Saturday, May 23, 2020

Kate Liu



                ¡Feliz cumpleaños!


Hoy, 23 de mayo del 2020, Kate Liu cumple 26 años. Nacida en Singapur, llegó con la familia, a los ocho años de su edad, a Estados Unidos. Radica en Winetka, Illinois, población situada 16 km al norte de Chicago. 



De Kate Liu, quien posee las nacionalidades singapurense y estadounidense, se ha hablado extensamente en este blog, por lo que su autor se limitará a expresar la más entusiasta de las felicitaciones en el cumpleaños de la pianista tan admirada. 





Créditos de las fotografías: 

  1. Tomada de YouTube durante la interpretación del Concierto para piano y orquesta número 1 de Chopin como solista de la Filarmónica Nacional de Varsovia. XVII Concurso Internacional (2015)

2. Página oficial de Kate Liu 

Monday, May 18, 2020

Maricarmen Páramo, colaboradora invitada

                         
                                  El niño y el mar

                                     Para mi abuelo en su cumpleaños 86 




Mira el mar con el mismo asombro con el que lo vio por primera vez. Inhala profundamente y al exhalar vuelve a su infancia, donde la tranquilidad no es otra más que la de saberse amado.

Ahí están las manos que se extienden para cargar, para sostener, para alimentar, para cuidar con dulzura. Están también las cómplices miradas de juegos y aventuras.

El tiempo pasa como un suave oleaje y la vida despierta a la inmensidad oceánica. Habrá calma y tempestad, pero ahora la cálida brisa es la que enjuga su pequeño rostro.

Poco a poco despierta su voz, sus ojos encuentran en las palabras la riqueza del lenguaje que llevará a lo largo de su vida como un bastión. Sus oídos escuchan la música que atravesará su alma y que le traerá paz en momentos difíciles, pero ahora es niño y su felicidad es acompañada de cosas simples como una pelota o el color amarillo.

Ve hacia el horizonte y un hombre, a través de distancias oceánicas, lo mira y ambos, con la mano sobre el pecho, sonríen.  



                                   
                                     Fotografía de Josefina Cabrera-Moreno 




Saturday, May 9, 2020

Hugo Roca Joglar habla de su oficio



Este blog, sucesor de Cartas a Laura desde Soledad (2011-2015), llega en mayo a su primer lustro de vida. 

La obra de diversos personajes de la cultura en México ha estado presente en el blog a la manera de comentarios, análisis y cartas abiertas.

Uno de ellos es Hugo Roca Joglar, destacado escritor, musicólogo y periodista mexicano, autor de las narraciones reunidas en Días de jengibre, quien publicó recientemente la conmovedora novela intitulada Tardes quietas de jazz y madera y colabora para el diario Milenio, de la Ciudad de México. 

Nacido en 1986, obtuvo a la edad de 28 años el Premio Nacional de Periodismo (México) por la crónica Lo que me dice el amor. Mahler en una cantina de Irapuato. 

Asimismo, fue laureado con dos preseas internacionales: en Argentina, el primer premio de ensayo del concurso Iber-rutas 2015 "Memoria, migrantes y cultura"; en España, el Paco Rabal de Periodismo Cultural en la categoría "Jóvenes Promesas". 

*

Publico ahora el reciente intercambio epistolar en el que Hugo Roca Joglar responde mi pregunta sobre dos de sus trabajos laureados. 


                    Pregunta indiscreta

Hemos estado platicando Josefina y yo sobre dos textos tuyos particularmente importantes: el ensayo intitulado La onírica Asturias mexicana y la crónica Lo que me dice el amor. Mahler en una cantina de Irapuato.

Ella me dice que La onírica Asturias le conmovió más. Por mi parte, no estoy tan seguro. Me parece un empate y en futbol iríamos a penales para el desempate.

Sin embargo, me gustaría mucho conocer tu opinión. Entiendo que a ustedes los artistas no les gustan ese tipo de preguntas. Quizá la excepción haya sido Giacomo Puccini (1858-1924), quien manifestaba que su ópera "consentida" era Madama Butterfly. 

