Saturday, November 19, 2016

1951: Leonard Bernstein en México


En 1951, cuando Leonard Bernstein llegó a México, para estrenar en este país su Sinfonía Número 1 para Mezzosoprano y Orquesta denominada Jeremiah (Jeremías), venía presidido por una fama asombrosa.

Todo el mundo comentaba que la había compuesto a la edad de 25 años; que había estrenado mundialmente la Sinfonía Turangalila, de Olivier Messiaen, y la Segunda Sinfonía de Charles Ives; que había dirigido el estreno estadounidense de la ópera Peter Grimes, de Benjamin Britten, cuando apenas tenía 29 años.

Sobre todo, su fama estribaba en el famoso concierto al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, transmitido a todo Estados Unidos el 14 de noviembre de 1943, cuando sustituyó en el último momento al legendario Bruno Walter, enfermo de gripe.

En mis años de adolescente, sólo conocía “de oídas” las proezas de este músico. Lo único que me llamó la atención cuando le vi entrar en el proscenio del Palacio de Bellas Artes, huésped de la Orquesta Sinfónica Nacional, fue su apariencia física: alto, delgado y joven (tenía él 33 años); sonriente, vestido informalmente por más que su traje fuese negro.

 Sobre todo, lo que más me impresionó fueron sus ademanes y su campechanería, radicalmente opuesta a la solemnidad característica en aquel tiempo de los maestros de la batuta, empezando por Carlos Chávez.

La interpretación de la Sinfonía Jeremías, con la participación solista de la mezzosoprano mexicana Gabriela Viamonte, fue recibida con entusiasmo por un público en el que estaban presentes tantos melófilos judíos, que un amigo de mi papá hizo el comentario: “Está reunido en Bellas Artes todo el seno de Abraham”.

Yo estuve entre los aplaudidores del público, quizá en una premonición temprana de que Leonard Bernstein se convertiría, en mi madurez, en uno de mis más admirados héroes de la música. Y me uní al público que vitoreó a Bernstein tras su interpretación de un concierto de Mozart en el que dirigió desde el teclado.

Un hecho se me quedó para perpetua memoria: la diana que inició Carlos Luyando con un impetuoso redoble de timbal y la forma en que Bernstein corrió al teclado y, de pie, repitió el festivo tema, a un tempo vertiginoso, y lo ofreció con las manos extendidas a los instrumentistas de la Sinfónica Nacional. 

Tomado de libro Allegri molto. 60 años de anécdotas, de mi autoría. Luzam, México,, 2010.


                          





No comments:

Post a Comment