Saturday, May 23, 2015

A 61 años de la muerte de Clemens Krauss


El 16 de mayo de 1954, murió Clemens Krauss, el gran director de orquesta austriaco, en la Ciudad de México, dos horas 45 minutos después del concierto que había dirigido al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Era su cuarta presentación como director huésped ante el público mexicano, durante una gira patrocinada por el embajador de la República Federal de Alemania y el Comité Cultural de la Exposición “Alemania y su Industria”.

La presencia de Krauss en México había sido impugnada por un grupo de detractores que lo acusaban de haber colaborado con el régimen nazi, cargo del que había sido absuelto años atrás por los Aliados. No solo debió soportar algunas manifestaciones hostiles, sino que tuvo un altercado con los camarógrafos de la incipiente televisión mexicana que iba apenas en su cuarto año de vida, por lo que se dijo que Krauss cancelaría su compromiso.

El músico aclaró a la prensa que se había exagerado su actitud de protesta por la molestia que le causaban los gigantescos reflectores. “No hay mayor problema –dijo con un suspiro de resignación–, en el próximo concierto, me pondré unos anteojos para el sol”.

Así lo hizo, por lo que el domingo entró en el proscenio de la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes como si fuera a una playa del Caribe.

Éste fue el último programa de su vida: Sinfonía Número 88, de Haydn; El aprendiz de brujo, de Paul Dukas; Concierto para piano y orquesta Número 2, de Brahms, y la Obertura Leonora número 3, de Beethoven.

Participó en la obra de Brahms la legendaria pianista mexicana Angélica Morales, quien de niña había logrado la hazaña de dar una serie de recitales en los que incluyó los 48 preludios y fugas de El cave bien temperado, de Bach, y había debutado con la Orquesta Sinfónica de México en 1929, año en que se presentó por primera vez en el Carnegie Hall, de Nueva York. Un lustro antes, la niña de 13 años había tocado con la Filarmónica de Berlín.

Cuando terminó el conciertou dominical, Krauss comentó que se sentía un poco cansado, por lo que se retiró inmediatamente a su habitación del hotel Montecasino, de las calles de Génova, en la colonia Juárez que posteriormente se llamaría Zona Rosa. Allí lo sorprendió la muerte.

La causa de su fallecimiento, ocurrido a la edad de 61 años, fue un ataque al corazón. Al día siguiente, el periódico El Universal informaba del deceso en una primera plana cuyo titular a ocho columnas era típico de aquellos años de la Guerra Fría: “Ni una pulgada del territorio de Vietnam será cedida a los rojos”. Y el subtítulo: “Los Estados Unidos han anunciado esta resolución”.

Recuerdo que la noticia, escuchada de labios de mi papá al día siguiente, me impresionó doblemente porque había asistido al concierto y porque vivíamos en las calles de Amberes, a tres calles del Montecasino.

El Instituto Nacional de Bellas Artes rindió un homenaje póstumo al músico en el que hablaron el ministro de Austria, el embajador de la República Federal de Alemania y el doctor Andrés Iduarte, director del Instituto Nacional de Bellas Artes.

El doctor Iduarte dijo: “México tiene el privilegio de ser el primer pueblo que rinde homenaje ante sus restos. El marco físico y espiritual en donde ha ocurrido el tránsito de Clemens Krauss no es ajeno, ni distante, ni impropio de su grandeza artística. El artista muere en un país del arte”.

La Orquesta Sinfónica Nacional, que actuó sin director, interpretó en el vestíbulo del Palacio el movimiento lento de la Sinfonía 88 de Haydn.

Los viejos melófilos recordaban las glorias de Krauss: el estreno mundial de la inconclusa Novena Sinfonía, de Bruckner; su dirección, el año anterior, de las cuatro óperas del ciclo Der Ring des Nibelungen (El Anillo del Nibelungo), de Wagner... sobre todo, se narraban numerosas anécdotas del tiempo en que dirigió la Filarmónica de Viena, durante los años 1944 y 1945, y no dejó de hacerlo hasta los días postreros de la II Guerra Mundial. 

(Tomado del libro Allegro Molto. Sesenta años de anécdotas,  de mi autoría. Editado por Luzam, Cuernavaca, Morelos, en 2010)



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