Saturday, October 17, 2020

Chopin in memoriam

 Carta a un admirador de Chopin cuando se cumplen 171 años del retorno del compositor a la Casa Paterna. 


En pocas ocasiones recurro al despertador, pero dado el caso, son los compases iniciales de la Berceuse de Chopin los que me rescatan del sueño que, en palabras de Yibrán Jalil Yibrán, es hermano de la muerte. 


El hecho de que también la Berceuse me anuncia una llamada telefónica revela mi predilección por esta joya que estuvo tan cerca del corazón de Arthur Rubinstein (1887-1982), el legendario intérprete de la música de su compatriota. 


Lo anterior me recuerda las palabras de uno de los contemporáneos del compositor tan amado:


"Pertenecemos a la iglesia de Chopin: no solo lo amamos, sino que nos amamos en él". 


Cuántos de nosotros reconocemos que Chopin quizá no alcance la grandeza de Bach, el genio de Beethoven o la importancia de Wagner o de  Stravinsky, pero ninguno de ellos nos ha acompañado tan generosamente a lo largo de nuestra vida. 


Si la música es la voz lejana del Paraíso en nuestro exilio, Fryderyk Franciszek Chopin es uno de los portadores de ese eco. 


Soledad, California, 17 de octubre del 2020 






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