Friday, September 27, 2019

Alfonso Durán y José Emilio Pacheco

                   El adiós definitivo

Marzo del 2013 fue uno de esos meses cuyos acontecimientos quedan para perpetua memoria.

El día 12, como ya lo he referido, vi por última vez a José Emilio Pacheco en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, de Mérida. 

Este hombre tan querido y admirado fallecería en la Ciudad de México menos de un año después, el 26 de enero del 2014. El recuerdo de la sonrisa y el comentario sobre el poema La letra "Y", de su autoría, me acompañan desde entonces y todavía agradezco la sencillez cautivadora que les dio vida. 

Seis días después de aquel encuentro con el Premio Cervantes, el 18 de marzo, Josefina y yo nos reunimos en un restaurante de Mérida con Alfonso Durán Vázquez, el gran pintor yucateco, uno de los amigos más queridos, respetados y admirados de mi vida. 

 Alfonso nos había acompañado el día anterior a la presentación de José Emilio.

A lo largo de la comida recordamos numerosas anécdotas relacionadas con la vida y obra de nuestro amigo pintor. Platicamos también de su regreso de Europa cuando instaló su atelier en un edificio de la calle Río Guadiana, en la colonia Cuauhtémoc de la capital, donde las artes plásticas, los temas culturales y la música siempre fueron ahí una constante. 

Le recordé una vez más que en su estudio escuché por primera vez, entre otras obras de Gustav Mahler, La canción de la Tierra, mi Everest musical. 

Durante toda la comida, un bolero tras otro atronaban el espacio. Cuando nos trajeron el café y una botella de xtabentún, empecé a manifestar que no había uno solo de ellos que desconociera, e incluso debo confesar que presumí vanamente mis amplios conocimientos del folklore urbano y lo peor fue que hasta me puse a cantar o tararear una que otra canción. 

Al despedirnos, Josefina y yo hicimos la promesa de regresar a Mérida en la primera oportunidad para reunirnos una vez más.

Alfonso se sintió muy halagado por nuestro ofrecimiento de invitarlo a comer en otra ocasión, pero añadió: "Nada más que sea en un restaurante chino, para que Alfredo no sepa una sola canción". 

Jamás habría pensado que esa fue la última vez que lo vi. En febrero del 2014, cuando regresaba de mi caminata matutina en la que había escuchado en el iPod, vaya premonición, la Gran misa de difuntos, de Berlioz, me enteré de que Alfonso había fallecido el día 24. 

Esto habías sucedido  29 días después de la partida de José Emilio Pacheco. 

                                        
                            Alfonso Durán Vázquez

Thursday, September 26, 2019

Celulares en salas de concierto

             El concierto de la mentada

Durante la interpretación de la Cuarta Sinfonía, Romántica, de Bruckner, dirigida por Sergio Cárdenas al frente de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, repiqueteó en diversas ocasiones un teléfono celular.

En el intermedio, José María Álvarez entró en el  proscenio del Auditorio Silvestre Revueltas del Conservatorio Nacional de Música y con un malestar moderado por la diplomacia y la cortesía, explicó por qué deben desconectarse teléfonos, alarmas y localizadores en una sala de conciertos.

Con el tacto más exquisito pero con firmeza, pidió al público que apagara sus teléfonos móviles, con el fin de que pudiera transcurrir sin contratiempos la segunda parte del programa, formada por “Preludio y muerte de amor” de Tristán e Isolda y la Obertura de Tannhäuser.

Durante los compases iniciales de la primera obra wagneriana, volvió a sacudir al auditorio el timbre del celular del mismo delincuente que había entorpecido la música de Bruckner.

Y lo que fue peor: el celularópata tuvo la inverecundia de responder:

—¡Bueno! Sí, soy yo... no te escucho bien, ¿adónde dices que debo ir?

