Friday, September 23, 2016

Los brujos de Catemaco


      


Hace muchos años contaba yo con los servicios de una secretaria que se empeñaba en llamarse Laura, aunque su verdadero nombre era Laurentina.

Nacida en Veracryz, la tierra que Agustín Lara hizo suya por derecho de amor, esta muchacha rumbera y jarocha sabía más de brujería que todas las enciclopedias británicas e hispánicas y aun se había adelantado al torrente de información de la Wikipedia.

En una ocasión me confió que estaba angustiada, porque habían embrujado a su mamá. La prueba irrefutable era que tenía las pupilas verdes, por lo que había ido a buscar los buenos oficios de un brujo de Catemaco, famoso por el acierto de sus diagnósticos.

Este vidente la había puesto en la pista de la autora del maleficio, y le previno que se trataba de una mujer extremadamente peligrosa. Sospechando a quién se refería, Laura se había aprestado a contrarrestar los perversos propósitos de la enemiga de su madre.

—Laura —le dije—, no es que dude de los brujos de Catemaco, pero me parece que su mamá acusa los síntomas de una grave enfermedad llamada glaucoma, y yo le aconsejaría que vaya a su tierra este mismo fin de semana para que consulten a un buen médico. Es preciso que no pierdan más el tiempo.

En un principio, Laura se mostró ofendida porque me había atrevido a dudar de la infalibilidad de los brujos; pero el viernes al mediodía me pidió la tarde para tomar el autobús a su tierra.

No regresó hasta el miércoles. Me dijo que en efecto su madre padecía glaucoma, pero que ya había empezado el tratamiento.

No volvimos a acordarnos de hechiceros y taumaturgos hasta el día en que escuchaba en mi oficina una grabación de la Misa en cuartos de tono para coro masculino a capella, dedicada por Julián Carrillo al papa Juan XXIII; esa obra extraña cuya fuga “Et in Terra pax” provoca un estado de angustia al director de orquesta José Areán, según me lo ha confiado.

Entró extrañada a mi oficina y me dijo:

—Maestro, qué rara música está escuchando hoy. Me pone nerviosa. ¿Qué no será lo que cantan los brujos de Catemaco? 


                            

Monday, September 19, 2016

Me too!

En 1960, cuando fue Pau Casals a México para presentar en Acapulco su oratorio El Pessebre, un periodista le preguntó con aire de pedantería:
—Maestro, háganos el favor de expresarnos con claridad cuáles son los pilares que sostienen su credo estético.
—Me gushta lo bueno y me disgushta lo malo –fue la respuesta del músico de 83 años, defensor de la libertad, la democracia y los derechos humanos.

El general y pintor mexiquense Ignacio Beteta contestó así al que quiso saber el secreto de la acuarela:
—Pues yo creo que estriba en lo aguadito, ¿no?

Al final de una interpretación trepidante de la Décima Sinfonía de Dmitri Shostakovich, a cargo de su hijo Maxim al frente de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, corrí a su camerino en la Sala Nezahualcóyotl, de la Ciudad de México, y le dije estas palabras con la esperanza de que tocaran su corazón:
—I love Shostakovich’s music. (Amo la música de Shostakovich)
—Me too! (Yo también) –respondió. 



Sunday, September 18, 2016

El 16 de septiembre en Salinas, California


                       


El día patrio mexicano por excelencia, el 16 de septiembre en que la nación celebra el inicio de la Independencia, el National Steinbeck Center, de Salinas, California, hizo honor a la vertiente luminosa del Estados Unidos generoso y hospitalario.

Dentro del programa Big Read del National Endowment for the Arts,"que amplía nuestra comprensión de nuestro mundo, de nuestras comunidades, y de nosotros mismos a través de la alegría de compartir un buen libro", consagró la sesión inaugural del ciclo al volumen Sun, Stone, and Shadows. 2O Great Mexican Short Stories, versión en inglés de Sol, Piedras y Sombras, una y otra editadas por el Fondo de Cultura Ecnómica, de México.

