Thursday, December 19, 2019

TubaChristmas 2019

La tuba canta en Monterey, California 


La tuba tiene un aspecto tan imponente que podríamos llamarla el elefante asiático (Elephas maximus) de los instrumentos. Quien nunca haya oído su voz esperaría escucharla barritar.




Compositores geniales como Silvestre Revueltas (1899-1940) y Ralph Vaughan-Williams (1872-1958)  le dieron su voz en partituras conmovedoras. El mexicano la conjuró para exponer el primero de los temas de Sensemayá, su obra maestra. El inglés  la hizo cantar en el Concierto para tuba y orquesta en fa menor, una de las joyas de su madurez.




Y la verdad es que el millar de asistentes al concierto TubaChristmas 2019, ofrecido en el  Conference Center de la ciudad californiana de Monterey, el 15 de diciembre, quedamos conmovidos  por el timbre de las grandes tubas y de los eufonios (o bombardinos), instrumentos estos últimos inexactamente considerados como "pequeñas tubas". 





No solo el timbre del eufonio, que como lo indica su etimología, es un instrumento de bello sonido, sino también el rotundo timbre o color de las tubas nos tocarom el corazón con las más tiernas, regocijadas canciones tradicionales de Navidad. Algunas de ellas, como Noche de paz, de Franz Gruber (1787-1863) nos hicieron evocar nostálgicos el paraíso perdido de la infancia. 

Qué delicia fue escuchar al público que. a la manera de un gigantesco coro,  cantó entre otras canciones navideñas The First Noel, Santa Claus is Coming to Town y O Christmas Tree.





TubaChristmas 2019, realizado por quinto año consecutivo en Monterey, ha marcado ya una tradición en esta ciudad que está a punto de festejar el sesquibicentenario (250 años) de su fundación.


El original TubaChristmas fue concebido en 1974 
por Harvey G. Phillips, en honor de William J. Bell, su maestro de tuba, nacido el día de Navidad de 1902. 

 El primer concierto tuvo lugar el 22 de diciembre en Nueva York, con la participación de 300 instrumentistas. Hoy día, se celebran más de 300 conciertos TubaChristmas, la mayoría de ellos en ciudades estadounidenses. Es un hecho que la tradición ya ha trascendido fronteras.

Al concierto navideño en el Centro de Conferencias acudieron cincuenta instrumentistas de diversas poblaciones. Uno de ellos viajó desde Boston, ciudad situada a 4,400 kilómetros de Monterey, mientras que otro solamente tuvo que recorrer 50 km, ya que vive en la cercana ciudad de Salinas.

El virtuoso de la tuba de mayor edad cuenta 83 años; el más joven, 12.

La entrada al festejo musical fue gratuita gracias a los patrocinadores del Monterey TubaChristmas 2019, el cual también  contó con el decidido apoyo de Clyde Roberson, alcalde de Monterey, quien dirigió como huésped una de las piezas interpretadas, tal como lo hizo el año anterior.



Tanto disfrutó el autor de esta reseña el Monterey TubaChristmas 2019 que entre broma y veras le dijo a Clarisa, su sobrina clarinetista, que le gusta más la tuba que el clarinete.





(Agradezco a Josefina Cabrera-Moreno por su aportación de las tres fotografías de los conciertos Monterey TubaChristmas 2018 y 2019) 

Saturday, December 7, 2019

Joaquín Achúcarro

Joaquín Achúcarro interpreta a Rajmáninov 

(Para Ástrid Morales Torres, en el doctorado de la Arizona State University)

                  
                            En cuanto caiga la noche,
                            enciende tu lámpara.

                                     Amado Nervo


Frecuentemente asocio el nombre del gran pianista español Joaquín Achúcarro con el de la gran pianista mexicana Ástrid Morales Torres. Ella fue alumna distinguida suya durante los estudios de maestría en la Southern Methodist University, de Dallas, Texas, tras la culminación de su carrera en el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México. 

La evocación de estos músicos surgió nuevamente ayer en la mañana, cuando escuché la transmisión del concierto de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española, dirigida por el japonés Kazushi Ono, en el Teatro Monumental de Madrid.

En la parte central, Joaquín Achúcarro fue solista del Concierto para piano y orquesta número 2 en do menor, de Serguéi Rajmáninov (1873-1943). 

