Querida Laura,
Alfonso Durán Vázquez, uno de los amigos a quienes más he querido, respetado y admirado en mi vida, me envió un mensaje en el que, entre otras cosas, me da su opinión sobre esta anécdota que narro en el libro Allegro molto:
"El año de la muerte del director de orquesta Clemens Krauss, 1954, fue trágico para la música. El 5 de abril ocurrió un hecho que, en cierto sentido, es más triste aún. En esta ocasión, el infortunio fue para Arturo Toscanini. Diez días antes de cumplir 87 años, el maestro dirigió la Orquesta Sinfónica de la National Broadcasting Company, en el Carnegie Hall de Nueva York.
"El programa estaba consagrado íntegramente a Wagner y se iniciaba con la Obertura
de la ópera Tannhäuser. Ahí fue donde este hombre, considerado como uno de los más grandes directores de todos los tiempos, llegó a su cita con el destino: su confusión mental era tan grande, que los músicos fueron incapaces de seguir tocando. Todo había terminado. La NBC suspendió la transmisión y difundió para el público una grabación de la Primera Sinfonía de Brahms.
"Ésta fue la última presentación del genio italiano que había dirigido el día de Navidad de 1937 el primer concierto de la Orquesta Sinfónica de la NBC, recién fundada y puesta en sus manos. Toscanini falleció tres años después, mientras dormía en su casa de la ciudad de Nueva York. Su verdadera muerte ocurrió, sin embargo, frente al conjunto que había llevado a insospechadas alturas".
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Así lo dijo el maestro Alfonso Durán Vázquez, genial artista mexicano de la pintura fantástica radicado en su natal Yucatán tras muchos años de estancia en la ciudad de México y en diversos países europeos:
"No he podido dejar de estremecerme, en ocasiones, como con la historia de la horrenda muerte en vida de ese gran artista que fue Arturo Toscanini, mientras creía que dirigía. ¡Qué miedo! Trasladada esa anécdota a lo pictórico, no puedo menos que asociarla con Leonardo da Vinci, que se hacía amarrar pinceles a los dedos, para creer que todavía podía pintar, o con Claude Monet que atisbaba entre los pocos espacios libres que le dejaban para ver, sus malditas cataratas.
Dylan Thomas (1914-1953) habría estado de acuerdo con Alfonso Durán. Esta es la primera estrofa de la famosa villanelle escrita por el gran poeta galés ante la proximidad de la muerte y ceguera de su padre:
Do not go gentle in that good night,
old age should burn and rage at close of day;
rage, rage against the dying of the light.
Esta sería una paráfrasis aproximada:
No entres dócilmente en la supuesta buena noche, la vejez debería arder de rabia al término del día; enfurécete, enfurécete contra la extinción de la luz.
El poeta nayarita Amado Nervo (1870-1919) también se preocupó por la edad provecta:
¡Envejecer, envejecer... con una alma inmortal, que crece cada día! (...)
Envejecer con un ego potente
que nunca tuvo edad
(...)
¡Envejecer, envejecer en medio de tantas rosas!
Con amargura fustiga:
¡Oh, Arcano, qué castigo el que nos diste!
Sólo que, temperamento místico, el poeta que dijo “En cuanto caiga la noche, enciende tu lámpara”, concluye con estas dos estrofas en las que él busca, anhelante, el consuelo:
caer su carne vil, porque se estaba
con ella la prisión del alma esclava para siempre jamás desmoronando,
quiero loar a la vejez austera: silenciosa y nevada carretera
que conduce derecho al Gran Convite; a la santa vejez que manumite
y es último escalón de la escalera.
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Me preguntarás, Laura, yo qué opino. Te lo diré con palabras de Lord Byron (1788-1824), que hago mías, para que tú saques conclusiones:
The days of our youth are the days of our glory
(Los días de nuestra juventud son los días de nuestra gloria).