Luis Pérez Santoja –erudición y melofilia extremas–, quien estaba cerca del impertinente, se apresuró a responder:

—A tiznar a tu madre.

No volvió a sonar el teléfono.

Al término del concierto, el hombre salió corriendo del auditorio. Nadie supo si quería evitar un refrendo de la mentada, o se disponía a cumplir la orden de Luis.



José Emilio Pacheco

             José Emilio Pacheco en Mérida

                                            (Para Laura)

En 2013 coincidimos Josefina y yo con José Emilio y Cristina Pacheco en un vuelo de Interjet a Mérida. En vista de que íbamos en la primera fila, separados solamente por el pasillo, aproveché la oportunidad para platicar extensamente con ellos, pero principalmente con José Emilio. 

Le comenté que todos los años el maestro Arnoldo Meléndrez, administrador de la Escuela de Periodismo Carlos Septién Garcia, y yo solemos enfrascarnos en discusiones y apuestas sobre la entrega del premio Nobel de literatura.

Añadí que en esa ocasión ya tenía yo mi candidato. Cristina Pacheco me preguntó quién era, a lo que yo con la vista le indiqué que era su esposo. Por alguna razón que no comprendo cabalmente, me dio la impresión de que a ella no le hizo gracia mi comentario. Quizá me haya visto como un vulgar adulador. Es más: la noté un poco fría conmigo, a pesar de que no solamente habíamos tenido una relación frecuente, sino que había yo estado con las autoridades de la Septién cuando le anunciamos que se le otorgaba el premio de periodismo de la institución.

Al día siguiente, en compañía del pintor yucateco  Alfonso Durán Vázquez, fuimos Josefina y yo al homenaje que se le rindió a José Emilio Pacheco en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, en Mérida. Antes de su presentación, tuve otra vez la oportunidad de platicar con él, a quien encontré tan atento y afectuoso como en el día anterior. No volví a verlo.

Todo esto lo recuerdo cuando disfruto alguno de sus poemas o vuelvo a leer Las batallas en el desierto, novela que me parece una joya de la narrativa mexicana contemporánea. 

Desde antes de la partida de José Emilio Pacheco, en 2014, le había considerado uno de los mejores poetas mexicanos. El testimonio de su grandeza se encuentra en el libro Tarde o temprano, que reúne poemas de 1958 a 2009. 




Tuesday, September 24, 2019

Antero Chávez

Los ogros también lloran

Visto a la distancia, mi amigo el percusionista Antero Chávez parece un ogro temible: casi dos metros de estatura, más de 160 kilos, barba...

Quien se acerca a él, verá que la apariencia es engañosa. Y si después del concierto acude a felicitarlo por los “solos de platillos”, recibirá un trato tan afectuoso que llevará a muchos de sus seguidores a abrazarlo.

Una admiradora suya comentó que dar un abrazo a Antero es sentirse como lagartija en tronco de árbol.

Su popularidad es tan grande entre los melófilos que un día, al término del programa en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, se formaron dos grandes filas: una de ellas, para saludar a Carlos Miguel Prieto, quien había dirigido la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México; la otra, para saludar a Antero.

Quince minutos después, el director había despedido al último de sus amigos; pero la fila para ver a Antero no tenía para cuándo terminarse. Entonces Prieto se formó también y, cuando llegó al hombre de los platillos, le dijo: “Maestro, ¿podría hacerme el favor de escribirme un autógrafo en mi partitura?”

En una ocasión descubrí a este músico en medio del público que llenaba la Sala Nezahualcóyotl. La OFUNAM, dirigida por Diemecke, interpretaba la Patética de Chaikovski, sinfonía que concluye en el silencio de la muerte. Me di cuenta entonces de que tenía un pañuelo blanco en la mano: lloraba como un niño.

Variaciones Enigma de Elgar es una de las obras que más le conmueven. En la variación “Nimrod”, aprovecha que no toca, por lo que –no sin cierto esfuerzo– se arrodilla durante todo el pasaje y cualquiera diría que se pone a rezar.