La función comenzó a las tres de la tarde con una muestra de lo más destacado de la colección Steinbeck-México del National Steinbeck Center y prosiguió con la charla Steinbeck's México, de Susan Shillinglaw.

A la manera de un intermedio, la banda de concierto de la Universidad de California en la Bahía de Monterey, dirigida desde la flauta por el maestro Enrique Ríos-Ellis, tuvo una extensa, emotiva presentación que se inició con una evocación sonora del mundo maya en que  las percusiones imitaron el canto de la lluvia, don generoso del dios Chaac. Esta intensa evocación precedió a la canción maya Los Xtoles, entonada por todo el auditorio formado íntegramente por estadounidenses, quienes fueron instruidos previamente por el maestro Rios:

Koonex koonex, palexen
Xik tu bin, xik tu bin, yokol k'in

Por cierto que esta auténtica melodía precolombina es citada por Silvestre Revueltas en su partitura La noche de los mayas.



A continuación, el maestro Ríos ofreció una canción de su autoría que canta, voz y flauta, la nostalgia por la patria lejana, la saudade del portugués.

En su más conmovedora intervención solista, la  cantante Dulce  Ixtupé, de ascendencia guatemalteca, residente sucesivamente en Canadá y Estados Unidos, interpretó Solamente una vez, de Agustin Lara, canción que provocó la nostalgia de este cronista y de su esposa, quienes se unieron sotto voce al canto desde sus asientos de la primera fila.


                   

La saudade por la Ciudad de México y la juventud hizo que el cronista recordara entonces las palabras de la poeta gallega Rosalía de Castro: "Cando vos oio tocar, mórrome de soidades"  (Cuando las oigo tocar, me muero de añoranzas).

La parte central de la función estuvo a cargo del grupo Western Stage, que realizó una adaptación dramática del cuento Mi vida con la ola, en su versión en inglés intitulada My Life with the Wave, de Octavio Paz.

La voz del narrador y la acción dramática contribuyeron al mayor disfrute y mejor compresnsión de este delicioso cuento del Premio Nobel mexicano, uno de los veinte escritores paisanos suyos incluidos en el libro mencionado, entre los que se encuentran Juan Rulfo, José Emilio Pacheco y Carlos Fuentes, este último autor del célebre cuento intitulado  Chac Mool, otra joyita de la llamada irrealidad fantástica.

                                                      


Conscientes de que la gastronomía también forma parte de la cultura de un país, los organizadores tuvieron el fino detalle de ofrecer a la concurrencia una amplia variedad de tacos mexicanos, servidos en el patio, mientras la banda de concierto interpretaba, principalmente, música de Brasil y una pieza con el sabor caribeño de Cuba. 

Una vez más, la flauta del maestro Ríos y la voz de Dulce llenaron el recinto al final de la rarde.

Coda

No menos importante en este programa fue la disertación sobre el extenso panorama oral californiano.

Reciba el National Steinbeck Center un agradecido reconocimiento por su aprecio por la cultura mexicana. 





Thursday, September 15, 2016

Quien porfía, estrena sinfonía



Quiero ahora recordar a Carlos Chávez, uno de los músicos mexicanos que más he admirado. Reproduzco para este fin la crónica que publiqué en mi libro Allegro molto. Sesenta años de anécdotas. Luzam, México, 2010



En 1953 se realizó en la Ciudad de México uno de los estrenos musicales más extraños de que se tenga memoria: el de la Cuarta Sinfonía, Romántica, de Carlos Chávez (1899-1978), compuesta por encargo de la Orquesta de Louisville.

Es probable que las circunstancias del evento hayan superado en dramatismo a la primera audición de La consagración de la primavera, de Stravinsky, prototipo de premiere turbulenta. Sólo que la sinfonía de Chávez no precipitó un alud de comentarios desfavorables, manifestaciones de disgusto o exclamaciones airadas; tampoco el compositor tuvo que abandonar la sala por una puerta posterior, escoltado por la policía.

Sin embargo, en el Palacio de Bellas Artes el ambiente estuvo cargado de tensión por razones particulares.

Ni siquiera los gatos...