Qué grata experiencia la de escuchar esa interpretación tan conmovedora de la obra del romántico tardío que fue tan menospreciado hace algunos años por los críticos y aun compositores como Ígor Stravinsky (1882-1971), su amigo, doble compatriota (ruso y estadounidense) y vecino en Beverly Hills, localidad del condado de Los Ángeles, California. 

Al final de la interpretación, cuando el público prorrumpió en aplausos y vítores, y Joaquín Achúcarro y Kazushi Ono se abrazaron, Pedro Antonio de Tomás "Peter", conductor del programa de Radio Clásica, comentó asombrado:

"Caramba, a mí ya se me enredan los dedos en el teclado del ordenador y tengo solo 61 años; cómo me maravilla la precisión y el virtuosismo de este pianista a la edad que tiene".


También el duodécimo Preludio en sol sostenido menor, de los 13 Preludios de 1910, ofrecido de encore, hizo vibrar a los amantes de la música de uno y otro hemisferios. 

Cierto: qué prodigiosa demostración de precisión, musicalidad y virtuosismo de un hombre que acaba de cumplir 87 años el 1 de noviembre. 

La pátina del tiempo no ha deteriorado la capacidad musical de este artista, como tampoco ha caído sobre el Concierto número 2 de Rachmaninov, tan conmovedor, lírico y brillante como el día de 1901(9 de noviembre) en que fue estrenado por el compositor, como solista de la Filarmónica de Moscú, dirigida por Alexander Siloti, su primo. 

El Concierto fue tan bien recibido en Rusia en aquel primer año del siglo XX, como lo ha sido en esta ocasión en España. 

Y dicho a la española, ¡Viva la música de Serguéi Rajmáninov! ¡Viva el arte de Joaquín Achúcarro! ¡Vivan los grandes pianistas!





Friday, November 29, 2019

Olga Tokarczuk. El corazón de Chopin

Desde los albores de mi adolescencia, la música de Chopin ha formado parte de mi vida. Aun cuando reconozco que sus obras carecen de la capacidad de conmoverme profundamente como las de Mahler y ni siquiera me producen el pasmo ante la grandeza de muchas partituras de Bach, Chopin ha sido el más importante de mis "músicos de cabecera" al grado de haber desplazado a Beethoven, Stravinsky y aun a don Isaac Albéniz.

Desde la hollywoodesca y cursi película La canción inolvidable (1945), que de niño tanto me entusiasmó, hasta los más sesudos análisis de su obra, como los contenidos en The Cambridge Companion to Chopin, numerosos ensayos, anecdotarios y biografías han estado siempre a mi alcance.   

Por esta razón, en cuanto me enteré de que la escritora polaca Olga Tokarczuk, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2018, entregado este año, era autora del texto El corazón de Chopin, corrí a mi iPad y adquirí con un solo clic su libro Los errantes, que a su vez había sido distinguido con el Premio Man Booker Internacional. 

Me bastaron unas cuantas decenas de páginas para intuir que Olga Tokarczuk ingresaría en mi lista de admiradas escritoras que obtuvieron el Premio Nobel, al lado nada menos que de Gabriela Mistral y Svetlana Alexiévich. 

Pero he de volver a Fryderyk Franciszek Chopin, porque durante setenta años consideré como un acto de suprema poesía el hecho de que se haya depositado el corazón del compositor tan amado en el templo de la Santa Cruz, en Varsovia. 

Después de la lectura de la crónica de la extirpación de este órgano y su traslado desde París, he despertado de una ingenua ensoñación y he quedado al borde de una repugnancia semejante a la experimentada en mi niñez frente al brazo de Álvaro Obregón exhibido antiguamente en su "altar patrio", situado en las entrañas del monumento erigido en su honor, en 1935, en la Ciudad de México. 

No me referiré a las circunstancias en que se extrajo el corazón de Chopin y logró introducirse en la Polonia dominada por los rusos, pero sí insistiré que algunas de las imágenes descritas por Olga Tokarczuk me han impresionado tanto en mi ancianidad como la visión infantil del brazo de El manco de Celaya en el preciso sitio donde fue asesinado. 

Recomiendo vivamente que todos los que, en palabras del marqués de Justine pertenecemos a la "iglesia de Chopin" porque "todos le amamos y nos amamos en él", recurran a su dispositivo electrónico o vayan a la librería por su ejemplar de    Los errantes. 

