Friday, April 13, 2018

Fanfarrias para el hombre común


Cuando concluí la lectura del texto de David Páramo Chávez  intitulado El hombre común, publicado en el periódico Excélsior de la Ciudad de México el 11 de abril, escribí al autor:

"El compositor estadounidense Aaron Copland (1900-1990) entregó una obra maestra intitulada Fanfarria para el hombre común. Tú has escrito una columna igualmente magistral sobre el personaje común y corriente".

La similitud del elogio al hombre común hecho por el periodista y el hecho por compositor me pareció evidente a pesar de los medios tan diferentes con los que expresaron sus mensajes.

Entre otras reflexiones, Páramo Chávez expone las siguientes

"No me gustan las reuniones de expertos o las tertulias de colegas. No soy afecto a leer doctos análisis, sólo lo hago por cuestiones estrictamente profesionales. Tampoco me gusta estar pendiente de qué están haciendo mis colegas, puesto que me concibo mucho más como un caballo de carreras que no puede voltear a los lados para no distraerse.

"Me parecen bastante irrelevantes las mesas de análisis y los debates entre comentócratas, puesto que, en el mejor de los casos, se trata de discusiones, quizá informadas, entre pares. La sociedad es mucho más diversa que políticos, periodistas o cualquier otro experto.

"Tampoco creo en las encuestas ni en los análisis de expertos. Sé que en muchos casos están hechos a la medida del cliente o del deseo de su creador. Prefiero platicar con la vendedora de dulces o el mesero; el entrenador de gimnasio o el ama de casa; la maestra de guardería o el empleado de una oficina… todos aquellos que son el hombre común. Todos esos que están más ocupados en buscar el bienestar de su familia por sus propios medios que por la elección de una suerte de gobierno tan milagroso como imposible.

"Hombres y mujeres que no tienen tiempo ni voluntad para ser activistas en las redes sociales, pero que desean vivir en el mejor México posible. Están más interesados en el próximo festival escolar de su hijo, el evento deportivo de su hija o si su equipo de futbol calificará a la liguilla".

Inspirado en el ensayo El siglo del hombre común, de Henry A. Wallace (1888-1965), político que fue vicepresidente de Estados Unidos, Aaron Copland compuso la Fanfarria para el hombre común en 1942. 

El inglés Eugene Aynesley Goossens (1893-1962), director de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati, había solicitado a diversos compositores oberturas que exaltaran el esfuerzo de soldados, marinos y aviadores de los ejércitos aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, Copland prefirió honrar al ciudadano corriente, al hombre de la calle que suele pasar inadvertido, al que nadie parece tomar en cuenta. Ya no más fanfarrias para los grandes de este mundo, los reyes, los próceres, los inmortalizados en bronce, los políticos prominentes, los magnates, los hombres poderosos.

La Fanfarria para  el hombre común abre con una solemne percusión que precede a la vibrante irrupción de las trompetas al unísono que proclaman el valor y la dignidad intrínseca del individuo. Compases adelante, la música alcanza los registros más altos, en un evidente símbolo de las aspiraciones del hombre sencillo, el hombre libre en una sociedad democrática. 

Todo esto hace que la Fanfarria para el hombre común de Copland, la partitura más popular de su catálogo, la que se ha convertido en un himno,  sea considerada como propia por quienes estamos conscientes tanto de nuestra condición de hombres comunes como de nuestra indiscutible dignidad, de la que tan legítimamente orgullosos estamos. 









Thursday, April 12, 2018

Dolores Castro: una vida luminosa




Este día 12 de abril del 2018, nuestra amadísima Lolita Castro (Dolores Castro Varela de Peñalosa) llega en plena actividad creadora y con las manos llenas de promesas a la edad de 95 años.

No he de hablar ahora sobre la grandeza de la poeta mexicana porque ya no podría añadirse una sola gota al torrente de elogios que se ha derramado sobre su obra y su persona. Me limitaré a transcribir este poema suyo, cumbre de la poesía que canta en lengua española al amor conyugal:



ELEGÍA A JAVIER PEÑALOSA

Amontono las piedras ardientes 
entorno de tu imagen
y me quiero apartar, alejarme, 
ya no pensar en ti.

Pero quedo atrapada 
recordando 
el tibio trato tuyo 
sol nuevo y más hermoso cada día 
y luego tus acciones 
de corte delicado y sorpresivo 
más allá de medidas 
humanas mensurables.

Todavía estoy prendida 
al fuerte canto de tu corazón 
activo y deslumbrante.

Al cauce cálido que formamos 
con tu cuerpo y el mío.

Y levanto mi triste fortaleza 
con piedras que se apagan lentamente 
sobre tu amor, el real, el de tocarse 
y contestar palabras.

Me cerraron la boca de los días 
ahora son enormes y callados. 
Atropellados como piedras sueltas 
entre las patas de los caballos. 
Yo lo creí de luz 
era de cera.
¡Ah, pero ardía! 
Ningún golpe de viento lo apagaba: 
para apagarlo sólo el mar 
sólo el mar. 