Siempre de buen humor y aficionado a las bromas candorosas, suele llevar dos tarjetas: una amarilla y otra roja, las cuales saca para amonestar o expulsar al impertinente –según el caso– como el más severo de los árbitros de futbol, su deporte favorito, que practicó en su juventud con los Pumas de la UNAM.

Hace muchos años lo vi preguntar a sus colegas si tenían cambio de un billete grande. Cuando le respondieron qué tan grande, sacó del bolsillo una gran sábana, en forma de billete, y estalló en júbilo.

Sus anécdotas suelen ser deliciosas. Mi favorita es ésta: participaba en el ensayo de Los Planetas de Gustav Holst, conducido por Eduardo Mata, cuando llegó a un pasaje en que, supuestamente, debía estallar el bombo con máxima enjundia. Tomó vuelo, pero el estrépito dejó atónito al director, porque en ese momento el percusionista tenía unos compases de silencio.

Cuando al final del ensayo le preguntó uno de sus compañeros qué le había sucedido, respondió: “Vi en mi particella la abreviatura GP, pero en lugar de interpretarla como gran pausa, pensé que se trataba de gran putazo”.

Las peripecias de Antero incluyen situaciones que lo han llegado a sonrojar: “Una vez estaba tan fascinado por la participación solista de Jorge Federico Osorio en la “Danza lejana”, segunda parte de Noches en los jardines de España de Manuel de Falla, que me recargué en el bombo para poder disfrutar mejor. “Al estar a punto de llegar a cierto pasaje, pensé que en él convendría un ligero trémolo en el platillo suspendido. Desperté entonces de mi ensueño: ¡pero si el compositor así lo pedía! Lo peor fue que ya no tuve tiempo de correr a tocarlo, porque estaba lejos de mi instrumento”.

En un concierto de la Orquesta Sinfónica de Minería dio tres platillazos en el compás equivocado durante la interpretación de la Primera Sinfonía, Ensueños invernales, de Chaikovski. Al final acudió muy apenado al camerino de Carlos Miguel Prieto, para ofrecerle una disculpa.“No te preocupes –le respondió el director–, quedan tan bien ahí, que los voy a agregar a la partitura”. Tomó un lápiz y así lo hizo.

En otra ocasión tocaba con la Filarmónica de la Ciudad de México y lo había conmovido tanto la dramática Cuarta Sinfonía de Ralph Vaughan-Williams, que tras la intervención de los platillos en los últimos compases, olvidó que el golpe final lo tiene exclusivamente el bombo. “Estaba tan encarrerado que, sin habérmelo propuesto, acompañé al bombo con un sonoro platillazo. Me dio tanta pena, que salí presuroso al término del concierto para no encontrarme con el director”.

Antero me contó que durante un viaje de la Filarmónica de Berlín a Tokio, donde interpretaría la Séptima Sinfonía de Bruckner, que tiene una sola intervención de los platillos a lo largo de 75 minutos, Herbert von Karajan se dio cuenta de que el jefe de personal no había incluido al percusionista, por lo que pidió que lo llevaran en el primer vuelo. “No me importa que sólo venga a tocar en un compás. No confío en otro percusionista”.


De acuerdo con su peculiar estilo, Karajan dirigía en ese concierto con los ojos cerrados y en profunda concentración. La música llegó por fin al compás de la intervención del platillo. El director dio un brinco en el podio, abrió descomunalmente los ojos y su rostro se contrajo en un rictus de desesperación: los platillos no habían sonado.

Saturday, September 21, 2019

Mi "Semana Elgar"

  Para Antero Chávez y Luis Pérez Santoja 

El programa radiofónico La Otra Versión, del martes 10 de septiembre, consagrado a The Spirit of England (El espíritu de Inglaterra), me dejó tan conmovido que toda esta semana he vuelto mis oídos de melómano de tiempo completo a la obra de Edward Elgar (1857-1934). 

