Monday, June 15, 2015

A 3,700 km de la Nezahualcóyotl



En cierta ocasión me preguntaron qué sería lo primero que yo tratara de salvar de la Ciudad de México en el caso de que sufriera el bombardeo de un extraño enemigo.

A botepronto, mi respuesta fue: "¡El Centro Cultural Universitario!"

A tal grado venero con culto de hiperdulía (de mayor honor) ese sitio ubicado en el sur de la capital mexicana surgido sobre la que fue una desolación basáltica, que al entrar en él tengo la sensación de que estoy pisado suelo sagrado.

A pesar de los 3,700 km que me separan de él y de las turbulencias nostálgicas que me sacuden, el domingo 14 de junio sentí que ocupaba un lugar en la Sala Nezahualcóyotl, corazón y joya del Centro Cultural Universitario.

 El prodigio se realizó gracias a la transmisión en vivo del concierto de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México. Teveunam e internet fueron los agentes que hoy día pertenecen a la vida cotidiana, pero habrían sido el motivo de mi felicidad en los años cincuenta del siglo pasado, cuando me encontraba en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y difícilmente podía sintonizar en el radio los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional.
 
El concierto del domingo fue dirigido por Eduardo Diazmuñoz, quien llegó a su patria procedente de Australia, en donde triunfó clamorosamente con la dirección de la monumental MASS, de Leonard Bernstein, al frente de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Sidney,  con la que celebraron los cien años de la  fundación de esta casa de estudios.

El  atractivo principal del programa fue la interpretación de la Suite Los inesperados caminos del espíritu, de Diazmuñoz. Fue muy favorable la acogida del público y de los instrumentistas mismos a esta obra intensa y emotiva para gran orquesta; música que, sin recurrir a citas folclóricas, suena tan mexicana como la de Silvestre Revueltas.

Qué nuevo triunfo para el músico mexicano de quien tantos y tan variados recuerdos guardo. Con qué nostalgia evoqué  aquellos memorables conciertos ofrecidos por Diazmuñoz al frente de la Sinfónica del Estado de México, hace muchos años, en la Casa de la Cultura del Parque Naucalli, en el municipio mexiquense de Naucalpan.

 La segunda parte del programa fue un reposo tras la intensidad de la partitura de Diazmuñoz, pero no significó un anticlímax: Concierto para trompeta de Alexander Arutunian, con el trompetista Rafael Ancheta, y Bacanal de de la ópera Sansón y Dalila de Saint-Saëns. 

 Diazmuñoz ofreció en la última parte del programa El mar, de Claude Debussy, una de las partituras más importantes de la música orquestal de todos los tiempos. Y qué estupenda versión de ella  nos dio este músico que ha llevado el nombre de México no solo a Oceanía sino a otros continentes, incluyendo el americano, gracias entre otras cosas a su actividad en Estados Unidos de la cual hablaré próximamente.


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