Tuesday, October 25, 2016

Ernesto Ortiz Paniagua, el Fanty

Los amigos  más cercanos le llamaba Fanty. A pesar de que me distinguió con su amistad, siempre le llamé señor Ortiz Paniagua y en ocasiones, le decía don Ernesto, a la española.

¿Cómo se originó este apodo dado al poeta y periodisra nacido en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en 1939 y fallecido en la Ciudad de México en 2015?

Miguel Ángel Granados Chapa (1941-2011) ofreció esta versión que se inicia con un conmovedor elogio del Fanty, colega suyo en el semanario Crucero, que dirigía Manuel Buendía (1926-1984):

"Ernesto Ortiz Paniagua era un muy grato compañero de trabajo. Ocultaba sus méritos literarios de modo semejante a como atenuaba su presencia misma. Sus amigos lo conocían como Fanty, pues se deslizaba como un fantasma, como pidiendo perdón por estar allí, con su rostro amable y su sonrisa apenas insinuada".

El maestro Manuel Pérez Miranda, amigo y compañero de trabajo del Fanty durante muchos años en la redacción de la revista Señal, revela el origen del misterioso apodo y su fuente fue el mismo Fanty, maestro que también impartió cátedra en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García durante la dirección de Alejandro Avilés (1905-2015), al que sucedería don Manuel.

--Cuando Ortiz Paniagua era niño, lo llevaban durante el mes de mayo a ofrecer flores a la Virgen María en un templo de Chiapa de Corso, en Chiapas. Como lo vestían con el hábito de los franciscanos, las niñas gritaban en cuanto veían que entraba en el templo: "¡Ahí viene el fantasma, el fantasma del convento!"  De fantasma pasó a Fanty y así se le conoció el resto de su vida.

De hecho, tanto la versión de Granados Chapa como la de Pérez Miranda coinciden puesto que Ortiz Paniagua siempre hizo honor a su apodo, dada su decisión inalienable, que  mucho tenía de franciscana, de contar con un bajo perfil, estuviera donde estuviera.

La única vez en que el don Manuel Pérez Miranda y yo vimos que el Fanty perdía su beatífica compostura fue el día en que decidimos hacerle la broma de que habíamos acudido a su centro de trabajo para rogarle que se reintegrara como maestro en la Escuela de Periodismo. Con ojos desorbitados y un índice flamígero que hacía una y otra vez el signo de la más enérgica negativa, exclamó: "¡No, señores, de ninguna manera!"

La sonrisa franciscana del Fanty volvió a iluminar su rostro cuando lo tranquilizamos diciéndole que se trataba de una broma y que, por lo visto, había resultado de mal gusto.

En el tiempo que el maestro Ortiz Paniagua  impartió la cátedra de literatura en la Septién, los alumnos llegaron a conocerlo como el "Cometa Rilke", debido a que solía faltar a clases y cuando acudía, invariablemente les hablaba de Rainer Maria, el poeta considerado uno de los más importantes de la historia contemporánea. 

¿Y a qué se habrá debido aquella intempestiva reacción del Fanty? Me atrevo a suponer que a pesar de su perfil de franciscano, hermano de Rilke y descendiente de San Juan de la Cruz, no contaba con la santidad propia de una maestra como Dolores Castro para enfrentarse a jóvenes inquietos y, en ocasiones, no tan interesados en la literatura.

"¡Dejen vivir!"  parecía ser el lema del Fanty, dada la frecuencia con que lo repetía. En una ocasión me confesó que su hermano, el sacerdote, acertaba cuando lo llamaba perezoso. Sin embargo, sospecho que jamás pudo habérsele clasificado como tal, ya que --insisto que lo supongo-- todo lo que anhelaba era disfrutar inmensamente su vida interior.

Volví a esta reflexión cuando me confesó que Manuel Pérez Miranda le había llamado por teléfono para saludarlo y preguntarle cómo se encontraba.

--Ay, Manuelito --le respondí--, estoy abrumado de trabajo. Ya no hallo la salida.

Se acercó a mi y sotto voce me dijo:

--Qué lleno de trabajo ni que nada, lo único que quería es que no me fuera a encargar algo. No tengo nada qué hacer.

A punto estuve de soltar la carcajada, pero me quedé pensando que si alguien tenía una importante misión en la vida y a ella se dedicaba en alma y cuerpo, era precisamente él.