La función se había iniciado normalmente. Las puertas de la Sala Principal estaban cerradas desde minutos antes, como lo exigía Chávez, y se impedía el paso a los retrasados.

Con su puntualidad característica, salió al escenario, agradeció la ovación y subió al podio. Volteó hacia el público y esperó unos segundos a que hubiera silencio absoluto.

“Hoy día, todo sale a las mil maravillas en los conciertos; ni siquiera hay gatos que se deslicen furtivamente por el escenario”. La observación hecha en cierta ocasión por el pianista Walter Gieseking fue válida para la primera parte de la velada. Pero a partir del intermedio, ésta tomaría un curso diferente.

Todo empezó con un ruido misterioso que interrumpió la charla del público congregado en los pasillos y el vestíbulo del teatro, el cual quedó sumergido en tinieblas más densas que la conciencia de un director de orquesta que finge un acceso de tos durante la cadenza del solista.

Pasado el estupor inicial, algunas personas comenzaron a encender cerillos. Los caballeros más elegantes tuvieron la oportunidad de lucir sus encendedores que, en esos tiempos, eran tan lujosos como ineficaces.

Uno de los músicos –¿habría sido el oboísta?– asombró a todo el mundo al silbar, con impecable fraseo, la melodía tradicional de las Posadas.

Las bromas continuaron un buen rato. Todas ellas eran típicas de las preocupaciones y de la mentalidad de los años de la guerra fría.

—¡Los rusos sobrevuelan la ciudad! ¡Van a bombardearla!

—Eso quisieras, pero fueron interceptados por los gringos.

—Ni una cosa ni la otra: los antichavistas están decididos a boicotear el estreno.

La espera se hacía interminable. El humor de la gente empezó a marchitarse y de él brotó la flor negra de la impaciencia. Cuando se indicó al público que pasara a la sala, reinaba aún la oscuridad, por más que se hubiera asegurado que todo estaba “bajo control”.

Unos obreros colocaban sobre la concha acústica una serie de foquitos que volvieron a evocar el ambiente navideño de los días invernales, a pesar del calor reinante.

Chávez ya se fue a dormir

Tras otra prolongada espera, salió al proscenio un circunspecto caballero. A pesar de la penumbra, todos se percataron de que no se trataba del maestro, puesto que su paso no eran tan ágil y juvenil como el suyo.

—Es el director suplente –susurró un melómano– , porque Chávez ya se fue a dormir.
Pronto se despejó la incógnita: el misterioso personaje ofreció disculpas al público e hizo un pormenorizado relato de lo sucedido. Hizo este tremendo anuncio:

–Sucede que un empleado de este Palacio de Bellas Artes puso las manos en los controles de la iluminación y se electrocutó.

Un murmullo de asombro invadió el recinto y se escucharon unos aplausos provenientes de las alturas en sombra. El resto del público no se hizo cómplice de la demostración de humor macabro y los acalló rápidamente.

Nueva espera

Diez minutos después, entró al proscenio otro señor para rectificar:

—Damas y caballeros: el empleado que puso las manos en los controles no se electrocutó, como erróneamente les fue informado. Únicamente sufrió algunas quemaduras y ya lo están atendiendo en la Cruz Roja.

Había pasado mucho tiempo desde que se produjo el apagón y la tolerancia del público había rebasado su nivel, aunque todos permanecíamos en nuestros asientos.


Fiat lux

El maestro Chávez regresó por fin al podio, levantó los brazos e hizo la consabida señal. Ya íbamos a escuchar la sinfonía que el músico, tan amado por unos como vituperado por otros, había compuesto en Acapulco.

Qué grata impresión producía aquella música profundamente mexicana, aunque distante del primer nacionalismo de El fuego nuevo, Los cuatro soles y la Sinfonía India.

Los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional iban saliendo airosos de la interpretación de la difícil obra; pero minutos después, un murmullo leve, nervioso, volvió a invadir la sala. Los instrumentistas veían furtiva, angustiadamente los focos; el auditorio compartía su intranquilidad: la luz se iba otra vez.

Luz, más luz

Solamente el maestro conservaba la serenidad, aunque es probable que en su mente martillara con obstinación la suplicante frase de Goethe: “Luz, más luz”.

