Sunday, October 18, 2015

Bravo por la Monterey Symphony y el público de Salinas, California


Por supuesto que habría sido conveniente que una orquesta estadounidense iniciara su temporada con música del país que ha dado genios como Gershwin, Ives,  Bernstein, Copland, Hanson y Barber, por citar unos cuantos de ellos.

La oportunidad era particularmente propicia porque esta orquesta, la Monterey Symphony, festeja en 2015-2016 su septuagésimo aniversario.

Lo expuesto no demeritó el interés del primer programa, ofrecido los días viernes 16 de octubre, en el Steinbeck Institute of Arts and Culture (Sherwood Hall), de Salinas, así como el sábado 17 y el domingo 18, en el Sunset Center, de Carmel, porque lo integraron tres obras conmovedoras: "Viaje de Sigfrido por el Rhin", de la ópera El ocaso de los dioses, de Wagner; Muerte y transfiguración, de Richard Strauss, y la Sinfonía número 1 de Shostakovich.

Como se trataba de una ocasión solemne, el concierto, dirigido por el español Max Bragado-Darman, titular de la orquesta, fue precedido por una versión del himno nacional estadounidense en la que intensidad y lirismo estuvieron presentes y fueron como una caricia de brisa marina tras las consabidas interpretaciones que algo tienen de libertad y mucho de descuido.

Dos de las tres obras del programa fueron compuestas por jóvenes músicos en el amanecer mismo de sus carrera: 19 años Shostakovich y 24 Strauss.

Asombra que a pocos años de la conclusión de la adolescencia, un artista se inspire en el breve trayecto entre la cuna y la tumba. Lo logra Strauss, aun cuando se encuentra con esta partitura muy lejos aún de la serena intensidad de las Cuatro últimas canciones, su testamento musical, publicadas en 1948, un año antes de su muerte.

La obra que obtuvo mejor recepción por parte del público salinense fue Muerte y transfiguración, con estremecedores pasjes fortísimo. Merece un elogio la actitud de este público que distó mucho de la rutinria conducta de muchos melófilos que se dedican a toser entre un movimiento y otro y tienen como norma estallar en aplausos y vítores cuando todavía vibran las últimas notas de una obra.

Esta actitud de respeto fue admirable durante los últimos compases de la Primera sinfonía de Shostakovich cuando un pasaje de gran agitación es seguido por un silencio que da paso a la intervención de un solo de timbales. Este cronista ha sido testigo de la forma en que ha surgido en algunas ocasiones esa ovación inoportuna y ha arruinado no solo el efecto dramático buscado por Shostakovich, sino también el resultado final de la interpretación.

Bravo por la Monterey Symphony y por el público de Salinas, la ciudad que venera a John Steinbeck, nacido en ella.



                                        Mural en el vestíbulo del Sherwood Hall

To plow is to pray, to plant is to prophesy and the harvest answers and fulfills

(Arar es orar, plantar es profetizar y la cosecha responde y cumple)

Frase famosa de Robert Green Ingersoll (1833-1899)

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