Me refiero ahora a dos partituras del gran compositor inglés que llevo asociadas al recuerdo de sendos amigos a quienes considero hermanos en la música: Antero Chávez y Luis Pérez Santoja.

No hay ocasión en la que escuche las Variaciones Enigma sin que me asalte la imagen de Antero, instrumentista de la Filarmónica de la Ciudad de México y de otras orquestas, en el momento de arrodillarse en el fondo del proscenio, lugar reservado a los percusionistas, durante la interpretación de la novena variación (adagio) intitulada Nimrod, que le pone al borde de las lágrimas.  

Al final de ella, este gran músico al que he llegado a referirme como "un ogro que también llora", vuelve a ponerse de pie para asumir sus funciones, porque los platillos intervendrán en algunos pasajes.  



                The Dream of Gerontius 

El sueño de Geroncio, oratorio (término este rechazado por el compositor), para voces solistas, coro y orquesta opus 38, llegó a mi vida hace muchos años, por recomendación de Luis Pérez Santoja. 

En aquella época dichosa que ha quedado para perpetua memoria, solíamos llamarle "Señor de la Margolín". A tal grado conocía Luis el interés musical de los clientes de la empresa comercializadora de fonogramas, una de las más importantes que ha habido en México, que solía yo decirle: "Luis, conoces mis gustos musicales mejor que yo". Y vaya que era totalmente sincero en mi elogio. 

Por supuesto que hablaré de mis reacciones ante El sueño de Geroncio, en el que Edward Elgar da voz al extenso poema homónimo de su compatriota John Henry Newman (1801-1890), pero hoy me limitaré a este testimonio de agradecimiento. 


Thursday, September 19, 2019

Pompa y circunstancia


Pompa y circunstancia o Pompa y aparato 


Las cinco marchas Pompa y circunstancia opus 39 de Edward Elgar (1857-1934) ocupan en el catálogo de este compositor inglés un papel similar al de Bolero en el de Maurice Ravel; Huapango, en el de José Pablo Moncayo; Danzón numero 2, en el de Arturo Márquez, y Sones de mariachi, en el de Blas Galindo. Se trata en todos estos casos de partituras de excelente factura que alcanzaron las cima de la popularidad aun cuando no faltó el sabihondo que dijera que la fama de ellas eclipsó obras más meritorias. 

A tal grado es popular la primera de las marchas Pompa y circunstancia, compuesta en 1901, que fue adoptada desde 1905 por las universidades estadounidenses en las ceremonias de graduación.

Desde entonces toman para ello su trío (sección central de ciertas formas instrumentales), un pasaje solemne, cantabile, cautivador, que conmueve a las multitudes. En el Royal Albert Hall, de Londres, provoca los gritos de entusiasmo de miles de espectadores que forman un océano de banderas del Reino Unido e incluso de otros países.

Esto sucede en el último concierto del ciclo veraniego de los Proms (The Henry Wood Promenade Concerts presented by the BBC), el mayor festival de música de concierto del mundo. En ellos se canta la versión coral de ese trío:

Land of hope and glory, mother of the free,
How shall we extol thee, who are born of thee?
Wider still and wider shall thy bounds be set.
God, who made thee mighty, make thee mightier yet.
God, who made thee mighty, make thee mightier yet.

Land of hope and glory, mother of the free,
How shall we extol thee, who are born of thee?

Wider still and wider shall thy bounds be set.
God, who made thee mighty, make thee mightier yet.
God, who made thee mighty, make thee mightier yet.

Que yo sepa, solamente en las ceremonias de graduación de la Universidad de California en Fresno no se interpreta Pompa y circunstancia, sino la Marcha de Zacatecas del compositor mexicano Genaro Codina (1852-1901), considerada por algunas personas como un segundo himno nacional. Curiosamente, Land of Hope and Glory (Tierra de esperanza y gloria) tiene en Estados Unidos un honor similar. 