Pero he aquí que la iluminación bajaba de intensidad, parecía extinguirse, volvía, bajaba de nuevo...

 A la mitad de la sinfonía, la situación se tornó desesperada. Los codazos dados a los vecinos de butaca se multiplicaban y crecía la expectación. Los cuchicheos, que se habían iniciado en pianísimo como un rocío primaveral, formaban ya un impetuoso oleaje.

Los músicos casi no podía distinguir entre las negras y las corcheas: tenían las cabezas hundidas en los atriles y hacían esfuerzos por tocar en esas condiciones. Lo único que el público lograba distinguir, al fondo de escenario, era la cabellera plateada del timbalista Carlos Luyando.

A estas alturas, todo el mundo había comprendido que la catástrofe era inevitable.

En un intrincado pasaje –un tutti– dejó de vibrar el débil filamento del último foco y quedamos sumergidos en las tinieblas que deben haber precedido al Génesis.

La situación era embarazosa. Afortunadamente, tras unos instantes de desconcierto, el público alivió la tensión con sus aplausos. Con los ojos de la imaginación podíamos ver al maestro agradeciendo la ovación con sus corteses ademanes.

Otra prolongada espera.

Chávez no acepta la derrota

Con tantos contratiempos, cualquier otro concierto se habría suspendido, pero Carlos Chávez estaba decidido a presentar ante el público mexicano la sinfonía cuyo estreno mundial acababa de realizar en Kentucky.

Una vez que refuncionó la raquítica planta eléctrica del Palacio de Bellas Artes, Chávez se dispuso a reanudar la interpretación en el pasaje donde había sido interrumpido el flujo de la música; pero en ese instante, una persona se dirigió a él en voz alta:

—¡Da capo, maestro, por favor!

El director y compositor vio al intruso con una expresión indescriptible. ¿Disgusto? ¿Incredulidad? ¿Complacencia? Nadie lo supo.

Volvió las hojas de su partitura y los músicos lo imitaron. En un ambiente de desasosiego tuvo, contra todos los pronósticos, una feliz ejecución la Cuarta Sinfonía.

El calor había dado paso al frío de la madrugada. Los maestros del atril, agotados pero estoicos, habían hecho acopio de buena voluntad y profesionalismo.

Dos días después, un erudito crítico comparaba esta interpretación con la clásica ejecución de la Sinfonía Los adioses, de Haydn, en la que cada instrumentista, al terminar su parte, apaga la luz del atril y se retira en silencio hasta que no queda más luz en el proscenio que la del violín concertino.

Ningún comentario periodístico fue tan certero como el que describió el heroico empeño del maestro: “Quien porfía, estrena sinfonía”.


México, creo en ti

El cibersitio (o sitio web) Música en México  nos envía un codiciable regalo de fiestas patrias presidido por este mensaje:

"Hemos elaborado una mínima selección de la música folclórica más representativa de cada estado de la República Mexicana con la intención de celebrar la enorme riqueza cultural de nuestro país. La tradición musical de México es patrimonio de todos nosotros, por ello estamos convencidos en que una empeñosa difusión ayudará a mantenerla vigente y valorada. Esperamos que la disfrute y le deseamos ¡Felices fiestas!"

Las treinta y dos entidades federativas están representadas por su música folclórica a la distancia de un clic en cada video:

                 www.musicaenmexico.com.mx


Me hago eco de esta invitación con el exhorto de que sintamos vivo el amor por México, su música, su cultura, su historia y sus tradiciones no solo en este aniversario de la Independencia, sino en todo instante y momento, como se decía antaño.

"En tanto que permanezca el mundo,
no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan".

La profecía de nuestros antepasados sobre Tenochtitlan trasciende a la gran urbe y abarca la patria entera. 

* * * 

A la manera de una coda, concluyo con estas palabras del yucateco Ricardo López Méndez (1903-1989):

"México, creo en ti porque escribes tu nombre con la X que algo tiene de cruz y de calvario (...) porque si no creyera que eres mío, el propio corazón me lo gritara".




