Tuesday, February 23, 2016

Sal en las lágrimas y en el mar

Point Lobos, California, 23 de marzo del 2012 

 

Querida Laura,

 

Con los ojos todavía irritados por las lágrimas vertidas en la madrugada, he venido con Josefina al mar, y desde aquí te escribo.

 

“Algo sagrado debe de tener la sal porque se encuentra en las lágrimas y en el mar”, dice Yibrán Jalil Yibrán.  ¿Verdad que el mar nos brinda el mejor abrigo en los momentos en que el oleaje de la vida azota nuestras almas?

 

En Point Lobos, el oleaje ha despedazado el granito de la sierra de Santa Lucía durante 80 millones de años y ha dejado en ella heridas imborrables.  Más que un encuentro del mar y la montaña, ha sido un enfrentamiento inclemente.

 

El brevísimo curso de la vida también nos deja huellas insondables.  Reviví una de ellas anoche, durante el sueño; pero las lágrimas vertidas al despertar de la insólita experiencia onírica no eran de dolor, sino de ternura.

 

Atravesaba en mi sueño una región en que la oscuridad borraba todos los contornos, cuando encontré que me cerraba el paso un muchacho cuyo rostro luminoso disipaba las tinieblas, y su ropa de color azul turquesa resaltaba la hermosura de sus ojos. 

 

Al acercarme a ese ser resplandeciente fui reconociendo poco a poco sus facciones hasta que le pregunté asombrado: “Eres Guillermo, ¿verdad?”  Abrió los brazos y me atrajo hacia sí. “Si, papá -–me dijo--, soy tu Guille”.  Al fundirme con él en un abrazo, tuve la certeza de que su amor alumbrará el último tramo de mi camino, y ya en el mar, sentí alivio: la furia náutica que una vez me cimbró se había convertido en una piadosa ola que dejó su beso salado sobre la playa.

 

 

  

 

 

 

 

 

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