Friday, September 18, 2020

El terrible 19 de septiembre

         



              

       Los terremotos del 19 de septiembre en México 


Desde la alcaldía de Milpa Alta, en el sur de la Ciudad de México, Juana Reyes envía este testimonio de los sismos que sacudieron a México el 19 de septiembre de 1985 y el 19 de septiembre del 2017. 



Malacachtepec Momoxco (Milpa Alta), 16 de septiembre de 2020.   En tres días más haremos remembranza de una de las tragedias más dolorosas en la vida de quien esto escribe: los terremotos de septiembre 19. La primera (1985) porque, como usted sabe, participé de manera directa como reportera. Y la segunda (2017) fue tan inesperado el sacudimiento de la tierra con los resultados que todos conocemos, que me llevó a escribir lo que a continuación expongo y a nadie había confiado.


La tierra se estremece a causa de las tantas heridas que sus habitantes le causamos. Sus oídos necesitan el silencio que reconforta, aun a pequeñas dosis. En esta zona del sur del antes DF, donde hasta hoy, 19 de septiembre de 2017 los epicentros eran sólo una nota informativa, cargada de malas noticias, la caída de una de las torres de la parroquia de La Asunción hace tambalear la fe de los habitantes.


Desde mi refugio-vivienda miro con angustia la tolvanera que a lo lejos anuncia tragedia y muerte. "¡Milpa Alta parece destruida!", grita Flor mientras contempla tras sus lágrimas el polvo que impide ver las casas y los árboles del centro del Momoxco.


Después, el silencio es roto con los ululantes sonidos de ambulancias y patrullas que tanto miedo me daban de niña. Camino con lentitud de una ventana a otra. Los árboles poco a poco comienzan a cantar.


A través de la ventana de la cocina diviso al vigía del señorío momoxca, el cerro del Teutli, que sirve de fondo al asta bandera donde se sostienen los girones de un lábaro tricolor que a capricho de sus dueños, se irguió orgulloso tres años antes en lo más alto de la casa vecina.


La bandera formó parte del espectáculo que mis ojos se acostumbraron a ver. Fui testigo de la pérdida paulatina de sus vivos colores hasta que el escudo nacional desapareció entre el viento incansable.


Ese día de septiembre de 2017 los trozos de bandera se veían indefensos, luchando por mantenerse erectos como si quisiera mostrarnos su valor. Sus colores desteñidos se despedían ante cada embestida de los rayos solares. Reparé en ese momento en el presagio agorero de días atrás. El verde, el blanco y el rojo se habían convertido en un pardo tono indefinido y musité una palabra: "adiós". 


Una mañana de 2019, cuando ya no pudo mantenerse enhiesta, el remedo de bandera fue retirada por la misma mano que la colocara nueva y brillante. El asta se convirtió en un pequeño pararrayos.


Este 14 de septiembre, apenas hace tres días, al regresar de la calle ahí estaba, ondeando feliz, mi bandera. No me canso de contemplarla, de seguir sus movimientos sinuosos que me dicen la dirección del viento. Ahí está, cual héroe mítico, dejándose acariciar o golpear por la naturaleza. Hasta que sus colores se evaporen, su tela se carcoma y termine hecha girones al perder la batalla.


Desde mi refugio-vivienda nos contemplamos, nos sonreímos y le susurro: “Aquí estamos, frente a frente, hasta que la muerte nos separe”.


                                            El Teutli


                                         (Wikipedia)


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