Friday, October 30, 2015

Saldaña, Cardoza, Villoro: pensamientos afines


Hoy, 30 de octubre del 2015, se cumple un año de la muerte de Jorge Saldaña, personaje de la cultura mexicana a quien me referí hace cuatro días en a entrada de este blog, intitulada Saldaña y Veracruz; Veracruz y Saldaña.

Hoy volveré a centrarme en las palabras de Georgina, su hija menor, consignadas en ese libro. Tras recordar que durante su larga vida parisina se encontró lejos de su país, de su contexto de origen y del estilo de vida que tenía, confía:

"En el ocaso de su vida, decidió volver a su lugar de origen, Banderilla (Veracruz), donde se refugió en sus sabores, olores y paisajes de infancia. Su vida la terminó rodeado de sus mujeres, escuchando a Mozart y a Gabriel García Márquez en la voz de su esposa Lety".

Párrafos antes había comentado Georgina que, a pesar de ser misógino, su padre siempre vivió rodeado de mujeres; a las tres hijas que tuvo, a su mamá y a su esposa se refiere en esas líneas.

La decisión de Jorge Saldaña de retornar a su terruño después de haber vivido en la Ciudad Lux, me recuerda las palabras del guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, quien también vivió lejos de su tierra:

"No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar. La amamos, simplemente, porque es la nuestra.

"En su territorio hay una región que es la región de nuestra infancia. Y en tal región, una ciudad o un pueblecillo. En el pueblecillo, una casa. En la casa, cuatro paredes viejas y manchadas, con muebles rústicos hechos por el carpintero de la familia, con árboles que nos dolió verlos abatir. En medio de la casa, una fuente de la cual nunca dejaremos de escuchar el canto.

"Todo se va replegando hasta llegar de la caja más grande a la más pequeña, del mundo a las cuatro paredes de la infancia, hasta la cuna y el ataúd. La tierra que caerá sobre esas cuatro tablas, cuando estemos de vuelta a geranios y quiebracejetes y nos empinemos en los árboles, es la tierra más dulce que existe. 

"La niñez va corriendo como un arroyo que canta. Remontamos la corriente hasta el manantial. Hasta el amor de nuestros padres. No amamos nuestra tierra por hermosa, por alegre o triste. Por su leyenda o su primitiva felicidad sin historia. La amamos porque es la nuestra".

Asimismo, ese deseo de Jorge Saldaña de refugiarse en los olores, sabores y paisajes de la infancia coincide con otro pensamiento, el de Juan Villoro, expresado en esta forma:

"Muchas veces concebimos la niñez como una arcadia donde todo es placentero. Gracias a la nostalgia, aquellos años que acaso fueron terribles se convierten en un campo que reverdece a medida que nos alejamos de él. Las virtudes que solemos atribuir a la niñez tienen menos que ver con lo que fue realidad que con las ganas de huir del presente".

Sí, señores. Hacia el final del breve camino de la cuna a la tumba, la nostalgia por la tierra y la infancia suele alcanzar proporciones inmensas.



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