La Marcha de Zacatecas es vitoreada en las graduaciones de estudiantes latinos de la carrera Español con enjundia equivalente.

Post scriptum 

Jorge Velazco (1942-2003), director de orquesta mexicano, insistía en que la verdadera traducción de Pomp and Circumstance, es Pompa y aparato. Acierta, porque la expresión está tomada de la tercera escena del acto tercero de la tragedia Otelo, el moro de Venecia, de William Shakespeare, que en una buena versión en español, dice así:

"¡Adiós al relinchante corcel y a la aguda trompeta, al tambor que despierta el ardor del alma, al penetrante pífano, a las reales banderas y a todo lo que constituye el orgullo, la pompa y el aparato de las guerras gloriosas!"



Un fonograma histórico


                 Glorieta de la amistad 

Aun cuando soy usuario cotidiano de YouTube y de Spotify, disfruto de una extensa discoteca formada a lo largo de los años. Está compuesta por grabaciones de auténtica música folclórica, popular y de concierto. Es tan ecléctica que puede encontrarse en ella desde música de la Edad Media y el Renacimiento hasta la de compositores contemporáneos, algunos de ellos de extrema vanguardia.  

En esta discoteca abundan los registros de la voz humana porque nada me conmueve tanto como ella. Hace muchos años tuve el honor de ser uno de los invitados de Radio UNAM para diseñar íntegramente la programación musical de un día determinado, de acuerdo con mi gusto y criterio. Gracias a esta libertad absoluta, escogí exclusivamente obras de diversas épocas, escuelas, géneros y estilos en las que interviene la voz humana. 

He de referirme ahora a uno de mis discos favoritos en que la voz humana tiene un papel destacado, gracias a la conjunción de poesía y música. Es más: lo considero un "disco de cabecera" porque no solo lo tengo al alcance de la mano, sino porque también lo disfruto a menudo. Se trata de Glorieta de la amistad, un tesoro formado por algunas de las canciones de corte popular de Roberto López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942), poeta, ensayista, maestro, investigador y autor del libro Crónica de la música de México.

Considero que el descubrimiento de estas canciones ha significado para mí una de las mayores serendipias que me ha tocado vivir.

No exagero al considerarlo además como una empresa histórica, ya que por vez primera se graban esas canciones conmovedoras de un valor que coloca a su autor como uno de los grandes compositores.

Por si esto fuera poco, uno de los músicos reunidos bajo el signo de la amistad en homenaje a Roberto López Moreno es una de las figuras más importantes de la música popular mexicana: Zeferino Nandayapa (1931-2010), virtuoso de la marimba, el instrumento surgido en África y que supuestamente tomó su forma definitiva en Chiapas gracias al genio de Corazón de Jesús Borraz Moreno (1877-1960). 

Particularmente valiosas son estas grabaciones en las que intervino Zeferino Nandayapa porque fueron realizadas cuando el maestro vivía los últimos fulgores del ocaso de su vida, pero se encontraba en pleno dominio de sus facultades. ¿Que la grabación de la marimba adoleció de fallas técnicas no solo ajenas a su voluntad sino que también resultó víctima de ellas? Cierto, pero ni aun estas circunstancias demeritan su valor como documento histórico.  

Además de este singular atractivo de tipo histórico, permítaseme insistir, este disco merece un lugar de honor porque las canciones de la autoría del poeta chiapaneco encuentran en la voz de Martha Mejía, soprano spinto, su intérprete ideal.

Martha Mejía inicia el disco con una composición suya, "un acto ofertorio" el danzón Roberto colibrí, dedicado al poeta.

Un hecho tan asombroso que podría calificarse de kafkiano es que el disco Glorieta de la amistad es  una versión preliminar que no ha salido a la venta por diversos motivos. Llegó a mis oídos porque Martha Mejía me habló de algunas piezas contenidas en él y accedió a darme un ejemplar.

