Monday, August 26, 2019

¡La Novena de Beethoven!


En el libro The Symphony, de Ralph Hill (Pelican Books, 1951) encontramos la devastadora crítica a la Sinfonía número 9 opus 125 de Ludwig van Beethoven en el sentido de que después de tres movimientos de excelente factura, el compositor concluye su sinfonía con un movimiento populachero de dudoso gusto.

Este comentario parece estar en la línea de otra opinión de acritud extrema, en este caso por parte de José Antonio Alcaraz (1938-2001): "Beethoven se quedó sordo para no escuchar las mamarrachadas que componía". 

Siempre me ha parecido que lo dijo impulsado por uno de esos afanes tan característicos de su personalidad de provocador de escándalos y controversias. De esto me da la pista el hecho de que uno de los análisis más lúcidos jamás escritos sobre la Sinfonía número 3, denominada Eroica de Beethoven sea de la autoría del afamado crítico, autor, musicólogo y compositor. 

No he de alabar a Beethoven porque ya lo hizo Carlos Chávez (1899-1978) al considerarlo el "indiscutible genio universal" y Richard Wagner (1813-1883) definió así su declaración de principios: "Creo en Dios, en Mozart y en Beethoven". Pero sí diré que me regocija la decisión beetoveniana de concluir su sinfonía con un magistral tejido en torno de una "simple tonadilla" que merece convertirse en el himno popular de la humanidad. 

Gustav Mahler (1860-1911), genio a la altura de Beethoven, concluyó su Sinfonía número 4 en forma similar: tras el tercer movimiento Ruhevoll, poco adagio (Tranquilo, poco adagio), una de las cumbres de la música mahleriana, recurre a la deliciosa canción "La vida celestial", de El cuerno mágico del doncel. 

José Antonio Alcaraz consideraba la Cuarta de Mahler como la joya de su producción sinfónica. 

Entre las de Beethoven, el autor de este blog daría su voto por la Novena y así lo dijo en la entrada Mi sinfonía favorita. 







Sunday, August 25, 2019

En la Puerta de Brandenburgo

Para Fanny Contreras 


La Sinfonía número 9 en re menor, denominada Coral opus 125 de Ludwig van Beethoven (1770-1827) es una obra que ha acompañado a lo largo de su existencia a una multitud que va desde los melómanos más sofisticados hasta los aficionados más sencillos.

La melodía del "Himno a la alegría", que  en los Juegos de la XIX Olimpiada México 1968 representó a las dos repúblicas de la entonces dividida Alemania ha sido adoptada en muchas partes del mundo porque la letra que lo inspiró exalta la fraternidad universal:

¡Abrácense, millones de seres!
(Seid umschlungen, Millionen!)

"Todos los hombres serán hermanos". 
(Alle Menschen werden Brüder) 

Para expresiones como estas, tomadas de la Oda a la alegría, de Friedrich Schiller (1759-1805), creó Beethoven una música deliberadamente sencilla y cautivadora, de ahí su inmensa popularidad. Y lo hizo tras tres movimientos de una intensidad que contiene el aliento.

La Novena sinfonía, hay que insistir, es un legado universal que trasciende la época y la nacionalidad de su creador, como son también el Quijote, Hamlet, la Divina comedia o la Ilíada y la Odisea

Es la Novena sinfonía, en otro orden de ideas, un tesoro  para la cultura de la humanidad como lo son para el planeta la Amazonia, su principal pulmón, y el Mar de Cortés, considerado el acuario del mundo  por Jacques-Yves Cousteau (1910-1997).  

Dada la excepcional importancia de la Novena sinfonía, el concierto de la Filarmónica de Berlín realizado el sábado 24 de agosto de este año en la Puerta de Brandenburgo, símbolo de Berlín y de la misma Alemania, se ha convertido en un acontecimiento histórico: no solamente asistió a él una enorme multitud, sino que fue transmitido en vivo por internet a todos los países del orbe. 

A las 8 de la noche, hora de Berlín; 2 de la tarde de Nueva York; 3 de la madrugada del sábado 25 de Tokio; 1 de la tarde en Monterrey, Mécico; 11 de la mañana en California; 3 de la tarde en Buenos Aires... comenzó esta fiesta universal constituida exclusivamente por la Novena sinfonía, dirigida por Kirill Petrenko. 