Wednesday, September 14, 2016

Añoranza de la Orquesta Sinfónica de Minería

Coninúan las añoranzas. Ahora recuerdo con nostalgia a la Orquesta Sinfónica de Minería, por lo que reproduzco la columna Allegro molto que publiqué en El Economista de la Ciudad de México el 22 de marzo del 2009.

     
                                                    La Orquesta de Minería en acción

Hace algunos años, decíamos que la Orquesta Sinfónica de Minería es una golondrina que sí hace verano, puesto que a pesar de su breve estancia anual en los aleros de la Sala Nezahualcóyotl, su peso específico en la vida musical de México es enorme.

Hoy día, la popularmente llamada Orquesta de los Ingenieros realiza una actividad que va más allá del tiempo estival para abarcar las otras estaciones del año.

Todavía con los ecos del Concierto de Navidad, ofrecido en diversas sedes que incluyeron el Patio Central del Palacio Nacional, los seguidores del conjunto se disponen a disfrutar el Concierto Bicentenario, programado para el domingo 29 de marzo en la Sala Nezahualcóyotl. 

Dirigido por José Areán y dedicado a los ex alumnos de la UNAM, se iniciará con Obertura mexicana, del estadounidense Merle John Isaac (1898-1996); incluirá Tierra de temporal Huapango, de Moncayo;  Janitzio, de Revueltas, y Sones de mariachi, de Galindo.

En esta ocasión, la música popular se vestirá de gala con La Valentina, en arreglo de Manuel Enríquez; Guadalajara, de Pepe Guízar; El carretero, de Víctor Jara, también en arreglo de Enríquez; El sinaloense, de Severiano Briseño, y La Bamba, canción tradicional de la Huasteca.

Uno de los principales atractivos de este concierto será la interpretación que hará la soprano Irasema Terrazas (encanto y voz bellísima) a cuatro canciones del oaxaqueño Álvaro Carrillo: El andariegoAzul Luz de luna, en arreglo de Arturo Márquez, y Cacahuatepec (la tierra natal de Carrillo), en versión de Gerardo Tamez.

La temporada 2008 en discos

El año pasado, la OSM festejó su trigésimo aniversario con nueve programas y un concierto extraordinario en los que destacaron las seis sinfonías de Chaikovski y diversas obras suyas, pero también se incluyeron partituras de Messiaen, Brahms, Schubert, Coriolano, Rimsky-Korsakov, Mozart, los Strauss, padre e hijo, Philip Glass y Respighi, entre otros.

Se ofrecieron tres obras encargadas para el festejo la OSM: Obertura festiva de Minería, de Gerardo Meza; Concierto de Minería para flauta y orquesta, de Samuel Zyman, y  M-30, de Luis Herrera de la Fuente, quien fue titular de la OSM.

El concierto extraordinario se consagró a Puccini, en el que se cantaron algunas de las arias más populares de sus óperas. La fiesta terminó con la Obertura solemne 1812, de Chaikovski, favorita de los públicos de numerosas generaciones.

Todas las obras de la temporada se encuentran grabadas en un álbum de 17 discos.

Una de las versiones más afortunadas de este álbum es la correspondiente a la Sinfonía número 6, Patética, de Chaikovski, dirigida por Carlos Miguel Prieto. Independientemente de la intensidad de la interpretación, es admirable que el público haya seguido lo que, en este caso, debería ser el protocolo: un aplauso decidido y aun estrepitoso si se quiere al final del tercer movimiento, Allegro molto vivace, pero un silencio absoluto al término del Finale: Adagio lamentoso.

Qué admirable signo de respeto es retirarse calladamente tras el último compás de la Patética, obra que concluye en el silencio premonitorio de la muerte: el compositor fallecería el 6 de noviembre de 1893, en San Petersburgo, nueve días después del estreno de esta sinfonía. 

Adicionalmente, en el portal de la Academia de Música del Palacio de Minería (www.sinfonicademineria.org) se encuentra una rica fonoteca que, entre otras cosas, cuenta con todas las grabaciones de la temporada 2007 y con una amplia selección de registros, en continuo aumento.

