Wednesday, November 11, 2015

Gonzalo Guerrero: galaxia de metáforas

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Se encuentra en internet este comentario de una persona de habla inglesa que leyó en español la novela Gonzalo Guerrero, de Eugenio Aguirre:

"I found this book terribly tedious, especially because it has an overly barroque style that completly overshadows any trace of plot. The metaphor language is so heavy that you don't really get to understand what's going on". (Encontré este libro tremendamente tedioso, sobre todo porque tiene un estilo excesivamente barroco que oscurece cualquier rastro del argumento. El lenguaje metafórico es tan denso que uno no entiende realmente lo que está sucediendo).

Resulta comprensible que este estilo metafórico represente serios problemas de comprensión para el lector que además de no tener al español como lengua materna, carece del entrenamiento indispensable para sumergirse en el lenguaje metafórico. 

En contrapartida, se comprende una opinión elogiosa como la de Eduardo Matos Moctzuma, el arqueólogo mexicano que realizó las excavaciones en el Templo Mayor de Tenochtitlán, en el corazón de la antigua ciudad mexica: 

"En pocas ocasiones contamos con una obra que, apegada al dato histórico y con ameno manejo literario, nos lleve al mundo novelado del pasado y nos lo presente actual, vivo, latente".

Mucho se ha escrito sobre este marino español considerado como padre del mestizaje iniciado hace medio milenio. Particularmente recomendables son estos textos que se encuentran disponibles en internet:

* El cautivo cautivado: Gonzalo Guerrero en la novela mexicana del siglo XX, de Rosa Pellicer, profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Zargoza, España.

* Gonzalo Guerrero: figura histórica y literaria de la Conquista de México, de Lancelot Cowie.

Lejos de que pretenda yo una aportación adicional de comentarios sobre esta novela histórica de Eugenio Aguirre, me limitaré a realizar una brevísima antología de las metáforas halladas en ella:

* Mujer casta a la edad del crepúsculo.
* Sellar esos labios vituperantes.
* Soy hijo del mar y el viento, del agua y del horizonte que se unen en el lecho del infinito, allá donde el sol tiene su cama y Vulcano su terrible fragua.
* La masa de tierra firme, lejana como un sueño.
* El firmamento celebraba una gran fiesta y se había engalanado con todas las constelaciones.
* Nuestra proa abría, lenta pero constantemente los pechos del mar.
* No pudo esa lengua bífida contiuar derramando veneno.
* El viento había arreciado y las velas lo recogían hinchando sus crinolinas, como graciosas madonas dispuestas a iniciar una alegre pavana.
* Se me llegó la hora de irme a dormir y esta vino envuelta, en velos de Oriente, perfumada con el almizcle de las estrellas, coronada de tibios rumores producidos por el roce de unos muslos que se aprestaban a darme la mejor de las sorpresas.
* En mi pecho se desató el torbellino que aullaba cual lobo en noche de luna llena, el vuelo de cien mil palomas, el susurro de una muchedumbre de crisálidas hilvanando un gobelino de seda cruda.

En la somera recopilación de esta antología, apenas me encuentro en 18 por ciento del recorrido de la novela, según lo indica la pantalla del iPad. De continuar con ella, la entrada del blog se extendería más allá de la Nebulosa de Orión, por lo que debo retornar de este viaje intergaláxico.  Baste citar a manera de conclusión el primer párrafo del epílogo:

"En la leyenda ha quedado tu nombre, estrella de sangre, rubia gema que viniste a acrisolar la raza, la nueva estirpe, la cósmica aventura de los nuevos pueblos; ave que anidaste en el bronceado de la carne morena del Mayab para engendrar los hábitos ancilares de la cultura joven de América".

¿Que si disfruté este libro? Por supuesto que sí. Encontré muy bellas varias de sus metáforas e incluso me divirtió escuchar a un tosco marino (como Gonzalo Guerreo se consideraba) con un lenguaje propio de personaje shakespereano, dueño además de una cultura vastísima.




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