La fiesta culminó con la "Oda a la alegría", del cuarto movimiento que invita al abrazo de todos los seres humanos. ¡Gracias, Beethoven"

Muy significativo es el hecho de que el director titular de la Filarmónica de Berlín, Kirill Petrenko, es un músico nacido en la Unión Soviética 27 años después de la caída de Berlin, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, y solamente 18 años antes de que se festejara en 1990 la reunificación de Alemania, en la Puerta de Brandenburgo, símbolo del país que se levantó de sus cenizas.

Qué afortunados fuimos quienes tuvimos la dicha de acompañar a la multitud desde nuestras pantallas en este concierto que quedará para perpetua memoria, ya. que tiene el efecto de una bienhechora brisa de esperanza que en algo alivia la asfixiante atmósfera que suele cernirse sobre muchos países.

¡Abracémonos millones de criaturas!

Post scriptum 

Agradezco a Josefina Cabrera-Moreno su auxilio cibernético gracias al cual pude disfrutar este concierto. 








Thursday, August 15, 2019

Hablar de música

Aseguraba Gabriel García Márquez  que lo único mejor que la música es hablar de música.

Cuando cité está afirmación a Ronald Zollman, el director de orquesta me respondió: "Yo  preferiría decir que mejor que hablar de música es la música  misma". Esto es rigurosamente cierto, aun cuando no capta el júbilo desenfadado de García Ascot.  

El programa La otra versión del la estación Opus 94.5 FM del Instituto Mexicano de la Radio, dirigido por Javier Platas Jaramillo, constituye la más feliz conjunción de una y otra posturas. Al fino deleite de la música, arte a cuya condición aspiran todas las artes según Walter Pater (1839-1894), se une el regocijo de hablar sobre ella en una forma tan positiva que conduce al melófilo a una mejor comprensión de este.

 Así pude comprobarlo recientemente cuando se hablaba de silencios conmovedores en la música, entre los cuales yo proponía algunos ejemplos en obras de Chopin, Chaikovski, Handel y Mahler. Javier Platas añadió un par de casos notables en los que el silencio se transforme en la expresión más elocuente. "Inefable" la llamó. El más notable es el repentino, prolongado silencio tras un fortissimo, que precede al asombroso clímax en pianissimo del Cuarteto en si menor, del  Adagio para cuerdas y del Angelus, de Samuel Barber (1910-1981). Estas dos últimas obras nacieron de aquel. 

Confieso que aun cuando conozco desde tiempo inmemorial las tres obras, no recordaba ese egregio, estremecedor pasaje presente en ellas. . 

 Al terminar el programa corrí a mi iPad para escuchar con  profunda atención estas obras del compositor estadounidense al que tengo en el mayor de los aprecios. 

El hecho de que sea tan notable el pasaje del silencio repentino y me haya olvidado de él, me produce cierta desconfianza de mi memoria, pero espero que esto no sea el anuncio de doliente senectud.

Post scriptum 

Resulta de elemental justicia que exprese mi gratitud a Javier Platas y a esta benemérita estación radiodifusora que, a 3,000 km de distancia de ella, reaviva mi amor por la música y la nostalgia por mi patria.






Wednesday, August 14, 2019

Agustín Lara: "Lo quiere Dios"

Entre otros recuerdos de mi infancia relacionados con Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino (1900-1970),  se encuentran los siguientes:

En una ocasión en la que de niño iba de la mano de mi papá, se detuvo a comprar el Excélsior y me enseñó un encabezado que decía: "Agustín Lara, como caballero, acepta su derrota sentimental". Así daba cuenta el periódico del rompimiento con María Félix .

En otra ocasión, mis tíos maternos invitaron a mis padres, al centro nocturno de espectáculos El Patio, de la calle de Atenas en Ciudad de México,  muy prestigiado porque, entre otros personajes, solía actuar Agustín Lara. 

