Thursday, December 1, 2016

El concierto de la mentada


Durante la interpretación de la Cuarta Sinfonía, Romántica, de Bruckner, dirigida por Sergio Cárdenas al frente de la Filarmónica de la Ciudad de México, repiqueteó en diversas ocasiones un teléfono celular.

En el intermedio, José María Álvarez salió al proscenio del Auditorio Silvestre Revueltas del Conservatorio Nacional de Música y con un malestar moderado por la diplomacia y la cortesía, explicó por qué deben desconectarse teléfonos, alarmas y localizadores en una sala de conciertos.

Con el tacto más exquisito pero con firmeza, pidió al público que apagara sus teléfonos móviles, con el fin de que pudiera transcurrir sin contratiempos la segunda parte del programa, formada por “Preludio y muerte de amor” de Tristán e Isolda y la Obertura de Tannhäuser.

Durante los compases iniciales de la primera obra wagneriana, volvió a sacudir al auditorio el timbre del celular del mismo delincuente que había entorpecido la música de Bruckner. Y lo que fue peor: el celularópata tuvo la inverecundia de responder:

—¡Bueno! Sí, soy yo... no te escucho bien, ¿adónde dices que debo ir?

 Luis Pérez Santoja –erudición y melofilia extremas–, quien estaba cerca del impertinente, se apresuró a responder:

—A tiznar a tu madre.

No volvió a sonar el teléfono.


Al término del concierto, el hombre salió corriendo
del auditorio. Nadie supo si quería evitar un refrendo de la mentada, o se disponía a cumplir la orden de Luis. 

(Tomado del libro Allegro molto. 60 años de anécdotas, de mi autoría. Luzam, México, 2010)

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