La recomendación se extiende a quienes aman la literatura de suprema calidad. Les aseguro que también la narración de las circunstancias en que se interpretó, por voluntad de Chopin, el Réquiem de Mozart en su funeral enriquece el caudal de testimonios en torno de este acontecimiento.



Wednesday, November 27, 2019

Tsunamis musicales

                                   

                                 (Para Paco M, en España)

Entre mis experiencias musicales más intensas vividas a lo largo de más de siete decenios de melofilia se encuentran dos ocurridas en las salas de concierto y dos a miles de kilómetros de ellas. 

La más antigua se remonta a 1950, cuando escuché por primera ocasión ¡y en vivo! la Sinfonía número 9 de Beethoven en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México 

La segunda, formidable experiencia concertística que evoco ahora fue la audición de la Novena de Mahler, dirigida por Esa-Pekka Salonen al frente de la Orquesta Sinfónica de Chicago, el 18 de mayo del año pasado. 

Para que la experiencia fuera más intensa, esta insuperable interpretación de la sinfonía que concluye con un adagísimo precursor del silencio de la muerte, tuvo lugar el 18 de mayo, día en que se recordó al gran compositor en el aniversario 107 de su partida.

Me parece que entre las experiencias más conmovedoras que he vivido gracias a la música pero fuera de una sala de conciertos se encuentra la ocurrida en un terreno baldío del centro de Salinas, California, contiguo al Steinbeck Center,  en donde ahora está el Taylor Building, el edificio más hermoso de la ciudad, de arquitectura semejante a la que es característica de Nueva Orleans. 

En ese lugar, como todos los sábados, se encontraban numerosos comerciantes de ropa, frutas, artesanías y olorosas, burdas imitaciones de la gastronomía popular de México y Centroamérica. 

En un extremo de ese "mercado sobre ruedas", un hombre maduro, ojos azules, cabello rubio, acompañaba su canto con el rasgueo de la guitarra. Su voz de barítono y su virtuosismo guitarrístico me habían asombrado por lo que desde lejos escuchaba unas tras otras las canciones de la tradición estadounidense, mientras Josefina recorría diversos puestos. Tras breve pausa, prorrumpió con la única canción mexicana de su repertorio. ¡Se trataba nada menos que de la preferida de mi madre, la que me rogó que se la acompañara al piano el día que por fin pude comprar el instrumento... ¡Dos arbolitos, de Chucho Martínez Gil!

El asombro y la añoranza me tocaron el corazón y cuando escuché las palabras "Arbolito, arbolito, bajo tu sombra, voy a esperar que el día cansado muera..." la emoción se convirtió en tsunami. 

Al término de la interpretación, acudí a dar las gracias al músico. En inglés, puesto que no hablaba una sola palabra de español a pesar de haber cantado en este idioma, le dije lo que esa canción significa para mí. Puse entonces un billete en sus manos. Era de veinte dólares el único que traía, pero de haber sido de cien, con el mismo gusto se lo habría entregado. 

Este hecho sucedió hace siete años. Lo que contaré ahora lo viví hace dos días, frente a la pantalla de mi iPad, gracias a YouTube y al español Paco M, promotor infatigable de la música de su país, con lo que ha alborotado mi hispanofilia de toda la vida. 

Escuchaba, con las notas frente a mí, una obra que desconocía: Niñerías, que el sevillano Joaquin Turina compuso para sus hijos.

Al llegar a la séptima pieza, intitulada "A la memoria de un bebé", escuché que las tiernas melodías habían dado paso a la secuencia Dies irae, de la Misa por los Difuntos, lo cual me produjo otra marejada: el recuerdo de Eduardo, mi hermano, fallecido trágicamente frente a mí a la edad de un año y cuatro meses, cuando yo no había llegado a los siete.

Qué poder inmenso tiene la música al remover el recuerdo de sucesos que siguen tan vivos como en el momento en que ocurrieron. 

Esta reflexión vuelve a mí cada vez que escucho el Preludio opus 28 número 7 de Chopin y me transporta por el túnel del tiempo a los años 40 en la Colonia del Valle de la Ciudad de México. 


                                               Jesús Bojalil Gil, 
                    conocido como Chucho Martínez Gil (1917-1988)

Tuesday, November 26, 2019

Las canciones por Laura



              Para Laura Hernaández Meléndez

Ofrezco en esta entrega una recopilación del nombre de Laura tal como aparece en forma obsesiva en el extenso poema intitulado Las canciones por Laura, de la página 70 A la 83 del libro Heredad (Antología provisional (1956-1978), del poeta sonorense Abigael Bohórquez (1936-1995).

