Saturday, January 25, 2020

Rhapsody in Blue

Ástrid, Gershwin, la Rhapsody in Blue 

 Fue tan intensa la ráfaga de música que sopló el sábado 18 de enero del 2020  en la ciudad californiana de San José gracias a la interpretación de la Rhapsody in Blue por parte de la pianista mexicana Astrid Morales Torres, que provocó a este cronista un tsunami de recuerdos que se remontaron hasta los muy lejanos tiempos de su adolescencia, cuando quedó prendado por esta obra maestra. 

Desde que salió el cronista del Cribari Auditorium en el que ofreció Ástrid su recital hasta el día en que escribe este texto, las melodías, los ritmos y la deliciosa conjunción del lenguaje de la música de concierto con el jazz lo han acompañado en forma persistente.

En estas circunstancias, el cronista ha vuelto sus ojos y sus oídos a esta obra y a Jacob Bruskin Gershowitz, el genial compositor nacido en Brooklyn en 1898, hijo de inmigrantes rusos, quien cambió su nombre por el de George Gershwin. Asimismo, volvió a lamentar que haya fallecido a la temprana edad de 38 años, cuando tenía las manos colmadas de promesas, como también fue el caso de Mozart, quien partió a la edad de 35 años y el de Chopin, a los 39.

Qué fortuna, pensó el cronista, que en breve podrá disfrutarse la ópera Porgy and Bess, de Gershwin  gracias a la transmisión en vivo desde el Metropolitan Opera House de Nueva York.

El anhelo de disfrutar Porgy and Bess se ve igualado por el de volver a escuchar la Rhapsody in Blue interpretada por Ástrid Morales, ya sea en la versión para piano solo o como solista de la espléndida versión orquestal en la que el genio del compositor se vio potenciado por el de Ferde Grofé (1892-1972), quien deslumbró al mundo de la música con una orquestación magnífica que se inicia con el glissando del clarinete que sigue causando asombro. 

Ástrid Morales Torres es particularmente afecta a tocar de solista. Así lo ha hecho en México con Rhapsody in Blue con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, dirigida por Eduardo Diazmuñoz, en Monterrey; la Orquesta Sinfónica del Estado de México, dirigida por Gabriela Díaz Alatriste, en Toluca y Valle de Bravo; la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, dirigida por Guillermo Quezada, en esa ciudad de Chihuahua. 

Sería codiciable escucharla en la versión orquestal o la de piano solo, ya fuera en California, la Ciudad de México o en Arizona, donde radica. Que se cumpla este anhelo de año nuevo. 












Thursday, January 23, 2020

Ástrid Morales Torres conquista al público de San José, California

                                   El recital del regocijo


         

                                                       Rejoice, rejoice greatly!


Procedente de Arizona, Ástrid Morales Torres regresó a California y una vez más cautivó al público que asistió a sus recitales pianísticos en San José y Morgan Hill. 

Este cronista que ha seguido la trayectoria musical de la pianista mexicana desde el inicio de esta, cuando era una niña, presenció el recital con el que culminó su carrera en el Conservatorio Nacional de Música, en la Ciudad de México, y ha estado pendiente de su ya inminente doctorado en la Arizona State University, da testimonio de que la maestra se encuentra en el cenit de su arte. 

El recital se realizó el18 de enero en el Cribari Auditorium, de The Villages, comunidad de San José, la mayor ciudad del norte de California, en el Silicon Valley. 




La asombrosa, insólita comunión del público y la pianista hicieron que su presencia en San José se convirtiera en un festín de musicalidad, empatía mutua y alegría: ¡el recital del regocijo!

El auditorio escuchó al borde de la butaca los comentarios de la pianista previos a cada grupo de obras, lo que hizo recordar al cronista las palabras cargadas de humor de Gabriel García Márquez: "Lo único mejor que la música es hablar de música". Pero es preciso enfatizar que en este recital la música y la palabra fueron conmovedoras. El programa, interesante y equilibrado, nos llevó desde la caricia de Canción y danza número 6, del catalán Frederic Mompou (1893-1987), hasta la ráfaga de música de Rapsodia en blue, del estadounidense George Gershwin (1898-1937). 




Estampas, de Claude Debussy (1862-1918) marcaron un delicioso contraste con la extraversión de Dumka, de Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893), cuyos acordes finales en fortissimo sobresaltaron al público. Al concluir su interpretación, la pianista explicó en una demostración de empatía y buen humor la razón que tuvo el compositor para recurrir a ese sorpresivo efecto de esta pieza de carácter épico. 

La música de Manuel M. Ponce (1883-1948) dominó la segunda parte del recital. Entre las obras interpretadas,  Preludio y fuga sobre un tema de Handel nos recordó la maestría del gran compositor mexicano; Estrellita tuvo un carácter enternecedor y la Balada mexicana acrecentó el regocijo que caracterizó el recital de Ástrid. Pero este llegó al clímax con la polka Las bicicletas, tocada de encore y acompañada con las palmas de los eufóricos californianos que prorrumpieron en vítores a la pianista que los había conquistado.






De las interpretaciones virtuosísticas de Ástrid Morales Torres habré de seguir escribiendo. Cuando hablé de ellas a Javier Platas Jaramillo, conductor del programa radiofónico La otra versión, de la estación Opus 94 del Instituto Mexicano de la Radió, exclamó: "¡Qué maravilla!, ¡qué maravilla!"

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(Agradezco la autorización de publicar las fotografías tomadas por Ken Carter, el organizador del recital)