Me contó mi mamá que durante su presentación, el músico poeta hizo una pausa en sus interpretaciones para decir a la concurrencia que como era muy respetuoso de las creencias religiosas, no deseaba ofender a nadie con esta expresión de su bolero Palabras de mujer: 

"Aunque no quieras tú, ni quiera yo, ni quiera Dios y hasta la eternidad te seguirá mi amor".

 Por tanto, quería saber si el público consideraba conveniente que la modificara. A gritos, una multitud prorrumpió: "Déjala así". 

Aun cuando mi madre se opuso en voz baja a la opinión generalizada, como también lo hicieron mi padre y mis tíos, se consideró cómplice.  Esa noche, doña Carmen tuvo una pesadilla en la que unos ángeles, portadores de mangueras de fuego, exterminaban a todos los blasfemos asistentes.

Semanas después, se sintió aliviada cuando  Agustín Lara optó por decir:


"Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiere Dios..."

Tuesday, August 13, 2019

Roma, de Alfonso Cuarón

                               Roma

Algo debe de tener la colonia Roma de la Ciudad de México porque su carisma fue definitivo para que Alfonso Cuarón podujera una película que, en palabras de Jesús Reyes Heroles, tiene una importancia tan grande en la cultura mexicana como la que han tenido El laberinto de la soledad de Octavio Paz; Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y los murales de José Clemente Orozco.

En la avenida arbolada que hoy día se llama Álvaro Obregón y es una de las más hermosas de la urbe, vivió el zacatecano Ramón López Velarde y en ella partió rumbo a la eternidad.

Como ya lo he dicho ¡más de cuatro veces!, en una de las calles de la colonia Roma, la de Coahuila, tuve conciencia plena, a los seis años de mi edad, de que había sido invitado a participar en el misterio gozoso de la vida y me asomaba con creciente asombro a los dones ofrecidos.

Una de las maravillas que me esperaban se anunció el día en que escuché en la tienda del esquina, centro de reunión de vecinos y amigos Como era la costumbre de la época, que había sido exhibida una película de una modernidad y un adelanto técnico asombroso que superaba a todas las producidas anteriores de Walt Disney. No solamente tenía la ventaja de ser en color, sino que contaba con música clásica a cuyo derredor ocurrían las historias. Mi imaginación se echó a caminar en ese momento. Deseé vivamente que mis padres me llevaran a verla, pero esto sucedió varios años después. Para asombro mío superó todas mis anhelantes expectativas, sobre todo porque ya para entonces había sido atrapado de por vida por la buena música, música clásica o música de concierto, como quiera llamársele.

Fantasía, producida en 1940, me ha acompañado a lo largo de mi existencia y sigue siendo mi película favorita.

Durante muchos años, los lugares segundo y tercero en mi predilección fueron Le défroqué (El renegado), una producción francesa de 1954, y El salario del miedo, francoitaliana, de 1953.

Roma has desplazado a El renegado del segundo al tercer lugar y El salario del miedo ha quedado eliminada.

Si no fuera porque Fantasía ha significado tanto en mi vida, le daría el primer lugar a la película de Cuarón.





Mexicorrerías

Hoy, 13 de agosto del 2019, se cumplen 14 años del balbuciente nacimiento de la que habría de convertirse en una pujante empresa turística mexicana no motivada por el lucro, sino por el amor al pueblo que, en palabras de Jaime Torres Bodet (1902-1974), es el México de hoy.

Su nombre mismo, Mexicorrerías, habla de esa aspiración. También lo hacen así la expresión "Lo más interesante de lo menos conocido" y la definición de su propósito: "Viajes artesanales". 

Confieso que ese día quedó en mí para perpetua memoria por sí mismo y por mi enamoramiento a primera vista de Milpa Alta, "la comarca del geranio y su techumbre", en palabras del poeta Abigael Bohórquez (1936-1995), quien la cantó en sus inolvidables sonetos de Milpa Alta.

Para felicitar a Édgar Anaya Rodríguez, fundador y director de Mexicorrerías, le envié este texto que, con el debido respeto, calca el estilo de la placa de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco:

El 13 de agosto del 2005, conducidos entusiastamente por Édgar Anaya, arribamos al paraíso milpaltense.

No fue un hecho intrascendente, ni un paseo más en nuestras vidas; fue el venturoso nacimiento de la empresa turística que es la Mexicorrerías de hoy. 


