Tuesday, September 8, 2020

Juan Rulfo y Pedro Páramo

 Carta abierta a Manuel Yrízar en torno de Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (1917-1986)



Querido Manuel, 


Estoy totalmente de acuerdo contigo en cuanto al genio inmenso de Juan Rulfo. 


No solo le conocí, sino que traté y estimé a su familia, sobre todo a Claudia, su hija, una bellísima persona. 


La historia del autógrafo en mi Pedro Páramo es mucho menos poética que la mencionada, en el sentido de que supuestamente había escrito "Para el verdadero padre de Pedro Páramo".


La verdad es que cuando  le hice la petición y puse el libro en sus manos, tomó una pluma y clavó la mirada en el techo como implorando la inspiración divina. Me emocionó pensar que escribiría un texto digno de perpetua memoria y esperé anhelante.


Este fue su autógrafo:





Esta actitud suya me reveló la razón de su limitadísima producción tan disímil de su inconmensurable talento: si el más sencillo de los autógrafos le exigió tanto esfuerzo, qué podría esperarse del requerido para escribir la novela que, en palabras de Gabriel García Márquez, es la más hermosa de la lengua castellana.


En aquella ocasión, también me autografió El llano en llamas con esta escueta expresión: "Con un nuevo saludo".


Muchos años después, Claudia Pérez Rulfo enriqueció la primera página de mi libro Pedro Páramo con un autógrafo en el que hace mención a su padre.


Te cuento, Manuel, que en una ocasión en la que don Alejandro Avilés, director de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, invitó a Juan Rulfo a dar una conferencia para todo el estudiantado de la institución había tal expectativa por su presentación que no hubo un solo estudiante que careciera ya de su Pedro Páramo y de El llano en llamas para que se los autografiara después de la plática.


El auditorio estaba repleto, pero pasaban los minutos y no llegaba Juan Rulfo. Don Alejandro le llamó por teléfono y le recordó que estábamos esperándolo. Rulfo le respondió que no podía estar presente porque su jefe en el Instituto Nacional Indigenista donde trabajaba no le había dado permiso de ausentarse. El profesor Avilés le insistió una y otra vez que era preciso que respetara su compromiso. Cuando Rulfo insistió en que no tenía permiso de dejar sus labores, don Alejandro le dijo: "Pues no le hagas caso y salte sin permiso".

Tras una nueva negativa, Alejandro volvió a la carga: "¿Que no eres libre?". La respuesta de Rulfo fue desconcertante: "No, Alejandro, no soy libre".


La reacción del estudiantado fue de un desencanto tan grande que llegaron ah decir los muchachos que todo habia sido una maniobra de la Escuela de Periodismo para que don Carmelo, el encargado de la librería, hiciera un gran negocio con la venta de ejemplares de Pedro Páramo y El llano en llamas.


Finalmente, relataré esta anécdota: teníamos en la Septién un profesor de cine que era bastante extravagante en su actuación y en su estilo de vestir, quien un día me preguntó en una forma bastante rebuscada y con ademanes muy curiosos lo siguiente: "Disculpe mi impertinencia, estimado y respetado profesor, ¿qué es usted de Pedro Páramo?". Mi respuesta fue: "Soy su padre". Se sintió tan contrariado que me dijo muy ofendido: "¿Cómo he de tomar esa respuesta?". Repliqué: "Maestro, así se llama el segundo de mis hijos".


Cuando conté lo sucedido a Margarita, mi esposa,  ya fallecida, exclamó: "Pues yo le habría dicho su madre".


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