Si no lo consideras una impertinencia de mi parte, quisiera saber tu opinión: cuál de esos dos textos escritos para perpetua memoria es tu consentido. 

                          Respuesta indiscreta 


Mahler en una cantina de Irapuato y La onírica Asturias los escribí en el mismo lugar: mi cuarto en la casa de Nepantla con uno o dos años de diferencia, y el proceso fue completamente distinto. 

Mahler para mí es mucho más cercano a una sinfonía en el sentido estructural de tejer temas (personas, historias), someterlos a variaciones y construir cuidadosamente sus interacciones; es una historia a la que técnicamente le dediqué mucho tiempo con un interés específico en la coherencia dramática, en que los distintos acontecimientos sonoros se sintieran naturales unos al lado de los otros.

En cambio la Onírica Asturias surgió tan espontáneamente que la asocio más con un nocturno o incluso un poema sinfónico en donde el programa literario que describo son mis recuerdos; ahí, por lo menos en la elaboración no enfrenté ningún tipo de complicación estructural ni trabajo compositivo en un sentido técnico o académico, sólo inspiración vertida con completa libertad, sin ningún interés estructural. 

Te explico todo esto, como te podrás imaginar, para decirte que son textos tan distintos que me cuesta mucho trabajo identificar cuál es mi consentido, así que en una salida diplomática diría que Mahler es mi crónica consentida y La onírica mi texto autobiográfico consentido, aunque sin duda ambos artículos están hermanados en su vocación ensayística, y así, como ensayos, creo que en este momento siento un mayor cariño por Mahler, porque lo escribí antes y me dio un reconocimiento que me ha dado mucha confianza para seguir escribiendo, también porque quedé asombrado de haberme atrevido a intentar hacer convivir dos mundos en apariencia irreconciliables (una ciudad del bajío mexicano del siglo XXI y un compositor bohemio decimonónico posrromántico) con la intención de lograr que esa convivencia se lea natural. 



  (Editado por Tandaia, S.C. Santiago de Compostela, España)


Tuesday, May 5, 2020

Juana Reyes, colaboradora invitada (III)



CORRIDO A MALACACHTEPEC MOMOXCO, MILPA ALTA

Hagan aprecio, señores, 
que orita voy a cantar
una historia verdadera 
de un pueblo muy singular.

Se trata de un pueblo humilde 
que ha sabido defender
su cultura y su raigambre 
aun a costa de su ser.

Milpa Alta lleva por nombre,
Malacachtepec antiguo
tierra de valientes hombres, 
de eso sí que soy testigo.

Doce pueblos lo conforman
y los doce son la cuna
de aguerridos chichimecas, 
antepasados de aztecas.

Ay, Milpa Alta de mi vida, 
tu suelo ha sido regado
con la sangre de valientes 
que sin ostentar ni un grado
a la lucha acompañaron 
al gran Atila del Sur
y le dieron un refugio 
pa que hiciera su cuartel
allá arriba en la lomita 
de san Pablo Oztotepec.

Tata Zapata, llamaban, 
al valiente guerrillero
que luchaba sin descanso, 
no por obtener dinero
sino por lo más preciado 
por cualquiera bien nacido.

"¡Tierra y libertad!" gritaba. 
pa todos los campesinos.
y completaba su grito 
para hacerlos comprender
diciendo a una sola voz: 
"¡Tierra es de quien la trabaja,
vámonos por esta joya 
que es preciso defender!"
Y mientras esto decía 
lucha y vida le ofrendaba.

En este suelo momoxca 
nacieron seres ilustres
médicos y profesoras, 
escritores y pintoras,
todos tienen una herencia: 
trabajan doble jornada,
la tierra por la mañana, 
por la tarde, el checador,
mide el tiempo de estos hombres 
y mujeres de valor.

Milpa Alta de mis amores,
tus calles guardan historias
ora tristes, ora alegres, 
ora llenas de victorias
de estos héroes sin insignia 
que sin grandes homenajes
habitan los corazones 
como eternos personajes.

