Thursday, October 20, 2016

Chopin, Albéniz y Mompou, almas gemelas

El musicólogo español Antonio Iglesias afirma: "Albéniz debería suponer para España lo que Chopin significa para Polonia: una misma predilección por el piano en su haber compositivo y un igual pretendido culto nacionalista, servirían para acreditarlo así".

Me parece que podría incluirse dentro de esta categoría a  Frederic Mompou (1893-1987)  en cuanto lo que él significa para Cataluña, su patria, dicho sea esto sin que yo tome posición independentista alguna en relación con esta comunidad autónoma española.

Albéniz, Chopin y Mompou son los compositores ideales para que el melómano que tenga al piano en un lugar de honor, los considere sus músicos de cabecera.

El gran amor y aun la veneración de Mompou por Chopin  quedan de manifiesto en una de las composiciones más codiciables del genial compositor catalan: Variaciones sobre un tema de Chopin, para piano, obra iniciada en 1938 y concluida en 1957. 

Toma Mompou uno de los Preludios más breves y conmovedores de Chopin: el número 7 en La mayor del opus 28; miniatura que en la interpretación de Rafal Blechacz contenida en la edición completa de la música chopiniana de la Deutsche Gramophon, sus 17 compases transcurren en 56 segundos.


Puesto que el redactor de este blog se considera un melómano de tiempo completo, disfruta cotidianamente música que incluye los géneros y compositores más disímiles, pero regresa con frecuencia a Chopin, Albéniz y Mompou.

Siento ahora la tentación de proseguir esta confidencia  con un breve relato autobiográfico. Aun cuando no son estos mi especialidad, seguiré el ejemplo de Oscar Wilde, quien aseguraba que la mejor manera de enfrentarse a la tentación es cediendo ante ella. Aquí va pues la evocación de tiempos remotos:

 Frederic Mompu es un músico que me ha interesado desde la adolescencia, cuando me recomendó su obra mi segundo profesor de piano, el maestro Manuel Rodríguez Vizcarra. Esto sucedió en el tiempo en que Mompou aún no componía las piezas más significativas de su catálogo y era relativamente desconocido en México.

De hecho, toda su obra pianística me fascina. Sin embargo, tengo particular predilección por Música callada, así como por las Variaciones sobre un tema de Chopin, composición antes mencionadaAdemás de que considero que esta última es una obra maestra, me trae un recuerdo muy grato de mis primeras clases de piano, con la maestra Dolores González de Sánchez. El Preludio número 7 de Chopin (sobre el que trabaja Mompou) fue una de las primeras piezas que toqué y aun antes de hacerlo, sentía una particular admiración por la pequeña joya constituida por unos cuantos compases de mazurca.

Quizá cuando llegue el lector a mi edad crepuscular, sentirá una nostalgia creciente por los años de la infancia y de la adolescencia y es posible que llegue a considerarlos como el edén perdido. Este Preludio chopiniano es en cierta forma un símbolo de aquel tiempo.


Concluyo con un somero comentario en torno de las Variaciones sobre un tema de Chopin hecho no por un especialista y ni siquiera por un aficionado competente, sino por un simple melómano, relativamente ajeno a cuestiones técnicas.

La obra comienza con la exposición del Preludio en La mayor, tempo Andantino. Tan cautivadora es esta música que en una ocasión escuchaba yo los Preludios 1 al 12 de Mompou contenidos en el tercer disco de su obra integral, interpretados por Josep Colom. La persona que se encontraba junto a mí había guardado un silencio absoluto y aun me pareció que su actitud era de indiferencia; pero en cuanto concluyó el ciclo y sonaron los primeros compases del Preludio chopiniano, volvió asombrada hacia mí y exclamó: "¡Qué música tan hermosa!"

A lo largo de las doce variaciones, Mompou convierte el tema en recitativo, mazurca, vals y galop o danza húngara, entre otros géneros; juega con él, lo acaricia, lo deja, lo retoma, lo transfigura... Los tempi van desde el Tranquillo y molto amabile hasta el Lento dolce e legato.

Todo tratamiento del tema es una expresión de amor y admiración por el músico polaco. Sin embargo, nada es  más conmovedor que la décima variación,  Evocación marcada Cantabile molto espressivo. En ella, Mompou sorprende al oyente con la intempestiva cita de su Canción y danza número 6 y luego lo hace con un fragmento de la Fantasía-impromptu de Chopin. En esta curiosa decisión del compositor veo la demostración más convincente de que la música de Chopin, colega y alma gemela, alentó siempre en el corazón de Mompu.



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