Podría afirmarse que resulta exagerado calificar de obsesiva la presencia de este nombre en el poema, pero se trata evidentemente de un leitmotiv, es decir: un tema repetido como representación de un personaje, lo que Richard Wagner (1813-1883) llamó Grundthema, la ideé fixe de los franceses o el motivo conductor como llamamos los hispanohablantes a este procedimiento. 

Salvo error u omisión, el nombre de Laura aparece en 45 ocasiones. 

Tanto el poema Las canciones por Laura  como los Sonetos de Milpa Alta (Viejas postales que apenas en el corazón se hallan) me han acompañado desde hace muchos años. 

Mostré Las canciones por Laura a don Alejandro Avilés, maestro, periodista, escritor y poeta muy exigente, y recibieron su beneplácito, al grado de que dejó en mi libro algunos subrayados que quedaron como un entrañable recuerdo suyo.

De dicho poema tomé el nombre de Laura para el blog que comencé a escribir a mi llegada a esta pequeña población de Soledad, de menos de treinta mil habitantes, en el Valle de Salinas. Su título fue Cartas a Laura desde Soledad. Lo perdí años después, cuando vulneraron mi correo electrónico y lo sustituí por vericuetosmusicalesyliterarios.blogspot.com 

La recopilación realizada está desprovista de análisis y solamente tiene por objeto mencionar en riguroso orden de aparición las frases y oraciones en que aparece el hermoso nombre de Laura. Por cierto que en la pronunciación inglesa pierde, según me parece, su carácter eufónico: Lora

Las frases en negritas corresponden a los títulos de las cuatro estancias de este poema.






Las canciones por Laura
  • Oh, nunca busques a Laura. 
  • En el corazón de los hombres hay siempre una Laura dormida.
  • Canción de la Ciudad de México bajo la tormenta y la lluvia sin Laura.
  • Tal vez todo fue dicho, Laura (en dos ocasiones). 
  • He salido a buscarte pese a todo, Laura. 
  • Qué orfandad sin tu fuerza, Laura. 
  • Laura, ¿donde?
  • Laura, ¡nunca!
  • Estrafalario peregrino, subo las esquinas de México gritando: ¡Laura!
  • Sigue lloviendo en mi corazón algo sin Laura. 
  • Canción de la semana como pudiera ser junto a Laura, como tal vez sería.
  • Laura tenía un insoluble asombro. 
  • Laura temía a Dios. Laura tenía mi nombre atado al suyo. 
  • Laura no preguntaba el nombre de las puntas del dardo castigado tantas veces. 
  • En Laura la alondra oscura no quería florecer. 
  • Laura tenía en cada trenza un ángel derramado. 
  • Laura, muro frutal y territorio abierto era el clarín del fuego. 
  • Laura apretaba su rosa circunspecta. 
  • Laura se echaba al cuello su derrota y luego sonreía. 
  • Laura había llegado desde quién sabe cuál lugar de los corales. 
  • Laura se moría de castas, se moría de "casta y sencilla". 
  • Laura está en la ciudad de algún planeta.
  • Laura está en la sequía de algún pueblo.
  • Laura está aquí y allá.
  • Laura no existe.
  • Laura vendrá algún día en algún árbol. Todavía la busco. La busco en todas partes.
  • Canción de Laura que viene cuando la sueño y de la noche como niña negra.
  • Laura,  que de tu ausencia se me llena la vida.
  • Laura de ásperos frutos exprimidos al viento. 
  • Laura de cien canarios ahogados en el pecho.
  • Laura utópica llega.
  • Laura, Laura de todo el mundo, Laura insólita norte, Laura imprevista sur, Laurent insólita este, Laura impúber oeste. 
  • Oh, Laura en cualquier sitio, en todas partes Laura.
  • Laura inaudita mía que estás en los espacios.
  • Laura, has muerto de nuevo.
  • Canción para Laura mientras tanto sea la hora.
  • Y otra vez, otra vez hasta Laura y en Laura nuestra muerte, amén. 

Post scriptum 


Los lectores de este blog podrán encontrar los Sonetos de Milpa Alta en la entrada publicada el 31 de marzo del 2016, así como un comentario sobre ellos del 4 de enero de ese año. 