Nuestras fiestas nos reúnen, 
tanto a propios como a extraños
los recibimos alegres 
varias veces en el año
con zaguán y puerta
por donde escapan aromas
de moles y barbacoa 
de arroz a la mexicana
y nopales bien guisados 
en más de trescientas formas.

Ya con esta me despido, 
ya les conté mi corrido,
si vienen a mi Momoxco 
prepárense al recorrido
nomás traigan tiempecito
que será bien divertido
y pensarán con tristeza
 una vez que se hayan ido: 
“Ay, si aquí yo hubiera nacido”.


(Reproducido con la autorización de la autora.
Registro de derechos de autor en trámite)


                                                                         Foto de Édgar Anaya Rodríguez 
                                                    

Monday, May 4, 2020

Juana Reyes, colaboradora invitada (II)


                         Así nació el Corrido de Milpa Alta 

                                       Por Juana Reyes 


Mis ojos de viajera de 11 años contemplan, entre la bruma de polvo del camino de terracería, las siluetas gigantes coronadas de nieve del guerrero Popocatépetl y la doncella Iztaccíhuatl. Puedo verlos no sólo a través del poema de José Santos Chocano, El idilio de los volcanes, aprendido en la escuela. “Existen”, me digo. Conforme avanza el autobús mis ojos se solazan al descubrir las faldas verdeantes del Teuhtli, el cerro vigía de los momoxcas, antepasados de los milpaltenses.

Por fin, arribo al antiguo Malacachtepec Momoxco, La Milpa, otro nombre que le dieron los conquistadores, productora de cosechas de temporal, tierra de nahuales y brujos, de muertos que persiguen a los vivos y curanderos que los ahuyentan con incienso y copal hacia el mundo de la oscuridad. Lugar de leyendas y tradición oral inolvidables.

Apenas he llegado y ya el pueblo me hizo una señal de bienvenida. Las personas me miran como lo que soy: una desconocida. Tiempo después, por aquello de que los adultos deben enseñar a los niños a ser obedientes y comedidos, voy a comprar tortillas a la tortillería que se encuentra frente a la iglesia. Caminar es un deleite, mis pies pequeños se hunden entre los huecos de las calles empedradas donde a duras penas sólo dos vehículos pueden transitar. Las vetustas edificaciones parecen platicar en susurros: “la hija pródiga regresa de su largo viaje.”

Descubro la belleza milpaltense día a día, paso a paso. Las viviendas de piedras sobrepuestas reforzadas con adobe. Las casonas porfirianas, testigos de historias y tragedias revolucionarias. Las mujeres ¡¿ancianas vestidas con el garbo indígena del faldón de lana negra sostenido en la cintura con la faja de colores vivos --el chincuete--, la blusa de popelina blanca bordada y el rebozo inseparable.

Cuando empiezo a reconocer la algarabía de los juegos mecánicos en las fiestas de algún barrio, me escabullo en la primera distracción de mi madre y me encamino a las iglesias de los barrios más cercanos. Formada entre los fieles llego hasta el altar, donde las santas patronas, la virgen de Los Ángeles, la de Santa Marta y la Purísima  Concepción esperan a sus hijos para bendecirlos otro año más. También tengo permiso –que no dinero-- para pasearme entre los juegos de la fiesta grande, la del 15 de agosto, día de la virgen de La Asunción, fiesta de zaguanes y puertas abiertas, de mole, arroz y nopales.

Fiesta para mis ojos y mis oídos porque ahí, en la explanada, en el kiosco, una banda de música de viento deja escapar sus acordes de valses, pasos dobles y corridos. Al terminar su tiempo, al instante retumba el sonido de los platillos en el templete situado al frente, donde se acomoda la otra banda de música. Los admirados escuchas volvemos la cabeza y luego, como en una escena del flautista de Hamelin, nos dirigimos hacia donde nos llevan las notas de Poeta y campesino. Media hora de concierto no es nada, por eso, no bien ha terminado esta banda, en un duelo de saberes y talentos, Poeta y campesino nos sigue deleitando, con la otra banda, por supuesto. Ah, fiesta del 15 de agosto, fiesta de mi niñez y adolescencia. 