Y ya que he confesado el atrevimiento de haber tomado por modelo el texto de Torres Bodet, lo copio aquí para mis lectores:

El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc,
cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. 
No fue triunfo ni derrota,
fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo
que es el México de hoy. 


Monday, August 12, 2019

De aburridas a colosales

Afirma Alfonso Cuarón que su verdadero descubrimiento del cine ocurrió en los albores de la adolescencia frente al televisor. 

Esta epifanía aconteció la noche en que uno de sus primos y él se quedaron solos en casa, ya que sus padres habían salido.  Se enteraron de que exhibirían una película "solo para adultos" y decidieron morbosos aprovechar la oportunidad.

La película en cuestión fue Ladri di bicicletti (Ladrones de bicicletas), por  lo que queda claro que no satisfizo la supuesta curiosidad malsana de los muchachos, pero esta obra maestra del neorrealismo italiano le llevó a intuir la infinita potencialidad del cine. 

La anécdota del realizador de Roma me recuerda que hace muchos años la Legión Mexicana de la Decencia, asociación que calificó de 1931 a 1958 la moralidad de las películas en exhibición, publicaba periódicamente una hoja volante intitulada Apreciaciones, la cual era distribuida en los templos católicos

Las clasificaciones estaban establecidas por letras:

  • A,   B1,   B2,   C1  y   C2

Las que merecían la A eran "aptas para todo público". 

Las C1 ya merecían una severa censura y las C2 eran "prohibidas por la moral cristiana". 

Para los chamacos de mi generación, las A eran "aburridas"; las B, "más o menos buenas" y las C, "¡colosales!"







Tragedias en la sala de conciertos

La entrada anterior de este blog estuvo consagrada a la crónica de la muerte de Clemens Krauss (1893-1954), ocurrida en la Ciudad de México tras un concierto en el Palacio de Bellas Artes. 

Las cuatro historias narradas a continuación parecen evocar esta reflexión de la poesía náhuatl:

No hay lugar de felicidad acá en la Tierra: un viento de obsidiana sopla y se cierne sobre nosotros.

En el compás 45

Ocho cornos al unísono habían anunciado el despertar de Pan, el dios pastoril. Los músicos de la orquesta de la Sala de Milán se esforzaban durante el ensayo por seguir hasta las más sutiles indicaciones del afamado director Dimitri Mitropoulos, de 64 años de edad.

La dramática música de Mahler que describe la entrada del verano en la primera parte de su Tercera Sinfonía, resonaba en el recinto y conmovía a los asistentes al ensayo.

Ni un vidente pudo haber sospechado en ese momento que esta sinfonía –la más extensa del repertorio después de la Gótica, de William Havergal Brian– habría de interrumpirse bruscamente.

En el compás 45, el director sufrió un colapso y cayó del podio. Un ataque cardiaco había terminado con uno de los más entusiastas promotores de la música contemporánea, artista prodigioso, dueño de un enorme repertorio.

Como la ley italiana prohibía la cremación, para poder cumplir con su testamento los familiares se vieron obligados a trasladar el cadáver a Suiza.

Desde ese país lo condujeron a Atenas en un avión del gobierno griego. Después de la ceremonia civil –la Iglesia ortodoxa tampoco aceptaba la cremación–, depositaron las cenizas en una urna y ésta quedó guardada reverentemente en el Conservatorio de Música de la capital griega.

Es todo, señores

La muerte de Mitropoulos ocurrió el 2 de noviembre de 1960. Diecinueve meses antes, otro deceso repentino había sacudido al mundo de la música.

Eduard van Beinum ensayaba con la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam la Primera Sinfonía de Brahms. Se tocaban los compases iniciales del Andante sostenuto cuando el músico holandés, sintiendo un súbito malestar, golpeó el atril con la batuta y dijo a los instrumentistas, entre los que se encontraba su hijo Bart: “Es todo, señores, muchas gracias”. Se desplomó agonizante y falleció minutos después.

Van Beinum se había distinguido por su infatigable actividad. Solía volar entre Los Ángeles y Amsterdam vía Polo Norte para cumplir sus compromisos con las orquestas de ambas ciudades, de las que era director permanente.

