Thursday, April 23, 2020

Ciudad de México, 2020

          
    El encanto del bullicio citadino y de las multitudes

Por absurda que parezca esta afirmación, quienes vivimos en una urbe gigantesca y estruendosa nos sentimos arrullados durante el sueño por los ruidos típicos de una ciudad insomne.

Recuerdo con nostalgia creciente el roce y golpeteo de las ruedas metálicas de los antiquísimos tranvías amarillos al chocar contra los rieles.

Esto sucedía a mediados de los años 40 del siglo pasado cuando dormía en la casa de mi abuela materna, en la Calzada de la Piedad, hoy día llamada Avenida Cuauhtémoc, en la Ciuddad de México. Escuchaba lo que interpretaba como un tintineo, y no tanto como un ruido, como la más tierna canción de cuna que me hacía sentir que la ciudad, como yo, estábamos vivos y nos sentíamos tranquilos.

A tal grado nos acostumbramos al bullicio de la ciudad que hay personas a las que sobresaltan los ruidos del bosque o de la selva. 

Recuerdo ahora lo sucedido a un hombre joven que no podía conciliar el sueño en un hotel de Acapulco debido al estruendo. Cuando me platicó a la mañana siguientela razón de su insomnio, le pregunté por qué no se había quejado en la administración del hotel. Entonces me respondió: "Es que el ruido se debía al oleaje".

Édgar Anaya, enamorado de la Ciudad de las Ciudades, cuya gloria y fama perdurarán mientras dure el mundo, accedió a que publique en el blog este texto que nos lleva a considerarlo como chilango por antonomasia:        
                           Me arrullan las multitudes

 Siempre me arrullan las multitudes, no solo hoy cuando algunos también las extrañan.

Nací en las turbulencias de México, la gran ciudad, una de las mayores del planeta; crecí con el arrullo del flujo vehicular, no el de un río o del mar; las avenidas saturadas de autos más que motivo de queja me han hecho exclamar ¡qué intensa es mi tierra, mi casa: mi gran ciudad! Sin queja alguna, para incredulidad de muchos conocidos. Y los tumultos los he retratado, los he descrito, me he sumergido en ellos... y los he disfrutado. No de hoy, de siempre. Como el de las fotos, el que se forma en la calle de Madero, en el Centro bullicioso.

Sin gente y sin autos esta no es mi ciudad, es solo un continuo de casas y edificios entre tiras de asfalto. Como no es campo sin cultivos ni plantas ni árboles, dirá el que en él nació.

Volverán los ríos de gente y los mares de autos. Volveré a nadar a gusto en ellos, como siempre. En la invaluable México, ciudad de ciudades. 




La multitud, procedente de la Calle Madero, espera la luz verde para cruzar el Eje Central Lázaro Cárdenas, rumbo a la Avenida Juárez, en la Ciudad de México.

                            (Fotografía de Édgar Anaya) 


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