Monday, January 11, 2021

Adiós, señor Trump

 Donald Trump visto por un caricaturista mexicano 


El propósito de este blog es comentar asuntos de interés en el mundo de la literatura, la música, las bellas artes. Bienvenida sea la caricatura, género que también tiene lo suyo en el mundo de la estética y por si esto fuera poco, su mensaje político suele ser más convincente que un discurso.


Agradezco a Pedro Sol, el egregio caricaturista mexicano, su autorización para publicar este cartón que tanto me gustó:






Así respondió Pedro Sol,a mi petición: "Por supuesto. Antes de que lo renuncien".


Y añadió: "Qué bueno que ya terminará  esa telenovela política".





 


Tuesday, January 5, 2021

Concierto de año nuevo

                      Ricardo Muti: batuta de excelencia


                                                    Para Ernesto, en Houston



 Disfruté mucho, gracias a la cibernética, el concierto de año nuevo de la Filarmónica de Viena. Qué insólita experiencia la de un proscenio bordeado de flores y unos instrumentistas vestidos de gala, en un escenario que es muestra del refinamiento europeo... ¡pero completamente vacío!  


Evidentemente, estos músicos estaban tocando para el público gigantesco de ciudades de todos los continentes. Así lo dijeron y lo demostraron con la formalidad y el excelente virtuosismo que lo hicieron.


Si no lo has visto, te lo recomiendo. La Filarmónica de Viena fue conducida por Ricardo Muti, el egregio director italiano nacido en Nápoles en 1941, considerado sucesor de Arturo Toscanini y actualmente titular de la Orquesta Sinfónica de Chicago, quien afirma:


"La música, además de profesión es una misión. Consideren la cultura como primordial para construir una sociedad mejor. Misión cultural es poner cimientos, conmover a través de la fe y la razón". 


Instó a los mandatarios a que consideren la cultura como primordial para construir una sociedad mejor. 


El musicólogo mexicano Érick Zermeño, promotor infatigable de la ópera, quien me proporcionó esta cita, exclama: "¡Muti es un genio!"


Y yo doy la razón a quien pasó de alumno mío a maestro muy admirado y respetado. 




                     Erick Zermeño: "Muti es mi ídolo". 








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Monday, January 4, 2021

Eduardo Mata (1942-1995) In memoriam

                               



                                  Epifanía de Eduardo Mata



Conocí a Eduardo Mata el sábado 28 de enero de 1967. Era entonces un joven maestro de 24 años y tenía poco tiempo al frente de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, nombre que él habría de modificar por el de Filarmónica (OFUNAM).


Ese día se realizó el primer concierto del Festival Bach, organizado en la Biblioteca Nacional (antiguo templo de San Agustín, en el corazón de la metrópoli), ciclo que habría de ofrecerse durante seis sábados consecutivos, para concluir el 4 de marzo de aquel año preolímpico.


Esos conciertos dejarían una huella tan profunda que fueron el primer paso en la formación de una generación de amantes de la música; el comienzo de la efervescencia que habría de culminar con la edificación de la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, permanentemente concurrida por un público juvenil y entusiasta que sería la envidia de muchas orquestas del mundo.


Antes de que terminara el concierto inaugural de aquel ciclo, este cronista y seguramente gran parte del auditorio, habíamos llegado a la conclusión de que estábamos presenciando la epifanía, la aparición en nuestros cielos de un astro deslumbrante. 


Esta revelación fue particularmente significativa, puesto que los melófilos de mi generación habíamos sido testigos de la actuación de una pléyade de directores de orquesta tales como Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Erich Kleiber, George Solti, Clemens Krauss, Julián Carrillo y Carlos Chávez, entre otros. Neófitos no éramos.


Eduardo Mata dirigió en aquella ocasión inolvidable estas obras del Cantor de Santo Tomás de Leipzig:


Concierto de Brandenburgo número 1, en fa mayor


Cantata número 51 para el decimoquinto domingo después de la Trinidad, denominada Cantad a Dios en todas las tierras


Magnificat, para solistas, coro y orquesta


Si se me permite hacer mías las palabras del Nocturno a mi madre, de Carlos Pellicer, diría que cuando Eduardo Mata dirigió el Magnificat de Bach, “verdaderamente glorificó mi alma al Señor y mi espíritu se llenó de gozo para siempre jamás”.


Conservo dos recuerdos del último programa del festival con particular cariño. El primero de ellos, la presencia de Carlos Chávez, en la primera fila, al borde del asiento, escuchando embelesado a su discípulo predilecto en el Concierto de Brandenburgo número 3. Años después, me di cuenta de que la actitud del viejo maestro era la del más orgulloso de los padres ante las proezas del hijo en que cifró sus esperanzas.


El segundo recuerdo es la emoción de una mujer que lloraba conmovida como no he vuelto a ver, cuando solistas, el Coro de la Escuela Nacional de Música y la Orquesta de la Universidad interpretaron la Cantata número 38, para el vigésimo primer domingo después de Trinidad, Clamo a ti desde lo profundo de mi pena.


Esta muestra extrema de la emoción colectiva provocada por la música de Bach interpretada por Mata dio al cronista la medida del talento del maestro que habría de discernir, decenios después, la diferencia entre un director competente y uno incompetente: “Un buen director conmueve al espectador; lo demás es polvo y paja”.


Cómo nos conmovió a lo largo de los años, particularmente en aquel entrañable Ciclo Mahler de 1975 con la Orquesta Sinfónica Nacional. Quien oyó su Octava –digámoslo con un eco de Amado Nervo– no la pudo ya jamás olvidar.


Cómo nos conmovemos cada vez que escuchamos las grabaciones que han enriquecido nuestra vida, en especial las sinfonías de Chávez, la obra de Revueltas y ese portento llamado Cantata criolla “Florentino, el que cantó con el diablo”, de Antonio Estévez, en la que el maestro dirigió a solistas, coro e instrumentistas de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, de Venezuela.


Vi a Eduardo Mata por última vez el domingo 22 de mayo de 1994, durante una comida ofrecida en su honor en casa de Benjamín Backal, también ya fallecido.


En ella se habló de innumerables proyectos de suma importancia para la difusión de la música. ¡Cuánto tenía que darnos todavía!



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Como un mínimo homenaje al gran músico mexicano en el aniversario 26 de su trágica muerte, reproduzco este texto de mi libro Allegro Molto. Sesenta años de anécdotas, editado por Luzam, Cuernavaca, Morelos,  en 2010.