Wednesday, July 8, 2020

Misión del periodismo cultural


    La cultura ennoblece a la humanidad

             Laura Hernández Meléndez*
                   colaboradora invitada


Estoy convencida de que en estos momentos tan convulsos para el mundo uno de los aspectos más importantes es encontrar los medios para ennoblecer a la humanidad.

 La reconstrucción de la sociedad empezará por el ennoblecimiento del espíritu y ello se logra a través del arte.

La cultura es más necesaria que nunca. A diferencia de las noticias del día, que hoy importan y mañana pierden vigencia, el periodismo cultural captura lo trascendente. El arte tiene la capacidad de penetrar en el alma de la gente.

El trabajo artístico y cultural dialoga cotidianamente con los complejos acontecimientos sociales y políticos que padece nuestro país.

Por eso hoy más que nunca existe la necesidad de hacer un periodismo más especializado para destacar entre tanta información. 

La profesionalización de los reporteros los conducirá hacia la conquista de nuevos lectores y espacios.

La especialización periodística genera credibilidad al abordar los contenidos de los temas en esta época de fake news e incertidumbre en la que nos encontramos inmersos.

* Periodista cultural mexicana 



                  Ramon López Velarde
              (fotografía de Édgar Anaya)

Sunday, July 5, 2020

In memoriam Fernando Díez de Urdanivia


CHARLAS CON MELÓMANOS

              UNA VIDA EN LA MÚSICA: 
           FERNANDO DÍEZ DE URDANIVIA

ENTREVISTADO POR 
JOSÉ ALFREDO PÁRAMO 
FOTOS: HUGO SALAZAR.



EL ECONOMISTA. Viernes 16 de febrero de 2007.

“Fernando, ¿sabes cuál de tus libros es el que más he disfrutado?”, pregunto al hombre que en su ya larga vida ha sido crítico, musicólogo, empresario, escritor, promotor de la cultura, funcionario, catedrático, premio nacional de periodismo y gourmet laureado con la presea internacional Gourmand; miembro que fue de la primera generación de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y melómano irredento.

De hecho, Fernando Díez de Urdanivia ha vivido inmerso en la música y la literatura, como se afirma en la presentación de su libro más reciente: Al final del viaje y otros cuentos, de agosto del 2006. O como él dijo en alguna ocasión, “desde 1953 empecé a sumergirme en el estanque de la música, del que no he podido salir nunca. El amor y algunos conocimientos de teoría y piano, quizá mayores de lo que yo mismo creo ahora, eran mis únicos aperos para flotar”.

Sin darle oportunidad de hacer comentario alguno a mi pregunta, yo mismo respondo que mi libro favorito es Mi historia secreta de la música, el cual escribió hace más de 15 años. Todavía celebro esa deliciosa anécdota en la que un niño veracruzano se refirió al instrumento del legendario violonchelista Pau Casals como "un violinzote así e grandote, el hijo e puta". 

“Por cierto que estoy trabajando en la segunda parte de ese anecdotario y también tengo pensado escribir un libro que rescate del olvido a grandes atrilistas del pasado reciente, como el clarinetista Anastasio Flores y el timbalista Carlos Luyando”, dice este hombre barbado y de abundante cabellera, alto y enjuto con quien platico en un restaurante del Centro Histórico.

Ha atendido toda la mañana los asuntos del Seminario de Cultura Mexicana, y antes de su regreso a Cuernavaca, donde vive, se detiene a reflexionar sobre el arte descubierto desde su niñez.

Afirma que su maestro de solfeo durante dos años fue Álvaro, un discípulo de Julián Carrillo, al que las vicisitudes de la vida lo habían arrebatado de la música para convertirlo en portero del periódico El Occidental, de Guadalajara, del cual el padre de Fernando tocayo de él, fue Director y Jefe de Redacción. Ya en la Ciudad de México, estudió piano con Pedro Michaca, compositor, organista y docente.

“¿Cuándo hiciste la primera de las numerosas giras que has realizado con artistas de fama?

En 1954. Tenía apenas 22 años. Fui en calidad de representante con John Creigthon Murray, violinista irlandés nacido en Nueva York, discípulo del polaco Bronislaw Hubewrmann. Creigthon poseía un maravilloso Stradivarius que había pertenecido al francés Jules Armingaud y llevaba su nombre. Lo acompañó al piano Juan D. Tercero. ¡Fueron 90 fechas entre conciertos y recitales!