Asistí a su esplendor 
y me tocaba 
de cerca su grandeza. 

Hoy Vivo vida extraña 
de medio ser 
tocada por el aire 
en carne viva, recién cortada.

Aún recuerdo luz 
mientras vivo la sombra 
el ajetreo de espaldas a la vida 
a la ventana.

La torre que con tanto tiento
habíamos construido, no sé por dónde 
terminarla. Tú me diste 
la fuerza, los contornos:
sólo me faltan tus manos 
y el aliento.

Yo traspaso los días 
como agujeros. 
Tragando lágrimas 
me alimento

y busco puentes para cruzar ríos 
donde se ahogan todas las imágenes.

Las noches me recuerdan otras noches 
las cosas se me vuelven enemigas: 
la cabecera de la cama
y tu lugar vacío.


Tuesday, April 3, 2018

Of Rage and Remembrance

Cartas a Hugo desde Soledad 

Soledad, California, 3 de abril del 2018 

Querido Hugo, 

Hace tres de decenios, Georg Solti (1912-1997), director de la Sinfónica de Chicago, encargó a John Corigliano, quien era compositor residente de la orquesta, una de las obras que estarían  enmarcadas en la celebración del centenario de la agrupación, el cual se celebraría en 1991. 

Dirigida por Daniel Barenboim, el notable músico argentino nacionalizado español, israelí y palestino, la Sinfonía número 1 de Corigliano,  estadounidense de ascendencia italiana, fue estrenada el 15 de marzo de 1990. 

Por su parte, diversos coros masculinos gay de las ciudades de Seattle, Nueva York y San Francisco comisionaron a Corigliano una obra coral. En esta forma nació la cantata intitulada Of Rage and Remembrance (De rabia y recuerdos), para mezzosoprano, niño soprano, coro masculino y conjunto de cámara formado por doce campanas, ocho violonchelos y cuatro contrabajos.

La, cantata Of Rage and Remembrance está basada en el tercer movimiento de la Sinfonía número 1, el cual es una chacona intitulada Giulio's Song. 

Así lo dice John Corigliano: 

"En esta chacona incluyo un poema tenso y desconsolado de William H. Hoffman, amigo y colaborador en mi ópera The Ghosts of Versailles  (Los fantasmas de Versalles) y en el ciclo de canciones The Cloisters (Los claustros). Aquel poema incluye una letanía de hombres fallecidos por causa del SIDA".




                    John Corigliano 


No haré por ahora un análisis del poema de William H. Hoffman (1939-2017) ni del binomio poesía y  música en  esta conmovedora partitura; pero cuando menos aquí lo copio íntegro, a reserva de emprender una traducción libre al español:



This is the season of stone: 
Dead leaves on a garden wall,
Dried berries in bone-cold air, 
A brittle moon,
An ashen sun.
Bear it,
Bear it, you tell me.
This is the season of stone.
Was there a time before the sorrow – 
Days of double darkness,
Nights of blinding light?
Is there life outside the terror –
Waking from an airless dream
To the silence of an empty room?
This is the season of stone,
You tell me,
When dead leaves lace the garden wall, 
And berries dry in the bone-cold air. 
And the brittle moon rules
The ashen sun.
Bear it,
Bear it, you tell me.
This is the season of stone.

                    II

This is the season of stone.

And the fog on the hyacinth roads.
Remember the breeze through the fields at dawn, 
Cascading the trees and our youth-dark hair.
I remember, I remember.
Remember.
Giulio Sorrentino, cellist,
You were the radiance of my youth.
Freddy. Fortunato Arico,
Giulio's teacher,
goodbye.
Paul Jacobs, brilliant pianist and dry wit,
Farewell.
J. J. Mitchell, muse of poets and painters,
Adieu.
Jacques Chwat, a cabalist and agnostic,
You walked among the living,
Guided by the dead.
Maya zhizn, maya maledost,
Prashchai, prashchai.1
Mark Pearson and Jim Moses: friends, lovers, died in '88. 
Shalom.
Robert Jacobson:
A tall, kind man with a dazzling smile
Opera was his passion.
Adios.
Nikos Kafkalis: I'll never forget you!
Goodbye. Farewell.
Anthony Holland: man of the theatre,
Oh, Tony, I miss you so!
Lebewohl.
Farewell.
Adios.
Goodbye.
This is the season of stone.
Bear it, bear it, you tell me:
But remember the crack of the ice-locked lake, 
And the fog on the hyacinth roads.
Remember the breeze through the fields at dawn, 
Cascading the trees and our youth-dark hair.
I remember the scent of mint and thyme,
I remember the heat,
I remember the wine.
I remember the joy.
Remember.
Though I live to be a thousand years,
I'll never forget you.
Gahm kee-aylaykh b'gay tzahlmohvess 
Loh-eeraw raw kee-ahtaw eemodee



                William H. Hoffman