En la próxima entrada de este blog haré un análisis del contenido musical de Glorieta de la amistad, así como de los artistas que intervienen en él. 

Antes de proseguir, debo dar la palabra a Martha Mejía:

"El proyecto de Glorieta de la amistad nos llenó de emoción a Roberto López Moreno y a mí porque sus canciones habían sido un hallazgo para mí y   él siempre había querido que alguien las cantara. Cuando supo que yo las escuché y me parecieron muy hermosas, le gustó mucho la idea de que fuera yo quien las interpretara". 

El pacto había tomado forma; tiempo después, habría de dar fruto. De esto se hablará en breve. 




Wednesday, September 18, 2019

Sir Edward Elgar y El espíritu de Inglaterra


Al principio del programa La Otra Versión del 17 de septiembre, conducido por Javier Platas Jaramillo en la estación Opus 94 del Instituto Mexicano de la Radio, se afirmó con acierto que Edward Elgar es un compositor menos conocido, aun cuando cuenta con sus fans, partidarios y seguidores.

Sinceramente, confieso que soy entusiasta partidario de este compositor. Es más: la música inglesa del siglo XX se encuentra entre mis predilectas gracias a Elgar y otros compositores como Benjamin Britten, Gustav Holst, Frederick Delius y Ralph Vaughan-Williams.

Tres de ellos fallecieron en 1934, año no solo amargo para la música inglesa, sino precursor de la tragedia que se abatiría sobre el mundo, puesto que el 2 de agosto Hitler se proclamó Führer (líder) y canciller imperial de Alemania. 

Estos son los compositores ingleses fallecidos en ese año, en el lapso de 107 días:

Edward Elgar (1857-1934), el 23 de febrero
Gustav Holst (1874-1934), el 25 de mayo
Frederick Delius (1862-1934), el 10 de junio

Sumamente interesante fue que la obra escogida para el programa por Rodrigo Elorduy, director de orquesta y concertista de piano, haya sido The Spirit of England (El espíritu de Inglaterra), opus 80, para coro y orquesta, compuesta en plena Primera Guerra Mundial, de 1915 a 1917.

La obra tuvo esta dedicatoria:

"A la memoria de nuestros gloriosos compatriotas, con un pensamiento especial a los de Worcester". 

Sus tres movimientos llevan esos títulos 

  1. El 4 de agosto
  2. A las mujeres
  3. Por los caídos

El título del primer movimiento hace referencia a la fecha en que el Reino Unido declaró la guerra a Alemania, hecho ocurrido siete días después del inicio del conflicto, el 28 de julio de 1914, que en un principio fue conocido como la Gran Guerra.

Con esta conmovedora obra Edward Elgar expresó ciertamente su orgullo patrio, pero también su dolor por la tragedia de la guerra. En este último aspecto, se coloca a la altura de otros grandes compositores ingleses, como Benjamin Britten (1913-1976),  autor del magistral War Requiem, compuesto de 1961 a 1962. 


En la entrada siguiente, hablaré de otras obras notables de Sir Edward Elgar. 


Tuesday, September 17, 2019

Alejandro Avilés y la revista Ábside

Ábside, Alejandro Avilés, los Ocho Poetas Mexicanos 
       
                  Para Laura Hernández Meléndez

Este lunes, 16 de septiembre, se han cumplido 14 años de la muerte de Alejandro Avilés (1915-2005), ocurrida en Morelia, ciudad tan cercana a su corazón, aun cuando haya nacido en la Brecha, Sinaloa.

 En memoria de este personaje que tuvo un enorme peso específico en el periodismo, la política, la poesía y la vida cultural de México; hombre que fue mentor de numerosas generaciones de periodistas, haré una mención a la  revista cultural Ábside. 