A pesar de que los grandes directores tienen fama de longevos, Eduard van Beinum murió a la edad relativamente temprana de 57 años.

Hombre universal

Psiquiatra, arqueólogo, padre de familia, polemista, director de orquesta, el veneciano Giuseppe Sinopoli murió el 21 de abril del 2001 con la batuta en la mano cuando, a los 54 años, contemplaba un horizonte de promesas.

Dirigía en la Deutsche Oper de Berlín el tercer acto de la ópera Aída, de Verdi, cuando lo derrumbó un infarto cardiaco masivo.

Irónicamente, con esa ópera había debutado en su ciudad natal en 1978.

El trágico 1954

El año de la muerte de Clemens Krauss fue trágico para la música. El 5 de abril ocurrió un hecho que, en cierto sentido, es más triste que los casos relatados anteriormente.

En esta ocasión, el infortunio fue para Arturo Toscanini.

Diez días antes de cumplir 87 años, el maestro dirigió la Orquesta Sinfónica de la National Broadcasting Company, en el Carnegie Hall de Nueva York.

El programa estaba consagrado íntegramente a Wagner y se iniciaba con la Obertura de la ópera Tannhäuser. Ahí fue donde este hombre, considerado como uno de los más grandes directores de todos los tiempos, llegó a su cita con el destino: su confusión mental era tan grande, que los músicos fueron incapaces de seguir tocando.

Todo había terminado.

La NBC suspendió la transmisión y difundió para el público una grabación de la Primera Sinfonía de Brahms. Esta fue la última presentación del genio italiano que había dirigido el día de Navidad de 1937 el primer concierto de la Orquesta Sinfónica de la NBC, recién fundada y puesta en sus manos.


Toscanini falleció tres años después, mientras dormía en su casa de la ciudad de Nueva York. Su verdadera muerte ocurrió, sin embargo, frente al conjunto que había llevado a insospechadas alturas.

                               
                        Arturo Toscanini (1867-1957)

Sunday, August 11, 2019

Clemens Krauss (1893-1954) en el recuerdo

El 16 de mayo de 1954, murió Clemens Krauss, el gran director de orquesta austriaco, en la Ciudad de México, dos horas 45 minutos después del concierto que había dirigido al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Era su cuarta presentación como director huésped ante el público mexicano, durante una gira patrocinada por el embajador de la República Federal de Alemania y el Comité Cultural de la Exposición “Alemania y su Industria”.

La presencia de Krauss en México había sido impugnada por un grupo de detractores que lo acusaban de haber colaborado con el régimen nazi, cargo del que había sido absuelto años atrás por los Aliados.

No solo debió soportar algunas manifestaciones hostiles, sino que tuvo un altercado con los camarógrafos de la incipiente televisión mexicana que iba apenas en su cuarto año de vida, por lo que se dijo que Krauss cancelaría su compromiso.

El músico aclaró a la prensa que se había exagerado su actitud de protesta por la molestia que le causaban los gigantescos reflectores. “No hay mayor problema –dijo con un suspiro de resignación–, en el próximo concierto, me pondré unos anteojos para el sol”.

Así lo hizo, por lo que el domingo entró en el proscenio de la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes como si fuera a una playa del Caribe.

Este fue el último programa de su vida: Sinfonía número 88, de Haydn; El aprendiz de brujo, de Paul Dukas; Concierto para piano y orquesta número 2, de Brahms, y la Obertura Leonora número 3, de Beethoven.

Participó en la obra de Brahms la legendaria pianista mexicana Angélica Morales, quien de niña había logrado la hazaña de dar una serie de recitales en los que incluyó los 48 preludios y fugas de El clave bien temperado, de Bach, y había debutado con la Orquesta Sinfónica de México en 1929, año en que se presentó por primera vez en el Carnegie Hall, de Nueva York. Un lustro antes, la niña de 13 años había tocado con la Filarmónica de Berlín.

Cuando terminó el concierto dominical, Krauss comentó que se sentía un poco cansado, por lo que se retiró inmediatamente a su habitación del hotel Montecasino, de las calles de Génova, en la colonia Juárez que posteriormente se llamaría Zona Rosa. Allí lo sorprendió la muerte.