Thursday, November 21, 2019

Peor que la enfermedad,


La Revolución juzgada por Sarmiento e Ibargüengoitia

Sergio Sarmiento inició su columna del 20 de noviembre en el periódico Reforma, de la Ciudad de México, intitulada "Trágica Revolución" con este epígrafe: 

"No puedes hacer una revolución con guantes de seda". 

Estas palabras de Iósif Stalin (1878-1953), pronunciadas tiempo después del inicio de la Revolución Mexicana, se aplican también a lo sucedido tras el derrocamiento de Porfirio Díaz (1830-1915), el anciano dictador que solo viviría cuatro años más. 

Afirma el filósofo, escritor y periodista que a pesar del número relativamente corto de víctimas de los enfrentamientos armados, la insalubridad e inestabilidad económica generadas por la contienda hicieron que muchos mexicanos huyeran a Estados Unidos y que cientos de miles murieron por la gripa española y otras epidemias, así como las condiciones de hambre e insalubridad. Concluye que "la medicina con la que se reemplazó la dictadura por un partido hegemónico resultó peor que la enfermedad".

En el ensayo Cuento para el niño revolucionario, Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) entrega una obra maestra del sarcasmo con joyas como esta:

"Este señor que ves aquí, tocando el claxon del Mustang para que la criada venga a abrirle la puerta, es un humilde revolucionario a quien la Patria ha recompensado sus esfuerzos en pro de la justicia social. La altanería que le notas no es aire de aristocracia, sino el orgullo propio de nuestra raza: nos bastan dos años de no pasar hambres para sentirnos de la mejor sociedad". 

A quienes gozaron el festejo revolucionario de ayer, en la Ciudad de México, y a quienes lo despreciaron, se les recomienda que, en un ejercicio democrático y de buena voluntad, lean este ensayo del guanajuatense:



          Monumento a la Revolución en la Ciudad de México 

Saturday, November 2, 2019

Noviembre, alguacil con tos


El noviembre de Juan Villoro y Ramón López Velarde 

En su ensayo intitulado Halloween digital, publicado en el periódico Reforma de la Ciudad de México, Juan Villoro recuerda: 

"Debemos a los celtas el rito que convoca a las almas extraviadas y dio lugar a Halloween. Como otras fechas religiosas, esta tiene su origen en el clima. El 31 de octubre anuncia la cercanía del invierno. Los días comienzan a ser más cortos y las memorias más largas. En torno a las fogatas se evoca a los espíritus que ya no están ahí. El cristianismo encontró otra línea divisoria el 1o. de noviembre, Día de Todos los Santos, para celebrar a quienes superan el purgatorio y alcanzan la vida eterna". 

Afirma asimismo que en México, "la Noche de Brujas se extiende al Día de Muertos: la Catrina convive con personajes de los Simpson, Scooby-Doo o el manga japonés; unos piden su calaverita, otros su Halloween". 

"Del 31 de octubre al 2 de noviembre regresa la pasión por el pan de muerto, los altares con flores de cempasúchil y las películas de terror donde un visitante llega con una sierra eléctrica".

A Ramón López Velarde, esta época del año le provocó escalofrío. Su ensayo Noviembre, del póstumo libro El minutero, se encuentra preñado de siniestras premoniciones como estas: 

"Noviembre, pecera lívida en que los finados suben y bajan, aleccionándonos en la sabiduría de bogar sin tropiezo". 
"Noviembre, alguacil con tos, noche en que rueda sin mulas la tartana del infierno: sombra de ciprés que abrocha la tapia con la banqueta, para aplastar al gallo de la Pasión, como a un zancudo entre las hojas de un libro de magia negra".

"Restan once meses de presagio menos duro. Ahora, el alma se abstiene de la apuesta, ahuecándose en el armazón de un catafalco".

A pesar de los negros augurios, el poeta no falleció en noviembre, sino en el soleado mes de junio cuando la bronconeumonía segó su vida cuatro días después de haber cumplido 33 años.




Wednesday, October 16, 2019

Chopin in memoriam

            Fryderyk Franciszek Chopin in memoriam 


                                                Para Kate Liu 

La música de Chopin carece de la capacidad de conmovernos como la de Beethoven y la de Mahler; no alcanza la perfección y la fecundidad de la obra de Bach o la de Mozart; no plasma el alma de su patria como lo hace Albéniz. Chopin jamás nos lleva al abismo del dolor como el del Chaikovsky de la Patética, ni nos hace trepidar como Stravinsky o el Schoenberg de Moses und Aron, pero nadie como Chopin se encuentra tan cerca del corazón de quienes lo amamos y consideramos que su música es parte de nuestra vida. 