Temporada 2009

La temporada 2009 será de homenaje a dos grandes compositores: Franz Joseph Haydn (1732-1809), en el bicentenario de su muerte, y Felix Mendelssohn (1809-1847), en el bicentenario de su nacimiento. 

El Te Deum para la emperatriz María Teresa, de Haydn, y el oratorio Elías, de Mendelssohn, iniciarán los días 2, 4 y 5 de julio la temporada, en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl.

Otro oratorio, La Creación, de Haydn, concluirá la temporada regular los días 27, 29 y 30 de agosto.

También la música del siglo XX estará presente: Harmonielehre, de John Adams (1947); Cuarta sinfonía, Romántica, y Concierto para piano y orquesta, de Carlos Chávez (1899-1978); La retirada nocturna de Madrid, de Luciano Berio (1925-2003); Atmósferas, de György Ligeti (1923), y El mar, de Claude Debussy (1862-1918).

Uno de los programas más atractivos será el quinto, en el que Sergio Vela sea narrador del Sueño de una noche de verano, de Mendelssohn, y la participación de la soprano Elvira Sierra, la mezzosoprano Guadalupe Paz y las Damas del Coro de Minería.


Tuesday, September 13, 2016

Añoranza de la Sinfónica del Estado de México

Reproduzco mi columna Allegro molto publicada en el suplemento La Plaza del periódico El Economista de la Ciudad de México el 10 febrero del 2009: 

 

                                      OSEM: triunfal inicio de temporada



 

La obra escogida por Enrique Bátiz Campbell para el inicio de la temporada 112 de la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OEM) fue emblemática: Obertura festiva de Shostakovich.

 

El regocijo de esta partitura del gran sinfonista del siglo XX es paralelo al de los seguidores de la orquesta mexiquense, la mejor de todas las “del interior” y una de las más importantes del país.

 

En 1971, la OSEM puso a la tierra de Sor Juana y a Toluca, su capital, en el mapa de la gran música. 

 

“Toluca es la provincia y la provincia es la patria”, decía un letrero, a la altura de La Marquesa, en la vieja carretera a esa ciudad. Digna de la provincia, esencia de la patria, es esta orquesta.

 

En Toluca ofreció el viernes su primer programa del 2009 que, además de la Obertura festiva, contó con otra obra de Shostakovich: la celebérrima Quinta sinfonía (1937), y una de Prokófiev, el gran contemporáneo suyo: el Primer concierto en re mayor para violín y orquesta, opus 19, de 1916-1917.

 

Solista de este concierto de gran lirismo pero de dificultad extrema, el cual se encuentra entre los grandes de nuestro tiempo, fue Dania Kuznecovaite, joven lituana de 20 años, ganadora de diversos preseas entre las que destaca la obtenida el año pasado en el VI Concurso Internacional de Violín Henryk Szeryng, de Toluca.

 

La repetición del programa se realizó el domingo en el Teatro San Benito Abad, del Centro Escolar del Lago, en el municipio conurbado de Cuautitlán Izcalli, lugar que debe convertirse en un poderoso sitio de atracción para los melófilos capitalinos.

 

A la belleza arquitectónica del Teatro San Benito Abad se une su estupenda acústica, tan sólo superada por la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, del Centro Cultural Universitario, en el sur de la metrópoli. 

 

Fue una delicia escuchar en aquel recinto los pianísimos de algunos pasajes de la Quinta sinfonía y distinguir con precisión los timbres de cada uno de los instrumentos en los poderosos estallidos de esta obra.

 

Con Bátiz en el podio no hay coreografías ni gestos espectaculares para las cámaras y para el público, sino una asombrosa economía de movimientos, ya que el día del concierto va a cosecharse lo logrado en el arduo trabajo previo durante los ensayos.

 

Los melófilos capitalinos nos felicitamos por ser beneficiarios de esta orquesta infatigable que realiza un promedio de cien conciertos al año y que ha llevado el nombre de México a diversos países europeos y a Estados Unidos, en donde su gira alcanzó el codiciable número de 48 conciertos.