Monday, October 24, 2016

Ernesto Ortiz Paniagua: la última entrevista a Vasconcelos



Hoy, 24 de octubre del 2016, se cumple un año del fallecimiento del poeta y periodista Ernesto Ortiz Paniagua, nacido en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en 1939, de quien dijo el historiador y académico Paco Prieto: "Hombre modesto, tímido y complejo, ha sido uno de los mayores poetas religiosos mexicanos del siglo XX. Y vaya que México ha tenido grandes poetas religiosos en el siglo XX y en lo que va del XXI".


A reserva de que consagre una entrada de este blog a la semblanza de este ser humano excepcional, en homenaje y recuerdo suyo comentaré ahora un documento periodístico de gran valor histórico: la última entrevista concedida por José Vasconcelos, publicada por Ernesto Ortiz Paniagua el 5 de julio de 1959, cinco días después de la muerte del autor de Ulises criollo, en la revista Señal, de la Ciudad de México.

A manera de introducción, haré una breve referencia a la revista Señal, ya desaparecida, con la que colaboraron, además de Ernesto Ortiz Paniagua, escritores y periodistas como Horacio Guajardo, Vicente Leñero, Fidel Samaniego, Alejandro Avilés, José N. Chávez (Josene), Manuel Pérez Miranda, Guadalupe Chavez Villafaña y Alberto Barranco Chavarria, entre otros. 

Desde 1954, año de su fundación, su lema fue "La revista digna de entrar en su hogar" y su esencia, católica. El autor de este blog, cronista de música de Señal durante muchos años, puede dar testimonio de la absoluta libertad de expresión de la que siempre gozamos, así como del respeto que tuvieron los directores por la pluralidad de criterios.

                                                       La entrevista

Sobre cuestiones de fe, comenzó Ernesto Ortiz Paniagua su interrogatorio a Vasconcelos:

--¿Por qué es usted católico?

 --Por nacimiento, por convicción, por sangre y por gusto.

--¿Qué  lo llevó al catolicismo?

--Mis padres en el bautismo.

--¿Se puede hablar de una conversión?

--No, esto lo he explicado muchas veces. Pude haber incurrido en desviaciones y aun en herejías, pero nunca renegué del Cuerpo Central de la Doctrina. 

A continuación, la entrevista giró en torno de innumerables cuestiones filosóficas.

A la pregunta de Ortiz Paniagua sobre los libros que estaba leyendo actualmente el autor de La raza cósmica, así como de sus poetas y novelistas contemporáneos, respondió:

--Ya le señalé los autores filosóficos que me han interesado en los últimos años. Los poetas y novelistas que usted me cita son interesantes, pero moriré con mi juicio contra los poetas, aunque siempre he hecho excepción del Dante, y solo porque lo leí en prosa. No quiero, sin embargo, dejar de decir que el antipático de Graham Green, en su novela sobre Tabasco, me parece genial y creo que México le debe mucho.

Sobre la pregunta relacionada con los santos que más admiraba, respondió:

--En un tiempo porofesé el exclusivismo franciscano. Después he comprendido que para la brutalidad de la lucha que hay que desarrollar, es superior San Ignacio; de suerte que he acabado en jesuita. 

Dos respuestas de Vasconcelos resultan particularmente polémicas: la primera de ellas es su opinión sobre los poetas. Curiosamente, en sus años crepusculares, dejó un poemario intitulado Letanías del atardecer, hecho que a diversos observador pareció contradictorio. Y lo que es peor, de poca profundidad

Más contradictoria fue, sin embargo, la última respuesta de la que sería la última entrevista de su vida, concedida tres días antes de su muerte:

--¿Que qué consejo le daría a la juventud? No creo en la juventud. Se empieza a tener conciencia en los treinta años.





Sunday, October 23, 2016

Los Cachorros de Chicago, Juan Villoro, la nostalgia

En cuanto cayó el último out del partido de postemporada con el que los Cachorros de Chicago derrotaron a los Dodgers de Los Ángeles y se coronaron campeones de la Liga Nacional para disputar a los Indios de Cleveland de la Liga Americana la Serie Mundial, quedé inmerso en una marejada de recuerdos.



El oleaje me llevó a la calle Patricio Sanz, a unos pasos del río de la Piedad en la naciente Colonia del Valle de la Ciudad de México y a esta reflexión de Juan Villoro: "La memoria convierte al pasado en acto de presencia".

