Wednesday, May 11, 2016

Columna Allegro Molto de hace 15 años

Hace 15 años, publiqué en la columna Allegro Molto un texto que ha sido exhumado para sorpresa mía, como puede deducirse por la carta que aquí transcribo a manera de introducción:

Querido Héctor,

Qué sorpresa tan grande he recibido con el envío de un breve texto sobren La consagración de la primavera que escribí para La Plaza del periódico El Economista en 2001, del que no tenía el menor recuerdo.

En verdad que eleva mi autoestima el hecho de que lo hayas guardado.

Te lo agradezco mucho porque quiero publicarlo en mi blog, ya que sigo fascinado por esta obra maestra de Stravinsky.

Recibe un nuevo, muy cariñoso abrazo.



                                                        Amada de 88 años

 Ya no tiene la lozanía de antaño: sus ojos han perdido el brillo cautivador que los caracterizaba; numerosas arrugas delatoras surcan su rostro fatigado; sus labios han dejado de ser provocativos… pero así la quiero con todo mi corazón.

Darme cuenta de su envejecimiento y sentir su fascinación como en los días de su juventud da la medida de mi amor. Lástima que ya no esté tan seguro de llegar al 2013 cuando cumplirá cien años porque si algo quisiera en la vida es estar presente en su festejo.

Al final del concierto del domingo 24 de junio de 2001 en la Sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de Mexico, el cronista se acerco a Ronald Zollman para confiarle su tribulación: "Cada vez escucho más clásica y menos moderna, subversiva, inquietante, provocativa y apasionada La consagración de la primavera ".

"Por supuesto (dijo el director titular de la Orquesta Filarmónica de laUNAM que acababa de dirigirla), ya tiene cien años".

Esta es una deliciosa exageración, puesto que apenas cumplió 88 años el 8 de marzo pasado (día en que Stravinsky concluyó su orquestación), pero situó al cronista en la realidad: también las partituras nacen, crecen, se reproducen y mueren.

Rechazo escandalizado la idea de que, a este paso, La consagración llegue sonar tan insípida y poco agraciada, como parece a nuestros oídos la música de Giovanni Pierluigi da Palestina, asombro sin límites del siglo XVI al grado de que muchas buenas conciencias de aquel tiempo aseguraban que la Misa del papa Marcelo le había sido dictada por el mismo Dios.

Las audacias armónicas, rítmicas, melódicas y tímbricas de La consagración, causantes del escándalo fenomenal en 1913, ahora no asombran a nadie, pero los amantes de la obra maestra de Stravinsky seguimos cautivados por ella aunque estemos conscientes de su envejecimiento.

Conocí esta música en los años 40, gracias a Walt Disney y su película Fantasía, en la animación en que un Tyranossaurus rex del Cretácico lucha a muerte con un Stegosaurus del Jurásico; es decir: con un anacronismo de 90 millones de años. Yo era un niño: ella. una jovencita en sus veintes. Desde entonces se convirtió en la amada de mi vida, por lo que no la dejaré ahora que es octogenaria. 

Deseo que, cuando menos en el siglo XXI, La consagración conserve el hechizo de partituras más antiguas que ella como son La Pasión según San Mateo de Bach, los Réquiem de Mozart y el de Berlioiz y la Novena sinfonía de Beethoven. Ah, y que la amemos tanto como a La canción de la Tierra de Mahler, obra esta que es su contemporánea.

                                                 
          

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