Wednesday, June 20, 2018

Concha Urquiza

In memoriam Concha Urquiza 
(1910-1945)                        
                     
(Para Rosario Avilés, por quien conocí hace cuatro decenios su obra poética)

Hoy, 20 de junio, se cumplen 73 años de la trágica muerte de Concha Urquiza en las aguas del Pacífico californiano frente a Ensenada.

Sobre la brevedad de su vida (34 años, 5 meses y 27 días), el poeta Javier Sicilia comenta: "Hay vidas longevas que son estériles. Hay otras, en cambio, que en la brevedad de su destello acumularon y expresaron siglos de sabiduría".

Cuando escucho algunos versos de su poema Canción de junio, me pregunto si tienen un aliento premonitorio:

La canción de junio

Junio, brazada de soles
por el campo florecido,
¿qué le dirás a mi alma
que quiera prestarte oído?
¿Qué le dirás a mi alma,
Junio, de verde vestido?

El amor de los donceles
se fue por el monte arriba;
el amor de las doncellas
siguiendo sus pasos iba;
ni un brote abierto dejaron,
ni una flor dejaron viva...
Pan ha callado el arrullo
de su flauta primitiva.

Junio, mojado de lluvia,
Junio, dorado de trigo,
rojo de tierra del monte,
rostro de sátiro amigo,
¿si creerás que como otrora
hoy me embriagaré contigo?

Casa de olvido me dieron
—muros altos, blancas tejas—;
mi Amado cercó la entrada
del vellón de sus ovejas;
la paz me besó en el rostro
tras los hierros de las rejas...
Por el bosque sosegado
Eros olvida sus quejas...

Junio, pintado de luna,
Junio, de ardores ceñido,
¿qué le dirás a mi alma
que quiera prestarte oído?
¿Qué le dirás a mi alma
Junio, de lluvia vestido?

En la brevedad de ese destello en que Concha Urquiza acumuló y expresó siglos de sabiduría alcanzó una de las cimas del Himalaya de la poesía sacra en lengua castellana. El poema La cita constituye un testimonio de que no hay exageración alguna en mi afirmación.


                    La cita 

Te esperaré esta noche, Señor mío, 
en la siniestra soledad del alma: 
en la morada antigua 
donde el amor se lastimó las alas; 
por cuyos largos corredores gime 
la ausencia de tu voz y tus palabras. 

En el fosco recinto,
hondamente cavado, 
donde jamás la antorcha de la risa, 
jamás la limpia desnudez del llanto, 
ni la atmósfera del verso 
los ecos agitaron.

Allí te esperaré, porque esta noche 
no tengo otra morada; 
a lo largo del húmedo camino 
todas las puertas encontré cerradas,
y en la sombra tenaz perdí tu huella
--la senda de tu huerto y de tu parra--. 

¡Oh Suavísimo, ven! Ven, aunque encuentres 
apagadas las lámparas nupciales,
aunque el voraz silencio 
el roce niegue de tu planta suave, 
aunque tu faz se esconda en las tinieblas, 
aunque tu beso y tu palabra callen, 
y mis miradas tendidas en la sombra 
no acierten a tocarte. 

Te esperaré en el recinto misterioso 
donde en dolor mi madre me engendrara: 
allí no en los festines
se coloran las pálidas guirnaldas
ni el vino moja el encendido labio, 
ni vuelan las palabras, 
ni las antorchas brillan 
enrojeciendo al grito de las flautas:
allí un largo silencio...
y una hambre oscura que tu paso guarda. 

Vendrás, Amor... la noche 
toda está de presagios erizada: 
un pájaro sin vos gime en el viento,
un inmenso amor abrasa el alma. 

Sólo tengo aquel tálamos sombrío 
que se ha de iluminar con tu mirada, 
pero furtivamente 
vendrás a él y dormiré en tus brazos
bajo la noche al corazón amarga. 


Concha, sé que amaste el mar con todo tu corazón. Este abrevió, sin que te lo propusieras, tu encuentro con el Amado y finalmente dormiste en sus brazos.





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