Gracias a este acto de presencia, me transporté al año 1945 y me encontré en la miscelánea La Gitana con el chiquillo que a la edad de once años ya amaba el beisbol y por primera vez en su vida se interesaba por la Serie Mundial.

--No, manitos --dijo a los vecinos reunidos en la tienda ese preadolescente que ya se las daba de conocedor del entonces llamado "Rey de los Deportes"--, van a ver que los Cachorros harán papilla a los Tigres de Detroit.

No fue así: pasarían 71 años para que los Cachorros de Chicago volvieran a competir en una Serie Mundial y el chiquillo convertido ahora en anciano volviera a emitir su pronóstico: "Los Cachorros ahora sí que harán pedazos a sus rivales, en esta ocasión, los Indios de Cleveland".

¿Y por qué no habría de hacerlo, si como asegura Villoro, "los 80 años son la edad de los profetas en que la sabiduría le otorga nueva vida a la experiencia"?  Quede esto expresado, a pesar de las serias sospechas  que albergo en el sentido de que edad avanzada y sabiduría no suelen ser más que un deseo ilusorio. Pero se vale soñar y que así quede.

La anécdota beisbolera dio entonces paso a una evocación de aquellos tiempos en que la vida de un niño transcurría en la calle sin que se cerniera sobre él peligro alguno y la tienda, la botica o la panadería eran el ágora, la plaza pública y el tendero, el boticario y el panadero, amigos entrañables, solían presidir las charlas.

Hoy día estoy mucho más cerca del beisbol que en aquellos años de las transmisiones radiofónicas y la asistencia esporádica al desaparecido Parque Delta, de tribunas de madera, separado del Panteón Francés por el río de la Piedad. Pero qué lejos me encuentro de aquella época que recuerdo feliz y que me conduce nuevamente al pensamiento de Juan Villoro:

"Muchas veces concebimos la niñez como una arcadia donde todo es placentero. Gracias a la nostalgia, aquellos años que acaso fueron terribles se convierten en un campo que reverdece a medida que nos alejamos de él. Las virtudes que solemos atribuir a la niñez tienen menos que ver con lo que fue realidad que con las ganas de huir del presente".
    

Thursday, October 20, 2016

Chopin, Albéniz y Mompou, almas gemelas

El musicólogo español Antonio Iglesias afirma: "Albéniz debería suponer para España lo que Chopin significa para Polonia: una misma predilección por el piano en su haber compositivo y un igual pretendido culto nacionalista, servirían para acreditarlo así".

Me parece que podría incluirse dentro de esta categoría a  Frederic Mompou (1893-1987)  en cuanto lo que él significa para Cataluña, su patria, dicho sea esto sin que yo tome posición independentista alguna en relación con esta comunidad autónoma española.

Albéniz, Chopin y Mompou son los compositores ideales para que el melómano que tenga al piano en un lugar de honor, los considere sus músicos de cabecera.

El gran amor y aun la veneración de Mompou por Chopin  quedan de manifiesto en una de las composiciones más codiciables del genial compositor catalan: Variaciones sobre un tema de Chopin, para piano, obra iniciada en 1938 y concluida en 1957. 

Toma Mompou uno de los Preludios más breves y conmovedores de Chopin: el número 7 en La mayor del opus 28; miniatura que en la interpretación de Rafal Blechacz contenida en la edición completa de la música chopiniana de la Deutsche Gramophon, sus 17 compases transcurren en 56 segundos.


Puesto que el redactor de este blog se considera un melómano de tiempo completo, disfruta cotidianamente música que incluye los géneros y compositores más disímiles, pero regresa con frecuencia a Chopin, Albéniz y Mompou.

Siento ahora la tentación de proseguir esta confidencia  con un breve relato autobiográfico. Aun cuando no son estos mi especialidad, seguiré el ejemplo de Oscar Wilde, quien aseguraba que la mejor manera de enfrentarse a la tentación es cediendo ante ella. Aquí va pues la evocación de tiempos remotos:

 Frederic Mompu es un músico que me ha interesado desde la adolescencia, cuando me recomendó su obra mi segundo profesor de piano, el maestro Manuel Rodríguez Vizcarra. Esto sucedió en el tiempo en que Mompou aún no componía las piezas más significativas de su catálogo y era relativamente desconocido en México.

