por otra parte, si bien una y otra obras poseen ciertas características en común, no hay indicio alguno de que la obra del mexicano se asemeje a la del francés. No lo digo por patriotismo, pero sí debo expresar mi opinión en el sentido de que la obra de Ricardo Castro es superior.

Más que la influencia de Saint-Saëns, encuentro en esta obra de Castro una vena melódica y emotiva cercana a Chopin.

Pero que conste, como lo proclama Catón, "yo no estoy criticando, yo digo y nada más".

Aprovecho esta oportunidad para anticipar mi felicitación por el Domingo de Resurrección. Así lo dicen en la liturgia ortodoxa griega: 

Christos Anesti ek nekron, thanato thanaton patisas, kai tis en tis mnimasi zoin harisamenos.



Ricardo Rafael de la Santísima Trinidad Castro Herrera (1864-1907) 

Wednesday, March 21, 2018

Corigliano llora por los seres queridos


Cartas a Hugo desde Soledad 

Soledad, California, 21 de marzo del 2018 

Querido Hugo, 

Mi fascinación por las campanas me induce a recurrir con frecuencia a la Sinfonía número 1 de John Corigliano, compositor estadounidense de ascendencia italiana nacido el 16 de febrero de 1938 en la ciudad de Nueva York. 

No pretendo afirmar que este polo de atracción irresistible sea lo único que admiro de dicha sinfonía, puesto que diversas características suyas me lleva a considerarla una de las obras de la música del siglo XX más conmovedoras.

Cedo brevemente la palabra a Corigliano para que explique el motivo que le inspiró la composición de esta sinfonía porque en su comentario se encuentra un paradigma del poder del arte para sublimar el dolor:

"Hace unos años, quedé profundamente conmovido cuando vi por primera vez The Quilt (La Colcha), un ambicioso tejido compuesto por varios miles de piezas de tela, cada una de ellas confeccionadas a la memoria de una persona fallecida víctima del SIDA y lo más importantes fue que cada una de ellas estaba diseñada y elaborada por un ser amado. Quise rememorar en música a quienes yo había perdido, así como a reflexionar en los que estaba perdiendo (...) Mi Sinfonía numero 1 fue generada por sentimientos de pérdida, ira y frustración". 

Tres de esos seres queridos por el compositor son evocados en sendos movimientos de la sinfonía con alusiones precisas: 

 . En el primer de los cuatro movimientos de esta sinfonía, marcado inicialmente Ferocious (feroz) en la partitura, incluye fragmentos del Tango en Re opus 165 de Albéniz, en transcripción de Leopold Godowsky, los que se escuchan como en un sueño lejano gracias a un piano colocado fuera del escenario. Este movimiento si intitula Of Rage and Remembrance (De rabia y recuerdos). 


. En el segundo, una tarantela que oscila entre el lirismo y la convulsión, representa la demencia que por causa del SIDA destruyó la razón de quien había sido un lúcido empresario musical. Esta parte llega a ser tan desgarradora, que asocio sus alaridos con los gritos de dolor del poema Algo sobre la muerte del mayor Sabines, obra maestra de poeta chiapaneco Jaime Sabines (1926-1999). Así comenta Corigliano esta música enloquecida: "Lo que sucede al final solo puede describirse como un grito brutal". 

. En el tercer movimiento,  "Giulio, Song" (La canción de Giulio),  es evocado un entusiasta violonchelista aficionado. Tras una sombría chacona, irrumpe una entrañable melodía de la inspiración de su amigo hallada en una vieja grabación realizada cuando él y Corigliano improvisaron, chelo y piano,  en sus años de escuela. En los últimos minutos, dos juegos de campanas que repican obsesivamente en forma antifonal sobresalen de un ejército de instrumentos de percusión que acompañan la más estrepitosa marcha fúnebre.

. En el "Epílogo", cuarto movimiento, la música regresa a la nostalgia sosegada y reaparecen los temas hasta que van perdiéndose. El Tango de Albéniz, tan preciado por mí como por el pianista fallecido aparece planísimo por última ocasión. El grito ha dejado su lugar al susurro.

Si consideráramos que esta partitura de Corigliano es un réquiem no por su forma pero sí por su intención, deberíamos colocarla en las antípodas del Réquiem de Gabriel Fauré (1845-1924), un réquiem sin gritos que incluso ha sido llamado "la cancion de cuna de la muerte".

De forma paralela, pondríamos colocar el poema de Sabines en una posición radicalmente opuesta a las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique (c. 1440-1479). Pero lo que no podríamos hacer es negar la intensidad y el valor de ninguna de estas obras maestras. 




Friday, March 16, 2018

Nostalgia por las campanas

Cartas a Hugo desde Soledad

Soledad, California, 16 de marzo del 2018

Querido Hugo,

Mi nostalgia por las campanas se acrecienta con frecuencia en las salas de concierto o frente a la pantalla del iPad al escuchar interpretaciones no convincentes por parte de orquestas de diversos países, las cuales se encuentra disponibles en las aplicaciones de YouTube y Spotify.

 Esto se debe a que, contrario a las indicaciones del compositor, en obras en que deben resonar campanas genuina, muchas orquestas siguen el camino fácil de sustituirlas por campanas tubulares.



