Saturday, March 25, 2017

El Everest mahleriano






Afirma Immanuel Kant (1724-1804), el afamado filósofo prusiano de la Ilustración, que vemos las cosas no como ellas son, sino como somos nosotros. ¿Cierto que sí?, dirían los colombianos, pero también acertaría quien asegurara que escuchamos la música en estrecha relación con nuestra idiosincrasia.  

Invito al melófilo de corazón a que mencione la sinfonía mahleriana de su predilección, pero le pido que no siga el ejemplo de la respuesta evasiva de la algunos directores de orquesta: "La que estoy dirigiendo", ni se quede en la indefinición: "Me gustan todas". 

Antes de continuar, es preciso mencionar que hay directores de orquesta que sí dan una respuesta caregórica. El mexicano José Areán me aseguró que la suya es la número 6, denominada Trágica.

El compositor y musicólogo José Antonio Alcaraz (1938-2001) se inclinaban por la Cuarta sinfonía.

Gilbert Kaplan (nacido en 1941), multimillonario hombre de negocios estadounidense y director de orquesta aficionado que se ha presentado interpretando la Sinfonía número 2, Resurrección, con la Filarmónica de Nueva York y la Sinfónica de Minería en la Ciudad de México, tiene en la más alta estima la Novena sinfonía, a pesar de que no la dirige. Así lo reconoció frente a las cámaras de la televisión mexicana.

Ronald Zollman, nacido en 1950 en Amberes, Bélgica, director, entre otras orquestas, de la  Sinfónica Nacional de su país de 1989 a 1993 y de la OFUNAM en México, de  1994 a 2002, me confió la opinión que le merecen sus muy admiradas sinfonías de Mahler, pero lo hizo en sentido inverso:

"Las que no me gustan tanto son la Octava, la llamada Sinfonía de los mil, y la Séptima, La canción de la noche".

Recuerdo que le respondí que coincidía con su opinión; pero he aquí que mi juicio de Das Lied von der Nacht, por su nombre en alemán, ha cambiado con el transcurso de los años y ahora me seduce desde el mismo comienzo, una marcha lenta en la que un tenorhorn, instrumento poco utilizado en la música sinfónica, entona una melodía sombría y cautivadora. 

Ahora me encuentro más cerca del criterio de Hugo Roca Joglar, escritor, periodista y maestro de apreciación musical, que el de Ronald Zollman:

 "La Séptima sinfonía de Mahler representa como ninguna otra las contradicciones del compositor: su obsesión por la muerte y su amor por la vida simple; texturas orquestales de cámara y grandes densidades de instrumentos; pasajes de música popular y grandes complejidades armónicas, y en fin, todas las ideas, una tras otra, entrando en conflicto en el primer movimiento, y los dos movimientos (el 2 y el 4) de música nocturna que son tiernos y líricos y por momentos hasta inocentes. El segundo, que incluye arpa, guitarra y mandolina, es para mí uno de los pasajes más amorosos y contemplativos de todo Mahler".

Como quiera que sea, perdura mi predilección por la Sexta, la Sinfonía trágica, como lo dije hace muchos años a José Areán. Pero si Das Lied von der Erde (La canción de la Tierra) fuera considerada como sinfonía, no dudaría en repetir una vez ms que la considero no solo el Everest de la música de Mahler, sino la obra que más me ha conmovido en una vida ya medida en decenios.





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