De hecho, toda su obra pianística me fascina. Sin embargo, tengo particular predilección por Música callada, así como por las Variaciones sobre un tema de Chopin, composición antes mencionadaAdemás de que considero que esta última es una obra maestra, me trae un recuerdo muy grato de mis primeras clases de piano, con la maestra Dolores González de Sánchez. El Preludio número 7 de Chopin (sobre el que trabaja Mompou) fue una de las primeras piezas que toqué y aun antes de hacerlo, sentía una particular admiración por la pequeña joya constituida por unos cuantos compases de mazurca.

Quizá cuando llegue el lector a mi edad crepuscular, sentirá una nostalgia creciente por los años de la infancia y de la adolescencia y es posible que llegue a considerarlos como el edén perdido. Este Preludio chopiniano es en cierta forma un símbolo de aquel tiempo.


Concluyo con un somero comentario en torno de las Variaciones sobre un tema de Chopin hecho no por un especialista y ni siquiera por un aficionado competente, sino por un simple melómano, relativamente ajeno a cuestiones técnicas.

La obra comienza con la exposición del Preludio en La mayor, tempo Andantino. Tan cautivadora es esta música que en una ocasión escuchaba yo los Preludios 1 al 12 de Mompou contenidos en el tercer disco de su obra integral, interpretados por Josep Colom. La persona que se encontraba junto a mí había guardado un silencio absoluto y aun me pareció que su actitud era de indiferencia; pero en cuanto concluyó el ciclo y sonaron los primeros compases del Preludio chopiniano, volvió asombrada hacia mí y exclamó: "¡Qué música tan hermosa!"

A lo largo de las doce variaciones, Mompou convierte el tema en recitativo, mazurca, vals y galop o danza húngara, entre otros géneros; juega con él, lo acaricia, lo deja, lo retoma, lo transfigura... Los tempi van desde el Tranquillo y molto amabile hasta el Lento dolce e legato.

Todo tratamiento del tema es una expresión de amor y admiración por el músico polaco. Sin embargo, nada es  más conmovedor que la décima variación,  Evocación marcada Cantabile molto espressivo. En ella, Mompou sorprende al oyente con la intempestiva cita de su Canción y danza número 6 y luego lo hace con un fragmento de la Fantasía-impromptu de Chopin. En esta curiosa decisión del compositor veo la demostración más convincente de que la música de Chopin, colega y alma gemela, alentó siempre en el corazón de Mompu.



Wednesday, October 19, 2016

Septién García: elogio de la mantilla, el rebozo y la tapada limeña

Hoy se cumple el sexagésimo tercer aniversario de la muerte de Carlos Septién García, ocurrida el 19 de octubre de 1953 en el accidente aéreo de la sierra de Mamulique, Nuevo León, en el que no hubo un solo sobreviviente. También se encontraban en el avión sus colegas periodistas Carlos Violante y Francisco de Paula Carriedo, quienes cubrirían como Septién la inauguración de la presa Falcón a cargo de los presidentes Eisenhower, de Estados Unidos, y Ruiz Cortines, de México.

No haré por ahora una semblanza del insigne queretano nacido en 1919, quien es ampliamente conocido y elogiado;  en cariñoso recuerdo del maestro incluiré un breve diamante ensayístico suyo de muchos quilates, publicado en el libro Crónicas de toros, editado por Jus, en la Ciudad de México, hace varios decenios (la segunda edición es de 1978).

                                                                Elogio de la mantilla

 Fue primero envoltura tupida sobre el cuerpo y el rostro de las moras de Oriente; celosía de tela misteriosa, excitante. Porque no fue pudor, sino escondite; ni tampoco recato, sino emboscada de ojos en acecho. Tal el velo pagano de la mahometana, falsa muralla de invitación, cercado del amo y no de la virtud.

Corrió por el desierto y llego España, huyendo de las extremas rigideces sin sentido. Y allí, el velo de la more se volvió cristiano. Ya no fue entonces tapujo falso de pasiones, ni hipocresía de apetitos;  fue acortando sus taimados rigores y escogió como sede el noble oficio de cubrir las airosas cabezas que se inclinen en el templo. Dejó de ser espeso y se volvió gracias sutil de bordado y filigrana; ventana de rosas para la cara fresca en vez de torturante celosía; leve llovizna de encajes sobre el recato de una fresca arrogancia femenina.



El velo del Oriente se había convertido en mantilla a la española. Y fue desde entonces --con la peineta-- suave corona de las mujeres el estirpe; de la española y de la criolla, lo mismo en el Perú que en la Nueve España. En la iglesia fue majestad que se humilla; en la calle, cresta de gracia encastada; en la plaza de toros, giralda de encaje sobre tumulto de cabelleras negras. Y todavía, en América, engendró la airosa modestia del rebozo mexicano y la pícara reservar de la tapada limeña.