La Semana Santa es la temporada que ama mi madre. Yo la disfruto, a pesar del recorrido doloroso de las tres caídas, por la comilona que prepara, como le han enseñado las mujeres del Momoxco: nopales en escabeche, romeritos y huevos en rabo de mestiza. Para amortiguar, mi pena luego de acompañar la sufriente pasión de Cristo, regreso a casa, sedienta, para beber abundante agua de tamarindo o de jamaica. 

Tiempo más tarde, ya más crecida, con la misma sorpresa de mis 12 años,  la historia apasionante del pueblo que ya considero mío se me va develando. Escucho a los hombres y mujeres de letras --profesores, pintores, escritores-- hablar de sus héroes, de su tierra. Fijo mi atención en las canciones que algunos imberbes le dedican a las musas milpaltenses; una que otra loa al terruño. Y nada más.

La idea comienza a germinar en mi cabeza al indagar con más profundidad sobre la historia apasionante de este suelo, allá por 1998: “Milpa Alta necesita un corrido. Sí, ¿por qué no? Nadie ha escrito alguno, que yo sepa. Nadie recuerda en un corrido al gran Atila del sur, a los valientes milpaltenses que siguieron al hombre que soñaba con la Tierra y Libertad para los campesinos. Los hombres y mujeres que pueblan esta tierra merecen un reconocimiento”.

Meses y años se eslabonan. Un día del 2017, el azar me conduce por largos viajes en metro y otros transportes. Así, sobre las rodillas, comienzo a dejar en un papel lo que siente mi corazón hacia esta tierra que me acogió de niña.

Escribir los dos primeros versos no es complicado, es tan fácil como recordar a don Vicente T. Mendoza y su selección de inicios de corridos. El mío tendría que aparecer entre los de elogios de ciudades. Estaba decidida a copiar. Lo iniciaría con un llamado a escucharme:

Hagan aprecio, señores,
que orita voy a cantar…

Así comienzan algunos corridistas morelenses, de eso supieron don Miguel  Bello, don Malaquías Flores, don Mauro Vargas y Jesús Peredo, entre tantos otros que manejaron las rimas con maestría. Con los dos primeros versos se fueron desgranando las historias, cual mazorca a pleno sol.

…una historia verdadera
de un pueblo muy singular
se trata de un pueblo humilde
que ha sabido defender
su cultura y su raigambre
aun a costa de su ser.
Milpa lleva por nombre
Malacachtepec antiguo
tierra de valientes hombres
de eso sí que soy testigo.

Y así, palabra a palabra, verso a verso, nació el corrido. Escrito y reescrito durante meses. Luego, el descanso del texto por otros tantos. Casi lo olvidé por un largo año. Hasta que no hubo más remedio que terminarlo.

Grande privilegio es contar entre los amigos con aquellos cuyo único propósito es ejercer su papel de mentor, en dondequiera que se encuentre, como mi maestro de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, Alfredo Páramo, fiel amante de esta tierra momoxca. Mi maestro me hizo el honor de pedirme que le enviara lo que llamé Corrido a Milpa Alta, lo leyó y le hizo las reconvenciones necesarias.

Pero un corrido no es corrido si no tiene música, si nadie acompaña sus coplas con los acordes de una guitarra –pensé. Busqué a quien me hiciera el favor de musicalizarlo. No encontré a nadie. Volví a dejarlo reposar. Llegó el 2019, y con él la promesa de que sería desempolvado, lo presentaría en la Feria del libro en náhuatl de san Bartolomé Xicomulco, a la que me habían invitado. Hice ensayos a capella con una entonación de corrido. Fui desechando todos los intentos uno a uno –estaba segura de que lastimarían los oídos de quien se atreviera a escuchar.