Hace muchos años, cuando Enrique Barrios programó con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México la Sinfonía número 11, denominada El año 1905, de Dmtri Shostakóvich (1906-1975), le recomendé que el pasaje conclusivo de esta obra, un estrepitoso rebato, estuviera a cargo de verdaderas campanas. Me respondió que sería necesario contar con campanas afinadas de acuerdo con determinadas especificaciones, lo cual no era fácil de conseguir en México. 

Debí haber refutado al maestro Barrios esta afirmación, puesto que la fabricación de campanas es una industria prestigiosa en México, pero opté por guardar silencio.  Entonces recurrí a la percusionista Gabriela Jiménez para preguntarle si acaso no consideraba conveniente que las campanas tubulares que utilizarían en la interpretación de ese memorable pasaje se colocaran enfrente del proscenio, con lo cual se lograría un protagonismo mayor de este instrumento. Me respondió tajante que las campanas tubulares y otros instrumentos de percusión siempre deben colocarse al fondo de la orquesta.

Ciertamente, en la parte posterior de la Orquesta Sinfónica Nacional de Gales están colocadas las campanas del final de la Undécima de Shostakóvich; pero es preciso escuchar cómo estalla ese rebato en la versión ofrecida en el concierto de los Proms de Londres 2013 que también se encuentra en YouTube.



Este pasaje estremecedor disipa mi desencanto por las campanas enclenques de aquella versión de la Filarmónica de la Ciudad de México.  Por favor, corre a tu computadora para que la veas y la escuches. 

Por supuesto que también me decepciona que en la Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz (1803-1869) los acordes del piano imiten a las campanas,  por más que el compositor haya prescrito en la partitura que se optara de ser necesario por esta sustitución. ¿Acaso por esta circunstancia dejaríamos de extrañar los repiques auténticos?

Mi nostalgia por las campanas en una obra sinfónica donde estas deben resonar con enjundia se acrecienta en la mayoría de las interpretaciones que conozco de la Sinfonía número 9 de Gustav Mahler (1860-1911), en las que suelen ser tan débiles, que incluso llegan a pasar inadvertidas. En este caso se encuentra por ejemplo  la versión de Daniel Barenboim al frente de la Staatskapelle de Berlin, disponible en YouTube .

En la partitura de la Novena, las campanas está marcadas en alemán tiefe Glocken; es decir: campanas profundas. Una excepción al descuido con el que se aborda este pasaje tan conmovedor del primer movimiento de esta sinfonía es la versión del italiano Fabio Luisi (nacido en 1959), director principal de la Orquesta Sinfónica de Dinamarca, quien en esta ocasión estuvo al frente de la Orquesta de la Radio Danesa. 

El timbre sobrecogedor de las camoanas profundas de esta versión se apega estrictamente a lo dispuesto por el compositor para el pasaje marcado en la partitura "Como una solemne procesión fúnebre". Qué razón tiene Leonard Bernstein (1918-1990) cuando afirmó que con esta sinfonía no solo dijo Mahler todo lo que tenía que decir, sino que constituye su más sentido adiós a la existencia.



En mi próximo mensaje hablaré de las campanas funerarias que resuenan en la Sinfonía número 1 (1988) de John Corigliano, compositor estadounidense de ascendencia italiana nacido en 1938.







Saturday, March 3, 2018

Campanas que repican en el corazón


Cartas a Hugo desde Soledad 


Soledad, California, 3 de marzo del 2018 

Querido Hugo, 

Contaba yo seis años de edad cuando quedé cautivado por el tañido de las campanas.

Esta epifanía ocurrió en el atrio de la antigua Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México. Desde entonces, el timbre de este instrumento ha formado parte de mi vida, al grado de que en ocasiones me siento como si fuera el hermano menor de Frederic Mompou (1893-1987), el compositor catalán que evoca en los acordes de su música pianística la voz de las campanas de bronce en cuya fundición trabajaba su abuelo.


               




También siento afinidad por ese amor a las esquilas que repican en el corazón de Rosalía de Castro (1837-1885), la egregia poeta gallega que con estas palabras evoca en Cantares gallegos los repiques pueblerinos:

Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,
mórrome de soidades.

Cando vos oio tocar
camoaniñas, campaniñas
sin querer torno a chorar.

De la misma manera, acojo el poema suyo intitulado "Las campanas", del libro En las orillas del Sar, escrito en castellano, que comienza así:

Yo las amo, yo las oigo,
cuando oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido del cordero.

Finalmente, te confieso que me habría gustado nacer, como el compositor checo Bohuslav Martinu (1890-1959), en la torre de una iglesia, cerca del campanario, a 143 escalones de la nave principal.


Por esta fascinación que siento por la poderosa vibración de las campanas, las extraño tanto en algunas interpretaciones de la Novena sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911), así como de la Sinfonía número 11, El año 1905, de Dmtri Shostákovich (1906-1975). Pero de esto hablaré en la carta siguiente. 

                      
                    



Iglesia de San Jacobo, en Policka, una población de Bohemia, cercana a la frontera con Moravia. Hoy día, forma parte del Centro Bohuslav Martinu, en la República Checa.