La causa de su fallecimiento, ocurrido a la edad de 61 años, fue un ataque al corazón. Al día siguiente, el periódico El Universal informaba del deceso en una primera plana cuyo titular a ocho columnas era típico de aquellos años de la Guerra Fría: “Ni una pulgada del territorio de Vietnam será cedida a los rojos”. Y el subtítulo: “Los Estados Unidos han anunciado esta resolución”.

Recuerdo que la noticia, escuchada de labios de mi papá al día siguiente, me impresionó doblemente porque había asistido al concierto y porque vivíamos en las calles de Amberes, a tres cuadras del Montecasino.

El Instituto Nacional de Bellas Artes rindió un homenaje póstumo al músico en el que hablaron el ministro de Austria, el embajador de la República Federal de Alemania y el doctor Andrés Iduarte, director del Instituto Nacional de Bellas Artes.

El doctor Iduarte dijo: “México tiene el privilegio de ser el primer pueblo que rinde homenaje ante sus restos. El marco físico y espiritual en donde ha ocurrido el tránsito de Clemens Krauss no es ajeno, ni distante, ni impropio de su grandeza artística. El artista muere en un país del arte”.

La Orquesta Sinfónica Nacional, que actuó sin director, interpretó en el vestíbulo del Palacio el movimiento lento de la Sinfonía 88 de Haydn.

Los viejos melófilos recordaban las glorias de Krauss: el estreno mundial de la inconclusa Novena Sinfonía, de Bruckner; su dirección, el año anterior, de las cuatro óperas del ciclo Der Ring des Nibelungen (El Anillo del Nibelungo), de Wagner... 


Sobre todo, se narraban numerosas anécdotas del tiempo en que dirigió la Filarmónica de Viena, durante los años 1944 y 1945, en plena contienda bélica, y no dejó de hacerlo hasta los días postreros de la II Guerra Mundial.


Saturday, August 10, 2019

El silencio en la música

Entre los silencios que más me conmueven en la música se encuentra el del tercer movimiento, Largo, de la Sonata número 3 en si menor de Chopin.

Ha concluido la transición entre la sección B y la A. Tras el inefable silencio, reaparecerá esta sección en la ultima parte del movimiento que es una de las cumbres de la música chopiniana:




En vista de que soy muy aficionado a comparar versiones, sostengo que mi favorita es, con mucho, la de Kate Liu, pianista estadounidense nacida en Singapur, quien prolonga este bellísimo silencio como si tuviera un calderón.

Estremecedor silencio es también el que se encuentra en el compás que precede al Moderato assai e molto maestoso del último movimiento de la Quinta sinfonía de Piotr Ilich Chaikovski: 





En este silencio sí hay calderón, pero algunos directores de orquesta casi no lo respetan en previsión del aplauso prematuro del público, ya que la música parece haber llegado a su momento conclusivo.

Ronald Zollmann y otros directores lo sustituyen por un redoble de timbal. Este recurso exorciza el aplauso, pero le resta intensidad al pasaje.

Curiosamente, también el público llega a aplaudir en el silencio previo a la última exclamación triunfal en el Aleluya del oratorio El Mesías, de Handel. En este caso, el estrépito arruina la magia de ese final.


Por último, comento que tres de las sinfonías que concluyen en el diminuendo que llega al silencio absoluto son la Patética, de Chaikovski; la Cuarta de Shostakóvich y la Novena de Mahler.

Esto dije en mi blog en relación con la mahleriana sinfonía escuchada el 18 de mayo del año pasado con la Orquesta Sinfónica de Chicago, dirigida por Esa-Pekka Salonen:

"Durante el final del cuarto movimiento, un addagísimo que se desvanece paulatinamente hasta perder el aliento, el silencio de los asistentes era tan profundo que aun parecía que habían dejado de respirar y así permanecieron, al borde de la butaca, largo rato después de que la música se había extinguido. Un solo aplauso, una tos, el mínimo ruido habría roto el encanto".

Post scriptum 

Dedico este comentario a Javier Platas, conductor del programa La otra versión, de la estación Opus 94.5 FM. del Instituto Mexicano de la Radio.