“Me volví famoso. José F. Vásquez, director de la Sinfónica de la UNAM, me invitó a ser gerente de la orquesta, con la que también trabajé en tiempos de Icilio Bredo.

“Posteriormente realicé una gira con la Sinfónica Nacional. Me fui en mi auto con Luis Herrera de la Fuente, su director, porque lidiar con un músico cuesta, pero con 100, es algo espantoso. Por naturaleza, los músicos son muy difíciles.

“Traje a México al pianista Alfred Brendel y al flautista y director alemán Kurt Redel. Fui mánager en la última temporada del Cuarteto Lener en Bellas Artes, del que formaba parte Higinio Ruvalcaba.

 “Qué grato recuerdo tengo de Ruvalcaba. Primer violín del Lener por 25 años, una verdadera leyenda.

“Fue un músico extraordinario, pero curiosamente no tenía una gran cultura musical, como también fue el caso de Silvestre Revueltas, otro genio nato. La cultura musical no suele ir con los músicos profesionales. Eso sucede en el mundo, pero en México es más evidente. Higinio y Revueltas fueron de la misma raza!

—¿Consideras que Revueltas, no Carlos Chávez, haya sido nuestro máximo genio?

“Por supuesto. Chávez fue un compositor muy importante, pero no un genio”.

—¿Otros compositores de primera línea?

“Leonardo Velázquez, Joaquín Gutiérrez Heras, Carlos Jiménez Mabarak, Eduardo Hernández Moncada”.

—¿Y de los extranjeros?

“Las tres grandes B, de la música, de acuerdo con Hans von Bülow: Bach, Beethoven y Brahms, aunque como dijo Berlioz: “No hay más que un Bach, como no hay más que un Dios”. También debo mencionar a Mozart, Debussy, Haydn. A Max Reger, quienes no lo conocen, lo condenan. Chopin y Liszt son de los grandes malentendidos. ¿Del siglo XX? El Stravinsky de El pájaro de fuego, Pétrouchka, La Consagración de la Primavera y Las bodas... ah, y Richard Strauss. ¿Mahler? Mahler se guisa aparte. Entre los instrumentistas admiro mucho a María Teresa Rodríguez, A Miguel García Mora lo quise como a un hermano mayor”.

—¿Tus obras favoritas?

“Suelo decir que mi obra favorita es la que estoy oyendo en ese momento. Además de melómano, soy discómano. Las grandes obras para teclado son las Variaciones Goldberg, de Bach, la Sonata de Liszt y la Fantasía en do mayor de Schumann. Como dijo Cabrera Infante: El arte de la fuga es la obra de cabecera para todo preso espiritual.
—¿Cómo te convertiste en crítico de música?

“Estaba en casa del colombiano Hugo Latorre Cabal, director del suplemento Diorama de la Cultura, del periódico Excélsior. El tocaba las congas, su esposa cantaba y tocaba el acordeón. Me puse a acompañarlos con la clave. Hugo se basó en ese episodio para nombrarme crítico. Así que, sin haber sido jamás priísta, fui crítico por dedazo.

“Luego colaboré con Fernando Benítez en el suplemento México en la Cultura. Hacía entrevista y crítica... y de ahí para adelante. Colaboré en la revista Audiomúsica con Otto Mayer Serra, personaje clave a lo largo de tres décadas en la evolución musical de México. Dejé de hacer crítica cuando me convertí en mánager, para evitar el conflicto de intereses.

“Además de los músicos de concierto, entrevisté a artistas populares como Armando Manzanero, José Alfredo Jiménez, Roberto Cantoral, Amalia Mendoza la Tariácuri y Katyna Ranieri”.

—Sé que dirigiste durante 15 años el suplemento La Música en México, del periódico El Día.

“Dirigía el periódico, en forma desatinada, Socorro Díaz Palacios, sucesora de Enrique Ramírez y Ramírez. Un día me llamó el abogado de El Día para anunciarme que se acababa el suplemento y que mi liquidación sería de 700 pesos. Le pedí que me dejara publicar el último número, que marcaría exactamente los 15 años, pero como quisieron ahorrarse una indemnización mayor, me lo negaron.

En mis cincuenta y tantos años en el periodismo musical, he experimentado el gran placer de hacerlo y de haber conocido gente sensacional, como Enrique Bátiz, Eduardo Mata y José Guadalupe Flores”.

*

Esta entrevista fue publicada en el suplemento cultural La Plaza, del periódico El Economista de la Ciudad de México, publicación que antaño gozó de gran prestigio bajo la dirección de Luis Enrique Mercado.