Thursday, September 5, 2019

Cuatro últimas canciones

Una cumbre del Himalaya de la música 

                            Para Mónica Alducin 

Escuché el martes 3 de septiembre una de las mejores emisiones de todos los tiempos del programa La otra versión, de la estación Opus 94 del Instituto Mexicano de la Radio, dirigido por Javier Platas Jaramillo.

Estuvo consagrado a Vier letzte Lieder (Cuatro últimas canciones), compuestas por Richard Strauss (1864-1949) poco tiempo antes de su muerte, ocurrida a la edad de 85 años, 2 meses y 28 días. 

Los invitados, Otto Cázares y Berenice Ramírez Lago, afirmaron que hay 84 versiones de estos lieder que aun cuando fueron compuestos en forma aislada, terminaron formando un ciclo.

El editor inglés Ernst Roth tuvo la acertada decisión de considerar que la canción Im Abendrot (En el ocaso), de Joseph von Eichendorff (1788-1857) podía formar un ciclo con las canciones Frühling (Primavera), September (Septiembre) y Beim Schlafengehen (­Al ir a dormir), sobre poemas de Hermann Hesse (1877-1962). 

De aquellas 84 versiones de Vier letzte Lieder de las que habían hablado, escogieron estas cuatro: 

  • Elisabeth Schwarzkopf con la Orquesta de la Radio de Berlín

  • Jessye Norman, Orquesta del Gewandhaus de Leipzig, dirigida por Kurt Massur

  • Renée Fleming, Orquesta Filarmónica de Munich, dirigida por Christian Thielmann

  • Anna Netrebko, Orquesta Staastkapelle de Berlín, dirigida por Daniel Barenboim

Profundamente conmovido, llamé por teléfono al programa para afirmar que las Cuatro últimas canciones son una cumbre en el Himalaya de la música. Tuve la impresión de que les pareció curiosa y quizá hasta un poco cursi esta afirmación. Yo así lo considero porque la inspiración de los poetas y el músico ascienden más allá de la atmósfera. Bien pude haber dicho también que por su profundidad, las Cuatro últimas canciones equivalen a la fosa de las  Marianas, en el Pacífico.

Aficionado como soy a la comparación de versiones y por tanto fiel radioescucha de este programa, debo manifestar que con mucho la preferida en esta ocasión fue la de Anna Netrebko y Daniel Barenboim. Pero debo tener en cuenta que en gran parte esta preferencia obedece a que se trata de una grabación moderna, realizada en el 2014. En numerosas ocasiones privilegio las grabaciones modernas, realizadas con alta tecnología, sobre las grabaciones antiguas, que por muy histórica que puedan ser, carecen de calidad sonora. 

A esta confesión añado que la canción En el ocaso es con mucho mi preferida. Es más: ninguna obra de Strauss me conmueve como esta, en la que el compositor vive intensamente pero con absoluta tranquilidad los postreros fulgores del ocaso; cita su poema sinfónico Muerte y transfiguración, rinde un último homenaje a la voz de soprano y al entrañable timbre del corno, lo que constituye una evidente referencia al instrumento que tocó su padre.

Pocas veces en la historia del arte hay una conjunción tan asombrosa de la música y la poesía en que la sencillez y la autenticidad juegan un papel muy importante.


EN EL CREPÚSCULO

Con penas y alegrías, 
mano a mano, hemos caminado.
Reposemos ahora de nuestros viajes,
en la tranquila campiña.

A nuestro alrededor se inclinan los valles,
ya la brisa se ensombrece.
Solo dos alondras alzan todavía el vuelo
soñando de nuevo en el oloroso aire.

Acércate y déjalas trinar,
pronto será hora de dormir,
para que no podamos perdernos
en esta soledad.

Oh, inmensa y dulce paz,
tan profunda en la puesta de sol,
qué fatigados estamos por haber caminado.
¿Será esta, entonces, la muerte?



**

Este programa me recordó nuevamente la deliciosa exageración del autor de Cien años de soledad: "Lo único mejor que la música es hablar de música". No solo se disfrutó una de las obras maestras de Richard Strauss, sino que también se habló con amenidad y profundo conocimiento de causa de sus óperas y poemas sinfónicos; de su importancia en la música del siglo XX;  de su vida doméstica; su postura en torno del régimen nacionalsocialista y su relación con Hermann Hesse...

A tal grado fue interesante esta exposición y tan conmovedoras las interpretaciones de Vier letzte Lieder, que no me desprendí un solo momento del programa entre las 17 y las 19, hora de California, dos menos que en la Ciudad de México. 

Del hecho de que este programa no resulta solamente de interés para melómanos competentes sino para aficionados principiantes, dio testimonio la llamada telefónica de Vanesa, una jovencita de 14 años que apenas abría sus oídos a la gran música pero que evidentemente ya había quedado atrapada por ella.





1 comment:

  1. Hola! Te escribe Berenice Ramírez Lago!
    Gracias por esta reseña, nos causa gran satisfacción saber que fue un programa que el público pudo disfrutar mucho. Te mando un fuerte abrazo y hasta pronto!

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