Hoy, 17 de octubre del 2019, aniversario 170 de su partida, le rindo mi más humilde homenaje de admiración y agradecimiento por haberme acompañado desde mi muy lejana adolescencia, anterior aún al Año Chopin 1949.

Este testimonio de gratitud incluye a los pianistas que a lo largo de los años nos han enriquecido con su profunda comprensión del mensaje chopiniano. 


                   

Monday, October 14, 2019

Nietzsche y Mahler

                          O Mensch! Gib acht!
     
(Para Luis Pérez Santoja en comunión con la música de Mahler)

Un instante antes de escuchar el conmovedor cuarto movimiento, O Mensch! Gib acht!, de la Sinfonía número 3 de Gustav Mahler, recurro mentalmente a esta paráfrasis de mi autoría sobre la  Canción de la medianoche de Zaratustra, de Friedrich Nietzche, musicada por el compositor tan amado: :

Ay, hombre, escúchame:
¿Qué te dice la profunda medianoche?

Yo dormía, dormía...
pero he despertado de mi profundo sueño. 
El mundo es profundo,
más profundo de lo que nos parece en el día. 

Hombre, presta atención:
qué intenso es tu sufrimiento,
pero la alegría es más intensa que la pena:
el sufrimiento anhela desaparecer,
mientras la alegría aspira a la eternidad...
¡una eternidad profunda, profunda eternidad!




                        Jessye Norman (1945-2019), 
                 egregia intérprete de O Mensch! Gib acht!,

Friday, September 27, 2019

Alfonso Durán y José Emilio Pacheco

                   El adiós definitivo

Marzo del 2013 fue uno de esos meses cuyos acontecimientos quedan para perpetua memoria.

El día 12, como ya lo he referido, vi por última vez a José Emilio Pacheco en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, de Mérida. 

Este hombre tan querido y admirado fallecería en la Ciudad de México menos de un año después, el 26 de enero del 2014. El recuerdo de la sonrisa y el comentario sobre el poema La letra "Y", de su autoría, me acompañan desde entonces y todavía agradezco la sencillez cautivadora que les dio vida. 

Seis días después de aquel encuentro con el Premio Cervantes, el 18 de marzo, Josefina y yo nos reunimos en un restaurante de Mérida con Alfonso Durán Vázquez, el gran pintor yucateco, uno de los amigos más queridos, respetados y admirados de mi vida. 

 Alfonso nos había acompañado el día anterior a la presentación de José Emilio.

A lo largo de la comida recordamos numerosas anécdotas relacionadas con la vida y obra de nuestro amigo pintor. Platicamos también de su regreso de Europa cuando instaló su atelier en un edificio de la calle Río Guadiana, en la colonia Cuauhtémoc de la capital, donde las artes plásticas, los temas culturales y la música siempre fueron ahí una constante. 

Le recordé una vez más que en su estudio escuché por primera vez, entre otras obras de Gustav Mahler, La canción de la Tierra, mi Everest musical. 

Durante toda la comida, un bolero tras otro atronaban el espacio. Cuando nos trajeron el café y una botella de xtabentún, empecé a manifestar que no había uno solo de ellos que desconociera, e incluso debo confesar que presumí vanamente mis amplios conocimientos del folklore urbano y lo peor fue que hasta me puse a cantar o tararear una que otra canción. 

Al despedirnos, Josefina y yo hicimos la promesa de regresar a Mérida en la primera oportunidad para reunirnos una vez más.

Alfonso se sintió muy halagado por nuestro ofrecimiento de invitarlo a comer en otra ocasión, pero añadió: "Nada más que sea en un restaurante chino, para que Alfredo no sepa una sola canción". 

Jamás habría pensado que esa fue la última vez que lo vi. En febrero del 2014, cuando regresaba de mi caminata matutina en la que había escuchado en el iPod, vaya premonición, la Gran misa de difuntos, de Berlioz, me enteré de que Alfonso había fallecido el día 24. 

Esto habías sucedido  29 días después de la partida de José Emilio Pacheco. 

                                        
                            Alfonso Durán Vázquez