Sunday, May 14, 2017

Rulfo, LeBaron, Cervantes

Rumor de páramo




Ana Cervantes se sentó frente al teclado. Antes de colocar las manos sobre él, se cubrió con un rebozo negro que también ocultó sus brazos y las teclas.


Tras el primer acorde, disonante y fortísimo, la pianista dijo a media voz: “Por qué las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban, se sentían pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños”.


Se quitó súbitamente el rebozo, cerró con estruendo la tapa del teclado. “Este pueblo está lleno de ecos”. Se incorporó e inclinó su rostro sobre las cuerdas del piano de cola: “¡Damiana... Damiana Cisneros... eros... eros!”


Eran los primeros compases de la obra Los murmullos, de la compositora estadounidense Ann LeBaron (1953), escrita por encargo de Ana Cervantes e incluida en el disco Rumor de páramo.


El público, reunido en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de Mxico, la noche en que se realizó la presentación del disco, se encontraba expectante.


“Este pueblo está lleno de pasos”. La intérprete percutió el suelo con los pies sin dejar de tocar el piano. “Lleno de crujidos...”, añadió mientras hacía sonar una sarta de capullos. “Y risas”: tres accesos crecientes atronaron el espacio, el último de ellos, la horripilante carcajada de un desequilibrado.


Los murmullos es la pieza más carismática de las 12 obras pianísticas encargadas a sendos autores: seis mexicanos, tres estadounidenses, dos españoles y un británico, incluidas en el disco producido en 2006. Es un homenaje internacional a Juan Rulfo.


Más que una pieza para piano y narrador, la de LeBaron es una ópera en miniatura de 11 minutos de duración, basada en textos de la novela Pedro Páramo.



Estos llevan al oyente por un fantasmagórico mundo de murmullos: “Estuve oyendo durante muchas noches el rumor de una fiesta. Luego dejé de oírla, y es que la alegría cansa”.


Asombra que la parte del piano, sumamente compleja y de un genuino carácter rulfiano, haya sido escrita por una extranjera, lo cual es demostración el carácter universal de Pedro Páramo.


Posteriormente, la pianista canta con plañidera voz de contralto: “Ruega a Dios por nosotros” y añade: “Entonces se me heló el alma”.


“Siente pequeños susurros, oye el percutir de su corazón en palpitaciones desiguales”. Percute con los dedos la madera del piano y lanza el alarido de un borracho: “¡Ay vida, no me mereces!” La obra se disuelve lentamente: “Todo estaba en silencio, sólo el caer de la polilla y el rumor del silencio, el eco de las sombras, el viento arrastrando hojas de árbol...”.


Finalmente, se escucha un susurro aislado: “...suspiraba”. Han de transcurrir incontables segundos para que el rumor del silencio sea roto por el aplauso del público.


*** 


Esta crónica, publicada originalmente en el suplemento cultural La Plaza, del periódico El Economista de la Ciudad de México, en 2006, se reprodujo en el libro Allegro molto. 60 años de anécdotas, de mi autoría. (Luzam, México, 2010). 



Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (16 de mayo de 1917 -   7 de enero de 1986). 




Ann LeBaron (Baton Rouge, Louisiana, 1953).



Ana Cervantes (padre mexicano y madre estadounidense), es una  notable pianista  que está enamorada de la ciudad de Guanajuato.


(Para los discos Rumor de páramo (2006) y Solo rumores (2007), Ana Cervantes encargó a 23 compositores de cinco países y tres generaciones la composición de breves pieza para piano inspiradas en la obra de Juan Rulfo).




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