                             Tapada limeña

¡Qué bonita se vio la reaparición de la mantilla en la corrida de Covadonga! Veladas lejanías de moras, sonrisas luminosas de cristianas; altivo desenfado de españolas; tierna cadencia de mexicanas. Que como criollas legítimas, las reinas de la corrida nos supieron a vello, mantilla y rebozo.

(Fragmento de la crónica de la corrida de Covadonga, Ciudad de México, 15 de marzo de 1945)





Monday, October 17, 2016

Chopin, el bienamado


Al concluir la interpretación del Preludio número 24 del opus 28 de Chopin, ofrecido de encore por el virtuoso  que había sido solista de la Orquesta Filarmónica de la UNAM en la Sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de México, una pareja de mediana edad salía del recinto durante el intermedio. Al ver que su marido tenía una sonrisa radiante, la señora le dijo con una actitud que oscilaba entre la empatía y el ludibrio: "Ah, sí... a ti te gusta mucho Chopin porque es muy facilito".


A pesar de la aparente intrascendencia de esa escena, una y otra reacciones resumen la actitud extrema de quienes consideran que la música de Chopin es parte de su vida y la de quienes no escuchan en ella más que pegajosas melodías de un romántico de salón.

Hoy, 17 de octubre del 2016, se cumplen 167 años de la muerte de Fryderyk Franciszek (1810-1849), el músico tan amado por algunos melófilos como incomprendido y aun menospreciado por otros.

Hay quienes ni siquiera lo consideran un verdadero compositor porque no abordó, salvo algunas excepciones, las grandes obras y casi toda su música fue escrita para el piano.  En este caso se encuentra René Leibowitz (1913-1972), el famoso músico polaco nacionalizado francés, maestro, director de orquesta y promotor de la Segunda Escuela de Viena, quien aseguraba que Chopin "fue un simple amateur, un aficionado a la composición". 

Quede dicho entre paréntesis que Leibowitz tuvo contra el finlandés Jean Sibelius (1865-1957) una opinión no menos lapidaria: "Es el peor compositor del mundo". 

No es mi propósito dedicar esta entrada del blog a una antología de elogios. Baste por ahora citar el testimonio de algunos enamorados de la música de Chopin.

 Ástrid Morales Torres, pianista mexicana que ha tenido una codiciable trayectoria en su patria y en Estados Unidos, contaba trece años de edad cuando convenció a sus padres para que la llevaran no a Disneylandia, sino a Polonia porque ansiaba conocer la casa natal de Chopin en  Zelazowa Wola, a 60 kilometros de Varsovia.

A la edad de 21 años, Kate Liu, estadounidense nacida en Singapur, ganadora del tercer premio del XVII Concurso Internacional Fryderyk Chopin de Varsovia, en 2015, y  premio de la Radio Polaca por la mejor interpretación de mazurcas, comentó en una entrevista: 

"Chopin conquista el corazón de los hombres. Generación tras generación seguirá siendo uno de los compositores más amados".

                                   Kate Liu 

Esta opinión de Kate Liu recuerda la de Mario Lavista (1943),  el gran compositor y maestro mexicano por antonomasia, miembro de El Colegio Nacional, quien con estas palabras principia su ensayo intitulado Chopin, nuestro contemporáneo:

"La obra de Chopin ha ocupado siempre un lugar privilegiado en el gusto y en la memoria de los amantes de la música y de los propios músicos. No creo que haya alguien que no conozca y ame su música, del mismo modo que no puede haber tal cosa como un pianista ajeno a su obra".

De la universalidad de la música de Chopin se encuentra en estos datos una  corchea de muestra: 

En el XVII Concurso Internacional Fryderyk Chopin, en el que participaron163 jóvenes de numerosos países, los tres primeros premios fueron para un sudcoreano, un canadiense y la estadounidense de ascendencia china.



Coda

Un contemporáneo de compositor polaco sentenció: "Todos pertenecemos a la iglesia de Chopin: no solo lo amamos, sino que también nos amamos en él".