Entonces la recordé, es la única mujer que declama corridos de manera magistral. América Menéndez es morelense, un día de 1993 me invitaron a conmemorar algún suceso. Allí la escuché –por única vez— y en ese momento no imaginé cuan valioso me sería su ejemplo.

Ensayé en voz alta el Corrido a Milpa Alta, temerosa y curiosa a la vez de la reacción de quienes me escucharían. Por fin, en una plaza donde sólo había ofertantes de sus productos y uno que otro transeúnte, me llamaron al estrado. Confieso que no pasó nada. Tres o cuatro manos, más por compromiso que por gusto, se juntaron para simular un aplauso.

En este 2020, en plena pandemia, casi estoy segura que el corrido no va a encontrar quien lo quiera musicalizar. Tal vez si le hago algunas modificaciones, o se lo doy a una banda, de esas que “en el aire las componen”, o si busco un rapero que lo desee interpretar acompañado de un güiro, en alguno de los transportes públicos que van al metro Taxqueña o al metro Tláhuac, quizás algún día alguien pueda decir: “está bonito”.

Mi único orgullo, si eso me puede quedar, es que Milpa Alta tiene su corrido, sí señor, escrito con el corazón.  



Sunday, May 3, 2020

Juana Reyes, colaboradora invitada (I)


            Desde Malacachtepec Momoxco (Milpa Alta)


El autor de este blog agradece a Juana Reyes su generosa aceptación de figurar en la presente entrada y en las dos siguientes como escritora invitada. A sus infatigables, beneméritas actividades docentes y de promoción cultural, se agrega la de describir la belleza de Milpa Alta con palabras que tocan el corazón.

Con esta carta dirigida a su viejo profesor de periodismo se inicia la triple colaboración enriquecedora del blog:



Malacachtepec Momoxco, CDMX, 3 de mayo de 2020

Querido maestro,

Como lo había prometido, aquí está la crónica que me hará el honor de publicar en su página, si vale la pena, claro.

Algunos asuntos de índole administrativo me estaban dando tanta lata que opté por dejar lo que sí me gusta escribir para tiempos de esparcimiento.  Y siendo, como soy --rebelde y perezosa--, me negué a hacer los oficios para finiquitar la entrega del libro Fundación, Tierras, Linderos y Principales de La Milpa. Títulos Primordiales de Milpa Alta. Y ya está ¡el libro quedó precioso!

Se trata nada menos que de la publicación del documento heredado por los antepasados momoxcas donde les son entregados los bosques de Milpa Alta, de manera legal, en presencia de un representante español a varios indígenas. El documento data, como fecha probable, de entre 1537 y 1565 del siglo XVI. Es una versión mecanografiada de la versión náhuatl, con un análisis paleográfico y traducción al castellano por la Academia de la Lengua Náhuatl de Santa Ana Tlacotenco.

Por sí solo es muy valioso este documento, imagine usted cuando la propia Academia sostiene que por la época de elaboración, estilo, tipo de escritura y formato y con base en trabajos de traducción realizados anteriormente por esta asociación la equiparan con manuscritos como Cantares Mexicanos, Códice Florentino, entre otros.

Comprenderá usted mi contento. Y tanto que no podía hacer los dichosos oficios de finiquito. 

Y aquí estoy, con el oído afinado, percibiendo los cantos de los pájaros. El viento ya se anuncia, su paso por entre las ramas deja un grito de reprimenda. Al volver la mirada a la bandera que vecinos patriotas colocaron el pasado mes de septiembre me sorprende su ausencia. La vi deteriorarse lentamente. Primero perdió el brillo de los tonos verde y rojo. Luego, fueron cayendo a jirones. Cada día me preguntaba cuánto más se mantendría en pie. Ayer sólo le quedaba un desgarrado y descolorido verde. No sé si hoy le hayan negado el derecho a permanecer en el asta y en un acto de ingratitud cortaron el lazo que la unía a ese mástil.