He decidido esto porque de don Alejandro Avilés, llamado el Profe por los alumnos a quienes se refería con la sinaloense pronunciación de mushashos, ya resulta difícil agregar un elogio más.

 De Ábside, revista cultural publicada entre 1937 y 1963, tampoco he de convertirme  en el portador del incensario (turiferario le llama la Academia), para concretarme en esta fecha en recordar que bajo el signo de Ábside de los hermanos Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte, así como de Alfonso Junco, se formó el grupo que habría de tomar el nombre con el que fue bautizado: Ocho Poetas Mexicanos.

Ellos son:

Alejandro Avilés 
Roberto Cabral del Hoyo
Rosario Castellanos
Dolores Castro
Efrén Hernández 
Honorato Ignacio Magaloni
Octavio Novaro 
Javier Peñalosa

En una próxima entrada, hablaré de algunos de los hombres y mujeres que colaboraron en Ábside, entre quienes se encuentran Carlos Pellicer, Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, Concha Urquiza, Fernando Díez de Urdanivia y Gabriela Mistral. 

(En la foto, Dolores Castro y Alejandro Avilés)


Thursday, September 12, 2019

¡Mahlerianos del mundo, sigamos unidos!

En su libro Mahler (2007), el musicólogo español José Luis Pérez de Arteaga (1950-2017) afirma: "Muy pocos músicos, quizá ninguno, han experimentado una expansión y un auge similar apenas un siglo después de su muerte".

Al carácter acertado de esta afirmación, el muy añorado presentador del programa El mundo de la fonografía de Radio Clásica (Radio Nacional de España) añade que en 1959 Mahler era un compositor apenas interpretado, excepto en algún predio salvaguardado por sus discípulos o seguidores. Uno de los argumentos aportados por el autor  es que en la actualidad hay más de dos mil registros fonográficos de sus obras.

 Con esta sentencia profética reaccionó Mahler ante el poco aprecio que en vida se tenía por sus obras: "Meine Zeit wird noch kommen" (Mi tiempo está por llegar). En 1967, como lo recuerda Pérez de Arteaga, Leonard Bernstein proclamó: "Su tiempo ha llegado".

No he de insistir ahora en uno de los fenómenos más portentosos de la historia de la música porque no hay melómano que lo desconozca. En otras palabras: no pretendo ser más mahleriano que Bernstein, por lo que me limitaré a expresar mi regocijo por el reciente nombramiento de Enrique Arturo Diemecke, egregio promotor de la música del compositor de Das Lied von der Erde, como Presidente Honorario de la Sociedad Mahler de México.

Y he de repetir aquí lo que le dije hace  muchos años después de un concierto en el que dirigió la Décima sinfonía en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México: "Las versiones mahlerianas que más me han conmovido en mi vida son las de Bernstein y las de Diemecke". 

¡Mahlerianos del mundo, sigamos unidos!


Ni tos ni aplauso inoportuno

Durante la transmisión radiofónica de uno de los recitales del Festival Internacional de las Arte de Edimburgo,  verano del 2019, realizado en el King's Hall, escuchamos que el pianista solicitó al público que se abstuviera de aplaudir en el lapso entre la interpretación de la Sonata Desde la calle, de Leoš Janáček, y la Sonata número 23, Appassionata, de Ludwig van Beethoven.

Así lo hizo el público escocés, pero en su lugar todo el mundo estalló en toses. El conductor del programa de Radio Clásica de Radio Nacional de España comentó irónico: "Nos regalaron un concierto de toses masculinas y femeninas desde los registros más graves hasta los más agudos". 

Este fenómeno se presenta en casi todas las salas de concierto del mundo, según podemos comprobar no solo por nuestra experiencia personal, sino por lo que queda grabado en cintas magnetofónicas y videos. El efecto es tan desastroso como el de los gritos de un anuncio publicitario entre dos piezas escuchados en YouTube. 