      Retrato de Chopin que Delacroix dejó  inconcluso



Saturday, October 8, 2016

Pellicer y Vasconcelos: pensamientos postreros

En la última entrevista de su vida, concedida por Carlos Pellicer (1897-1977) al periodista Manuel Yrízar, se refirió a José Vasconcelos (1882-1959) con estas palabras:

"Mi convivencia con Vasconcelos tuvo sobre todo la fuerza asombrosa de una conducta: la conducta humana. Pero dentro de la conducta humana varios aspectos del modo y la manera de vivir. Por ejemplo, Vasconcelos llegó a la Universidad y a la Secretaría de Educación Pública manejando fuertes presupuestos. Vasconcelos llegó pobre a la Universidad y a la Secretaría de Educación y regresó a su modesta casa de Tacubaya en la calle de Gelati, sin un centavo, tan pobre como había llegado y había salido. 

"Esto en nuestra América, pues vamos a decir que en todas partes, yo creo que la corrupción es algo desgraciadamente (por ahora  mientras el mundo no se cristianice) que forma parte de la condición humana: esto que llamamos la corrupción. Vasconcelos es un ejemplo realmente luminoso de cómo manejar el dinero del pueblo sin que en sus manos quede un solo peso. Pero hay otros aspectos de la vida, y en este caso de la vida de Vasconcelos, que para mí fueron un ejemplo, un camino a seguir".

                             
                                                          Carlos Pellicer 

En la última entrevista a José Vasconcelos, publicada por Ernesto Ortiz Paniagua (1939-2015) en la revista Señal de la Ciudad de México el 5 de julio de 1959, cinco días después de la muerte del hombre que había sido nombrado en varios países latinoamericanos Maestro de la Juventud, se recoge esta desconcertante respuesta a la pregunta "¿Qué consejo le daría usted a la juventud?"

--No creo en la juventud. Se empieza a tener conciencia a los treinta años.

En 1924, Vasconcelos había escrito su famoso  mensaje intitulado A los estudiantes de Trujillo que se dirigieron a mí en nombre de los estudiantes del Perú. 

Sus palabras son dignas de alcanzar la inmortalidad en el corazón de los hombres:

"No hay un solo caso de juventud honrada y resuelta que no se haya hecho heredera del mando. El secreto es perseverar en un propósito noble y levantado. Sean ustedes más firmes, más tenaces que sus enemigos, más sobrios, más claros en el pensar y más resueltos en la acción y el triunfo llegará inesperado y espléndido. Y así que hayan vencido, así que esté en sus manos todo el Perú, vuelvan hacerlo amable, vuelvan a hacerle dulce; pero ante todo, háganlo justo para que la bondad y la dulzura sean verdaderas y perdurables.

"Contra la explotación del hombre por el hombre en la ciudades y en los campos, establezcan la paz que nace de la justicia y la abundancia, y una vez lograda esta victoria, proscriban la violencia, condénenla y maldíganla hasta que no pueda renacer; mátenla con un derroche de bien; paguen la cárcel con la libertad, el destierro con el retorno y el odio con el amor".

Pocas veces en su vida fue Vasconcelos tan contradictorio como en la respuesta dada a Ernesto Ortiz Paniagua. Por si fuera poco, esta sería su última declaración pública.

Hombre de luces y  sombras, aquellas son aún más intensas y admirables que estas. Muchos de nosotros haríamos nuestro el testimonio de admiración y agradecimiento por Vasconcelos expresado por Pellicer a Yrízar en la que también sería la última concedida por el egregio poeta mexicano,


                                  
                                                          José Vasconcelos 



Friday, October 7, 2016

L'hora grisa, de Mompou y Blancafort


La composición de L'hora grisa (La hora gris o La hora del crepúsculo) fue fruto de la colaboración de dos grandes artistas catalanes, amigos desde los años de juventud: Frederic Mompou i Dencausse (1893-1987)  y Manuel Blancafort  i de Rosselló (1897-1987).

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el poeta y también músico Manuel Blancafort contaba 17 años; Mompou, 21. La publicación es de 1915 y el tempo, lento.

 El poema de Blancafort dice:

 ¡Tot dorm a l’hora grisa,
Els arbres, les muntanyes,
Els ocells, el vent!
Solament el fum fa son camí lentamente, 
Amunt, amunt, com l’oració.
Més tard, quan el cel s’apagui,
Sortirà una estrelleta d’or.
 ¡Tot dorm a l’hora grisa,
Els arbres, les muntanyes,
Els ocells, el vent!

