Sunday, September 8, 2019

Mis cuatro pianistas favoritas. Primera parte

Desde el día en que descubrí la música de concierto en el radio de doña Julia, mi abuela materna, hasta el momento en que escribo esta crónica, han transcurrido 73 años. Toda una vida, como suele decirse.

Melómano de tiempo completo a lo largo de este lapso, he tenido la oportunidad de escuchar en vivo; en discos de 78 revoluciones por minuto; en elepés; en casetes; en discos compactos; en YouTube y en Spotify una pléyade de músicos consagrados al piano, mi instrumento predilecto después de la voz humana. 

A manera de una corchea de muestra, mencionaré casi al azar unos cuantos de estos pianistas, hombres y mujeres, cuyas interpretaciones en vivo me han conmovido: Claudio Arrau, Angélica Morales, Sigi (Alrxis) Weisenberg, Alicia de Larrocha, Luz María Puente, María Teresa Rodríguez, Jorge Federico Osorio, Edison Quintana, Néstor Castañeda León, Cristina Ortiz, Eva María Zuk, Silvia Navarrete...

De los que ya se han ido, guardo la más viva y agradecida memoria. 

Debo ahora referirme a cuatro pianistas que por diversas circunstancias han estado más cerca de mi corazón y de mi nervio acústico en toda mi vida. Dicho en otras palabras, han sido mis pianistas favoritas. He aquí un breve recuento:

               Generosidad ilimitada

Dolores González de Sánchez ha sido una de las mujeres más admirables que he conocido en mi vida. Discípula de la legendaria Angélica Morales von Sauer (1911-1996), fue mi primera maestra de piano de 1948 a 1950 y a su lado me interné en el recién descubierto universo sonoro que me llevó de asombro en asombro.

La maestra Lolita como le llamábamos cariñosamente, era un allegro vivace de sabiduría, bondad, amor a la música y a sus semejantes. A su generosidad sin límites debo el hecho de haber recibido una enseñanza por la cual declinó recibir remuneración alguna y puso a mi disposición uno de los dos pianos que tenía en su casa para que yo practicara diariamente. 

De aquellos años de amistad con ella y don Bulmaro, su esposo podría yo escribir un libro, pero sí le dediqué un capitulo en Allegro Molto. Sesenta años de anécdotas relacionado con las 32 sonatas de Beethoven a cuyo análisis dedicaba horas enteras en beneficio de su alumno. 

No exagero al afirmar que la maestra Lolita se convirtió en una segunda madre para mí y su recuerdo no solo está asociado con la música, sino con su enseñanza y ejemplo. 

                     El primer amor

La música de concierto había llegado a mi vida en 1946 con la intensidad de un huracán, precursor de otro no menos estremecedor que me sacudió dos años después: el primer amor.

Ya que he recurrido a las metáforas meteorológicas, a este huracán lo bautizaré con el nombre de Marta

Qué importante habrá sido el encuentro con la muchachita un año menor que yo, que anoté en mi libro de solfeo la fecha: 12 de octubre de 1948. Y qué significativo me parece que haya sido ahí, puesto que Marta era estudiante de piano.

Asombroso fue también que se haya tratado de lo que solíamos llamar amor platónico, puesto que jamás llegó a sospechar que aquel muchacho que todos los sábados contemplaba extasiado desde la ventana de su departamento la llegada a su clase de piano era su enamorado. Menos aún iba a sospechar que pasaba largas horas sintiendo conmovido que el ángel soñado por Rafael Sanzio de Urbino se encontraba al otro lado de su casa y volvía a asomarse para verla salir y subir al automóvil de su padre. 

Si me preguntaran cuál ha sido el recital de piano más importante al que asistido en mi vida, respondería inmediatamente que el ofrecido por Marta en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la Ciudad de México. Siete decenios después, mi recuerdo sigue remontándose a aquel recinto cuando escucho la Sonata número 5 en sol mayor k 283 de Mozart y la Rapsodia húngara número 2 de Franz Liszt. 

Hace muchos años, una amiga mía que conocía a Marta le dio santo y seña de mi persona y le preguntó si me recordaba. Lo más que acertó a responder fue: "Me parece que era un muchacho de ojos verdes..."

Ay, si cuando menos hubiera recordado que fui el estudiante de piano que se puso extremadamente nervioso e incluso hizo el ridículo cuando la maestra le pidió que tocara ante ella. 







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