Tuesday, May 29, 2018

El Albéniz de cada día

Cartas a Hugo desde Soledad 

Soledad, California, 29 de mayo del 2018 

Querido Hugo, 

Como tú lo habrás imaginado puesto que hablo mucho de ellos, estos son mis compositores de cabecera:

Johann Sebastian Bach (1685-1750) 
Gustav Mahler (1860-1911) 
Fryderyk Franciszek Chopin (1810-1849) 
Dmtri Shostákovich (1906-1975) 
Isaac Albéniz (1860-1909) 

Para la elección, no he seguido otro criterio que la frecuencia con que escucho sus obras. ¿Si Immanuel Kant (1724-1804) dijo que "vemos las cosas no como ellas son, sino como somos nosotros", por qué no incluir el verbo escuchar?

(Curiosamrnte, no están incluidos en la lista dos de los compositores que más he amado desde mi remota adolescencia: ígor Stravinsky (1882-1971) y Ludwig van Beethoven (1770-1827). 

Seguramente el andaluz Juan Ramón Jiménez (1881-1958) pudo haber dicho también que sentía gran afinidad por la obra del catalán Isaac Albéniz. Juzga nada más este poema suyo:

A Isaac Albéniz en el cielo de España

¡Frente a tus ojos mustios era el sol una rosa
de claras armonías;
la tarde hablaba, pura, dorada y luminosa,
cuando tú te morías!

¡Tu corazón, helándose; la hora sonriente
oliendo ya a ti yerto...;
en el poniente, España; más allá del poniente,
el infinito, abierto!

-¡Sevilla, Triana, El Puerto, todo lo que a tu alma
fue torrente sonoro,
estaría, a esa hora, soñando en una calma
de ilusión y de oro!

La arboleda, meciendo su renacer florido,
Guadalquivir, corriendo,
los pájaros más dulces suspirando en el nido
del sol que iba muriendo...-

¡Oh, qué suspiro hondo, sangriento, inestinguible,
-¡ciega Naturaleza!-,
qué anhelo de querer detener lo imposible,
qué espanto y qué tristeza!

Tú, que dejaste mi alma de bruma, tantas veces,
clara y estremecida,
acoje esta guirnalda, que cuelgo en tus cipreses,
de rosas de mi vida.

¡Mi jesto es doloroso, y mi mirada errante
llora, al dártelas, tanto!
...¡Si una perpetuidad viniera a hacer constante
el ademán y el llanto!

Maestro: un rosal cálido de tristes savias rojas
las sacó de mi entraña;
entre las maravillas de sus mojadas hojas
yerra el olor de España...

¡Sí, juntas en la tierra, florecerán un día,
como dos claridades,
tu ardiente melodía, mi ardiente poesía,
...nuestro afán de ciudades!

...Sevilla, Triana, El Puerto -¡y tu alma y mi alma!-,
Guadalquivir sonoro,
¡todo, en la eternidad, bogará en una calma
de ilusión y de oro!


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