Siempre me ha parecido que la motivación de numerosos melófilos se origina en su deseo de demostrar que saben perfectamente que no debe aplaudirse entre uno y otro movimientos de una sonata, un concierto o una sinfonía, lo cual quieren demostrar con ese estrépito convulsivo y sonoro del aparato respiratorio que suele superar los cacofónicos decibelios de un aplauso. 

El silencio también es parte de la música, ¿cierto que sí? 



Wednesday, September 11, 2019

Kindertotenlieder. Versión en español

Kindertotenlieder de Friedrich Rückert (1788-1866) que inspiraron a Gustav Mahler (1860-1911) su ciclo de canciones para voz y orquesta 



1.
Ahora el sol se levantará tan radiante,
como si la noche no hubiera traído desgracia.
La desgracia me ha ocurrido sólo a mí,
mientras que el sol brilla para todos.

No debes encerrar en tu abrazo a la noche,
sino sumergirla en la luz eterna.
Una lampara se enciende en mi morada,
¡saludad a la alegre luz del mundo!



2.
Ahora entiendo por qué lanzas 
tan oscuras llamas hacia mí,
¡Oh ojos!
Como si desearas recoger
todo tu poder en una simple mirada.
Pero no sospeché, que la confusión hilada
por el frustrante destino que me envuelve,
producido por el regreso a casa,
era la fuente de todas las desgracias.

Querías decírmelo con tu fulgor:
Nos gustaría estar contigo,
pero nos fue denegado por el destino.
¡Miradnos, pronto estaremos lejos de ti!
Aquellos que ahora nos observan,
no serán más que estrellas en la noche.



3.
Cuando tu madre
viene hacia la puerta,
y giro la cabeza,
para observarla,
mi mirada no cae
primero hacia su rostro,
sino sobre el lugar,
cerca del umbral,
donde tu pequeña carita
solía estar,
cuando tú, radiante de alegría,
entrabas, también,
tan normal, mi hijita. 

Cuando tu madre 
viene hacia la puerta
a la luz de la vela,
me parece como si
estuvieras entrando,
fugazmente tras ella,
como solías hacer, a la habitación.

Oh tú, trocito de tu padre,
¡ay, tan pronto,
mi alegría, tan pronto extinguida!



4.
¡A menudo pienso que nos abandonaron!
¡Pronto regresarán a casa!
¡Bello día! ¡No estéis inquietos!
Sólo están haciendo una larga caminata.

Desde luego, nos abandonaron
y regresarán ahora a casa.
¡Oh, no os inquietéis, es un bello día!
¡Han ido a caminar por las altas colinas!

Nos han abandonado antes de tiempo
¡y no querrán regresar a casa!
¡Les cogeremos en las altas colinas al ocaso!
¡Es un bello día sobre las altas colinas!



5.
Con este tiempo, con este tumulto,
no debería haber enviado fuera a los niños;
alguien les llevó fuera, 
y yo no he dicho nada.

Con este tiempo, con este tumulto,
no debería haber enviado fuera a los niños;
ellos podrían caer enfermos,
vanos son ahora los pensamientos.

Con este tiempo, con este horror,
he dejado salir a los niños,
ellos podrían morir mañana,
no debo de preocuparme de eso ahora.

Con este tiempo, con este horror,
no debería haber enviado fuera a los niños;
Fueron raptados,
no podría decir una palabra contra eso.

Con este tiempo, con esta tormenta, con este tumulto,
descansan como si en la casa de su madre, 
no se asustaran por ninguna tempestad,
protegidos por la mano de Dios.
Están esperando como si estuvieran 
en la casa de su madre.


Ocurrido sólo a mí,
mientras que el sol brilla para todos.

No debes encerrar en tu abrazo a la noche,
sino sumergirla en la luz eterna.
Una lampara se enciende en mi morada,
¡saludad a la alegre luz del mundo!

Fuente de esta versión en español: Kareol.es