(¡Todo duerme en la hora gris:
los árboles, las montañas,
los pájaros, el viento!
Solamente el humo se mueve lentamente 
y sube, sube, como una oración.
Más tarde, cuando el cielo se oscurezca,
aparecerá una estrella de oro.
¡Todo duerme en la hora gris:
los árboles, las montañas,
los pájaros, el viento!)

(All is asleep in the grey hour,
The trees, the mountains,
The birds, the wind!
Only the smoke moves slowly
Upwards, upwards like a prayer.
 Later, when the sky grows dark, 
A tiny golden star will appear. 
All is asleep in the grey hour, 
The trees, the mountains,
The birds, the wind!)

Sobre la música, Lynell Joy Kruckeberg afirma en su tesis de doctorado en Musical Arts de la Universidad de Iowa, lo siguiente:

"Esta canción fue escrita en Barcelona cuando Mompou realizaba sus estudios en París.  Refleja la ambigüedad de los tiempos de incertidumbre y expresa melancólicos y pensativos sentimientos".

Entre las grabaciones disponibles de esta y otras codiciables y poco conocidas miniaturas de Mompou se  encuentra la del sello Naxos, volumen uno de las Canciones completas. Interpretan la soprano Marta Mathéu y el pianista Jordi Masó. 

Posdata. La traducción al inglés del poema es de Jacqueline Cockburn y Richard Stokes, y está contenida en el libro A Spanish Song Companion; la traducción al español es del autor de este blog,


                   Manuel Blancafort i de Rosselló 







Thursday, October 6, 2016

Tabasco, Pellicer, Gorostiza, Yrízar

Es posible que el amor profesado por la poesía del tabasqueño Carlos Pellicer (1897-1977) sea uno de los factores de mi predilección por el estado de Tabasco.


A pesar de que soy oriundo de la Ciudad de México y en ella he pasado la mayor parte de una vida medida en decenios, siento a veces el impulso de decir, como el autor de El canto del Usumacinta:


Agua de Tabasco vengo 

y agua de Tabasco voy. 

De agua hermosa es mi abolengo 

y es por eso que aqui estoy 

dichoso con lo que tengo.


Si Heródoto de Halicarnaso (484-425 a,C.) definió a Egipto como un don del Nilo, nosotros podríamos felicitarnos porque Tabasco es un don de las cataratas del cielo; pero en contrapartida, a veces nos sentimos inclinados a afirmar que desde el punto de vista de la naturaleza, a esta región privilegiada de México podrían aplicarse las palabras de otro gran poeta, el zacatecano Ramón López Velarde (1888-1921):


El Niño Dios te escrituró un establo

y los veneros de petróleo el diablo. 


No he de referirme por ahora a mi amado Tabasco, sino a Carlos Pellicer y al ilustre conciudadano y contemporáneo suyo: José Gorostiza (1901-1973).


Recurriré con este propósito a la entrevista que  Manuel Yrízar, periodista, comunicador, crítico e infatigable promotor de la cultura, hizo a Carlos Pellicer. Se publicó en el periódico unomásuno de la Ciudad de México los días 16 y 17 de febrero de 1978, en el primer aniversario de la muerte de Pellicer, y fue por cierto la última entrevista concedida por el egregio tabasqueño.


Uno de los pasajes principales de esta entrevista gira en torno de los intelectuales que colaboraron con la revista Contemporáneos (1928-1931), quienes tuvieron la más benéfica influencia cultural en la primera parte del siglo pasado. Cito textualmente este pasaje de la entrevista porque en ella encontramos un valiosísmo testimonio:


--Y este grupo ¿hacía reuniones para leer sus poemas?-- pregunta Yrízar a Pellicer.


"No. Mire usted,  este grupo... es casi una metáfora hablar del grupo de Contemporáneos, porque nunca nos reunimos. Yo recuerdo que solamente una vez lo hicimos, y no todos, con  motivo de una invitación que el doctor Elías Nandino, poeta admirable, nos hizo para asistir a su consultorio allá por las calles de San Jerónimo, para escuchar un poema. Nadie sabía a qué íbamos --creo que llegamos a ser seis los que asistimos a esta lectura-- y la sorpresa fue grande, porque José Gorostiza esa noche nos leyó Muerte sin fin. La impresión, le emoción que nos causó la lectura de este prodigioso poema, fue inolvidable. Nunca imaginamos qué iba a pasar. Nandino nos telefoneó y nos dijo: los invito para que vengan la lectura de unos versos. Fuimos, y agregó: los va a leer José Gorostiza. Nadie podía faltar, dado que Gorostiza había escrito muy poco, y era poco amigo de leer, de leerle a alguien sus poemas; entonces todo coincidió para que nadie faltara. Repito, la sorpresa fue enorme".