 

Aciertan en el programa de mano al afirmar que no obstante su ubicación, a 40 kilómetros del centro de la ciudad de México, el Teatro San Benito Abad parece destinado a convertirse en la sala predilecta del público metropolitano, no solamente el de la zona, por sus condiciones admirables de acústica y confort.

 


Sunday, September 11, 2016

Steinbeck, la empatía por los marginados



John Steinbeck (1902-1968) descubrió su verdadera vocación de narrador y aun de ensayista cuando dejó de escribir novelas ajenas a los habitantes del condado de Monterey y del Valle de Salinas, California, de quienes llegó a realizar descripciones de una profundidad psicológica tan notable que lo puso a la altura de los grandes escritores del siglo XX, a pesar de que Harold Bloom (1930), el crítico y teórico literario estadounidense considera que su obra es "un Hemingway mal escrito". 

Tortilla Flat (1935), In Dubious Battle (1936), Of Mice and Men (1937)  y The Long Valley (1938) abrieron el camino que habría de llevar a Steinbeck a la obtención del premio Nobel de Literatura en 1962, año en que publicó, por cierto, su famoso ensayo-crónica intitulado Travels with Charley in Search of America.

Sin embargo, fue The Long Valley, una colección de historias recopiladas en forma de libro, la que puso en el mapa de la literatura universal el Valle de Salinas, de 150 km aproximadamente, un corredor paralelo a la costa, al este de la Sierra de Santa Lucía que lo separa del Pacífico; un valle reconocido como  uno de los más fértiles de que se tenga memoria, al grado de que algunas personas le llama "la ensaladera de Estados Unidos"  mientras que otras lo conocen como "la ensaladera del mundo".

Así define  Hetty Yelland, maestra del curso Art of Steinbeck, impartido en el Hartnell College, de Salinas, California, la importancia de The Long Valley:

"Evidentemente, The Long Valley no fue publicado, ni aun escrito cuando era niño. Sin embargo, este libro representa el cambio de Steinbeck de escribir de las cosas que él conocía y no de piratas y cálices sagrados". 

En efecto,  Steinbeck escribió sobre lo que sabía completamente y lo hizo con gran empatía.  En el libro John Steinbeck. Writer. A Biography, Jackson J. Benson describe los diversos trabajos  realizados por Steinbeck en los campos labrantíos en los que se mantuvo en estrecho con campesinos mexicanos y filipinos, entre otros inmigrantes.

En la actualidad, Steinbeck goza de prestigio en Estados Unidos y sobre todo, en su natal California, pero en su tiempo, este novelista fue considerado como un radical de izquierda, un peligroso activista y aun hubo quienes llegaron al extremo de imitar con algunos de sus libros la actitud piromaniaca de Girolamo Savonarola, el fraile  dominico del siglo XV que fue promotor de la destrucción por el fuego de libros "licenciosos".

Años después de Tortilla Flat y The Long Valley,  la empatía de Steinbeck por los humillados y los derrotados provocaron un escándalo de grandes proporciones tras la publicación de The Grapes of Wrath (1939), a pesar de haber recibido por esta novela el Premio Pulitzer y se llegó a decir que calumnió y ofendió a los empresarios.

Aun en nuestro tiempo, este párrafo de The Grapes of Wrath en el que  muestra su empatía por el país vecino del sur sigue provocando en Estados Unidos un tsunami de controversias:

"Hubo un tiempo en que California perteneció a México y su tierra a los mexicanos; y una horda de estadounidenses harapientos la invadieron. Y su hambre de tierra era tanta, que se la apropiaron: se robaron la tierra de Sutter, la de Guerrero, se quedaron las concesiones y las dividieron y rugieron y se pelearon por ellas, aquellos hambrientos frenéticos; y protegieron con rifles la tierra que habían robado. Levantaron casas y graneros, araron la tierra y sembraron cosechas. Estos actos significaban la posesión y posesión equivalía a propiedad. Los mexicanos estaban débiles y hartos. No pudieron resistir, porque no tenían en el mundo ningún deseo tan salvaje como el que los estadounidenses tenían de tierra. Luego, con el tiempo, los invasores dejaron de ser tales para convertirse en propietarios; y sus hijos crecieron y tuvieron sus hijos en esa tierra".