Si viera usted, maestro, cuánto extraño a los propietarios de la nopalera que colinda con mi vivienda, desde el inicio de la cuarentena no se han asomado. Los nopales antes brillantes se encuentran opacos, deslucidos. El sol los carcome, como a la bandera. 

Las lluvias se atrasan, las semillas que sembramos mi familia y yo van lentamente asomando sus primeros brotes. Una nostalgia que se atora en la garganta me hace temer lo peor. Aquí también está detenida la vida. Aquí también el silencio es interrumpido por el canto de los canarios y los zanates. La alegría bullanguera se ha ido de los habitantes. Reina el descreimiento, la falta de fe. 

La escritura de la crónica del corrido aviva mi nostalgia. La Semana Santa pasó apenas percibida por los habitantes, encerrados como estábamos en casa. El largo y triste canto de la chirimía presagio de la muerte de Cristo no se escuchó este año. El 30 de abril los niños ni cuenta se dieron de que en este día tienen derecho a ser bien tratados. 

Sólo los trabajadores de la mezcla se atrevieron a interrumpir el silencio con sus cohetes para recordarnos que hoy es día de la Santa Cruz, día de los albañiles.

Ruego a Dios por que esta falta de movimiento pronto  trueque  en música, en baile, en alegría para todos. 

Esto es lo que enturbia mi contento de satisfacción por el libro publicado. Milpa Alta detenida, Milpa Alta silenciosa. Milpa Alta, por favor, ¡déjame escucharte! 

Reciban mi cariño y gratitud por ser y estar conmigo

Juana Reyes,
la de nombre de corrido de la Revolución Mexicana.


*

Post scriptum 

Invito a visitar diversas entradas de este blog en las que dialogo con la autora. 



Saturday, May 2, 2020

Ver al mundo de otra forma



El arte, esperanza de alivio en tiempos de confinamiento
                   

"Tenemos la esperanza de ver al mundo de otra forma, así como lo hacen los artistas". Con esta afirmación de Mónica Alducin, economista e infatigable promotora cultural, concluye mi ensayó intitulado Los artistas deben ser prioritarios en tiempos de emergencia, en el que comento las sabias reflexiones de Juan Villoro. 

Del impulso inquebrantable por mantener encendida la llama de la esperanza en situaciones de adversidad extrema hay numerosos ejemplos en la literatura y la música. De hecho, la escueta mención de ellos requeriría un texto de millares de palabras. 

Por tanto, nos concentraremos en dos de ellos. 


                       Madre, no llores

El primero, de conmovedora sencillez, es la plegaria de una muchacha polaca de 18 años escrita en la pared de la celda de la prisión nazi de la Gestapo en Zakopane, Polonia, en el que fue encarcelada en 1944:

Para sublimar su angustia en medio de la tragedia,  Helena Wanda Błażusiakówna se conduele del sufrimiento de María y apenas si alude al propio:

"¡Madre, no llores, no! Inmaculada Reina de los Cielos, apóyame siempre". 

Este hecho es muy conocido gracias a que fue tomado por Henryk Górecki (1933-2010) para el segundo movimiento de la Sinfonía número 3, intitulada De las canciones dolientes. La plegaria es cantada por una soprano.


         Cuarteto para el fin de los tiempos

El segundo acontecimiento es tan conocido como el anterior por los amantes de la música:

Olivier Messiaen (1908-1992), uno de los compositores franceses más importantes del siglo XX, fue detenido en 1940 por el ejército alemán y recluido en el campo de concentración de Göerlitz.

En las condiciones menos propicias imaginables, Messiaen se entregó a la composición de una extensa obra para lo cual aprovechó que tres compañeros de prisión eran músicos y contaban con sus instrumentos: violín, violonchelo y clarinete. La parte del piano quedó a cargo del compositor.

Esta composición, uno de los ejemplos más asombrosos de la forma en que la voluntad de un artista puede superar las pruebas más difíciles se intitula Cuarteto para el final de los tiempos.

Que su audición en YouTube o en Spotify también nos traiga un alivio en estos tiempos de reclusión y claustrofobia.