Qué conmovedor resulta este testimonio de la epifanía de Muerte sin fin, de José Gorostiza, considerado por muchos observadores como el poema cumbre de la poesia mexicana.

Volveré con los testimonios de Manuel Yrízar sobre Carlos Pellicer.


                                       Manuel Yrízar 



Monday, October 3, 2016

Mompou y Juan Ramón, contra fragor y taquicardia


Los poemas intitulados Pastoral y Llueve sobre el río, de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), inspiraron a Frederic Mompou (1893-1987) sendas canciones de concierto que conmueven tanto por su serenidad como por su ambiente bucólico.  Su tempo es lento; el canto y acompañamiento, a media voz. Una y otra canciones constituyen un refugio contra la taquicardia y el fragor de nuestro tiempo.

Para mis amigos angloparlantes, incluyo la traducción al inglės realizada por Jacqueline Cockburn y Richard Stokes, la cual se encuentra en el libro A Spanish Song Companion.

Pastoral

Los caminos de la tarde
se hace uno, con la noche. 
Por él he de ir a ti,
amor que tanto te escondes.

Por él he de ir a ti,
como la luz de los montes,
como la brisa del mar, 
como el olor de las flores.

Pastorale

The paths of evening
merge into one at night.
Upon that path I must go to you 
my love, who always hides.

Upon that path I must go to you, 
like the light of the mountains, 
like the breeze of the sea,
like the scent of the flowers.

*
Llueve sobre el río

Llueve sobre el río...
El agua estremece
los fragantes juncos
de la orilla verde...
¡Ay, qué ansioso olor a pétalo frío! 
llueve sobre el río...

Mi barca parece mi sueño, 
en un vago mundo. 
¡Orilla verde! 
¡Ay, barca sin junco!
¡Ay, corazón frío! 

Llueve sobre el río...

It Rains on the River

It rains on the river ...
The water stirs
the fragrant reeds
on the green shore ...

Ah, what an uneasy scent of cold petals! 
It rains on the river ...

My boat seems to be my dream 
in a hazy world.
Green shore!
Ah, boat adrift!
Ah, cold heart!

It rains on the river ...


          Casa natal de Juan Ramón Jiménez, en Moguer, provinicia de Huelva (España)

Saturday, October 1, 2016

Cantar del alma y El viaje definitivo

Dos de las 37 canciones de concierto más conmovedoras de Frederic Mompou (1893-1987) son, en la subjetiva opinión del redactor de este blog que se autodefine como melómano de tiempo completo, las intituladas Cantar del alma y El viaje definitivo.

                                                              Frederic Mompou 

Una y otra comparten estas características: el texto de dos grandes poetas y la decisión del compositor de que se interpreten dentro del estilo del canto gregoriano, ese portentoso tejer y destejer continuo de melismas sin acompañamiento instrumental.

El genial compositor catalán toma para la primera de ellas un poema de San Juan de la Cruz. Para la segunda, recurre a un poema de asombrosa sencillez y ternura de Juan Ramón Jiménez, nacido 339 años después de la llegada al mundo del religioso considerado por algunos católicos como el patrono de los poetas. 

                     San Juan de la Cruz

En Cantar del alma, el piano no acompaña la voz, sino que alterna con ella, característica esta que resalta el espíritu del canto llano. En El viaje definitivo, Mompou, músico que consagró al piano la mayor parte de su obra, prescinde del acompañamiento.

                                   (Primeros compases de Cantar del alma) 

Cantar del alma

Juan de Yepes Álvarez (San Juan de la Cruz)

Aquella eterna fuente está escondida, 
que bien sé yo do tiene su manida, 
aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene, 
mas sé que todo origen de ella viene, 
aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella
 y que cielos y tierra beben de ella, 
aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosas sus corrientes 
que infiernos, cielos riegan ya las gentes,
 aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente, 
bien sé que es tan capaz y tan potente, 
aunque es de noche.

Aquesta viva fuente que yo deseo,
en este pan de vida yo la veo, 
aunque es de noche.

*** 


El viaje definitivo

Juan Ramón Jiménez 

…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando, 
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.


                         Juan Ramón Jiménez