 Coda

Concluiré este breve ensayo con la reflexión de Sampooran Singh Kalra, mejor conocido como Gulzar, poeta, compositor y director de cine de nacionalidad india, nacido en 1934:

"Un buen cuentista es el guardián de la conciencia de una nación".



     

Wednesday, September 7, 2016

El nostálgico tañido de las campanas de Música callada


Al español Paco M agradezco subir a YouTube videos que, con mucho, me parecen los mas codiciables. El último de ellos está formado por los cuatro cuadernos de Música callada, para piano, de Frederic Mompou (1893-1987).

Dedico este comentario a tan generoso melófilo.

Veo en el amor por las campanas de Frederic Mompou una afinidad asombrosa con el profesado por Serguéi Rajmáninov por este instrumento.

 Asimismo, me parece que el tañido de las campanas en muchos de los pequeños diamantes pianísticos de  la Música  callada del genial catalán es tan nostálgico como el evocado en uno de los Cantares gallegos  de Rosalía de Castro:  "Campanas de Bastabales, cando vos oio tocar, mórrome de soidades". (Campanas de Bastabales, cuando os oigo tocar, me muero de añoranzas).

 Entonces imagino que este tañido recorre a la inversa el Camino de Santiago y resuena en Barcelona. Es más: cruza la mar océano y canta en las torres de la catedral metropolitana de la Ciudad de México.  "Cando vos oio tocar, campaniñas, campaniñas, sin querer torno a chorar". 
(Cuando os oigo tocar, campanitas, campanitas, sin querer vuelvo a llorar).

Friday, September 2, 2016

The Salinas Valley as a symbol of humankind

We should only write about what we love. The love of John Steinbeck for his homeland explains why the stories collected in the book The Long Valley are so intense and moving

"We do not love our land by large and powerful, by small and weak, by their snow and white nights or by its solar flood. We love our land, simply, because it is ours", says the Guatemalan poet and essayist  Luis Cardoza y Aragón (1901-1992). 

Whatever it was, the truth is that Steinbeck not only loved the fertile Salinas Valley and immortalized it in his literature to the extent of making it a symbol of humanity, but he also loved the Pacific, which he called "my home ocean", as well as any sea. In his book Travels with Charley in Search of America, he says that he decided to live in Sag Harbor (in the state of New York) to be opposite to the sea. In another part of this book he affirms that he liked so much Montana, that if it had sea, he would go away to live in this state.

The name of Steinbeck has been linked inseparably to the Salinas Valley. Those of us who live here and love the work of Our Nobel Prize are very pleased because of this opportunity, and  imagine what this man committed by the social causes would be writing in these days.  


Luis Cardoza y Aragón




Thursday, September 1, 2016

John Steinbeck, an outsider



John Steinbeck could have made his the words of Soren Kierkegaard (1813-1855), the Danish philosopher and theologian: "I have felt the pain of not being like the others".


His character, his way of being, and his sense of independence made him an outsider since the early years of his youth. In his mature years, Steinbeck confronted a large segment of American society, which accused him of a provocative attitude, and even came to suspect that his sympathy for the underprivileged was inspired by an ideology that is close to Communism.


Two of the stories of The Long Valley, The Flight and The Chrysanthemums, are a demonstration of his empathy for the men who, in Spanish,  receive the name of "los de abajo", the lower ones.


Soren Kierkegaard 


Art of Steinbeck



The four stories of The Long Valley included in The Portable Steinbeck seem to me to be an excellent samples of John Steinbeck's art , but my favorite is The Chrysanthemums due to his masterful, poetic description of the Salinas Valley. This description and that of the house of the woman who is trapped by the loneliness and the routine, cause a sense of claustrophobia.

Elisa Allen is a woman who longs to live intensely and the presence of the stranger who comes to her home awakens her desire to leave her confinement and live in freedom.

The cultivation of chrysanthemums is for her an escape valve, so the outcome of this story is moving indeed.

The Snake is another  excellent story. It seems to me that it anticipates the movement known as "realismo mágico".